Eurovisión, un arma de doble filo: los artistas españoles que se han negado a participar en el concurso

La postura de España estaba clara desde hace meses. Si Israel participaba en Eurovisión, RTVE no mandaría a un candidato para lo que algunos consideran un blanqueamiento de Israel. Toda la vida se ha considerado que era un argumento muy manido afirmar que el certamen musical estaba muy politizado, pero ahora cobra fuste esta visión después de que Rusia fuera expulsada del concurso que ganaron Massiel y Salomé una vez comenzara la invasión de Ucrania y no se haga lo mismo ahora ante la situación que se está viviendo en Palestina.

Sea como fuere, siempre ha habido un eurodrama, y España no ha cosechado precisamente éxitos en los últimos años. El caso de Melody, que incluso se enfrentó al ente público y se fue a dar su primera entrevista a Pablo Motos en El Hormiguero 3.0., polarizó a un público muy entregado y en ocasiones muy tóxico para el artista. Blas Cantó puede dar buena cuenta de ello. Chanel quedó tercera, bajo la sospecha de que hubo tongo para que ganara Ucrania, y a Blanca Paloma le hundió el televoto en la clasificación después de marcarse una impecable actuación entre lorquiana, electrónica y La Fura dels Baus.

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Acudir a Eurovisión no es garantía de éxito ni mucho menos. Hay artistas que vieron sus carreras muy potenciadas como Sergio Dalma y Azúcar Moreno, y otros como Remedios Amaya, que arrastró un enorme estigma al no lograr ni un solo punto, aunque está considerada por los flamencos a la altura de Camarón de la Isla en versión femenina. A Manel Navarro siempre le recordarán su inoportuno gallo y Raquel del Rosario demostró no ser supersticiosa al presentarse de amarillo y descalza, pero poco después dejó su carrera con El Sueño de Morfeo y no parece que tenga intención de regresar.

Hay artistas que estarían dispuestas a repetir comoPastora Soler o Ruth Lorenzo, que obtuvo una meritoria décima posición, pero otros, pese a los cantos de sirena de los eurofans, no van a participar en el certamen por más que se lo supliquen. Puede que cambien de opinión, como también nos puede tocar la lotería, pero las posibilidades son igual de elevadas.

Joan Manuel Serrat dejó plantada a la televisión pública porque no le dejaron interpretar La, la, la, compuesta por Ramón Arcusa y Manuel de la Calva, El dúo dinámico, y Betty Missiego se daba por ganadora cuando España dio la máxima puntuación a Israel en el último momento. Anabel Conde quedó la segunda y casi se la tragó la tierra, artísticamente hablando, pese a hacer un derroche vocal que pocas veces se han visto con una balada de Chema Purón, Vuelve conmigo, que el público más fiel de este concurso no olvidará jamás.

A Nina se la vio como a la siguiente Céline Dion, después de que la canadiense, representando a Suiza ganara con Ne Partez Pas Sans Moi, pero no tuvo una carrera discográfica destacable, aunque profesionalmente arrasó con el musical Mamma Mia! y como directora de la academia de Operación Triunfo. Beth fue a regañadientes y años más tarde acabó protagonizando un documental sobre su experiencia. Los caminos del Señor son inescrutables.

Lydia se presentó al concurso con un vestido de Ágatha Ruiz de la Prada que se comenta solo y no logró llevarse el cetro que alzó el año anterior Dana Internacional representando a Israel con Diva, un tema que, por cierto, versionó recientemente Mónica Naranjo, quien ha declinado una y otra vez la propuesta de participar, consciente, seguramente, de que tiene mucho más que perder que ganar.

Marta Sánchez manifestó en su día que a su amiga Patricia Kraus, hija del tenor Alfredo Kraus, la habían engañado, después del fracaso que supuso No estás solo, un tema con tintes roqueros que solo recibió 10 puntos de Grecia. La nueva representada por Narcís Rebollo lleva 40 años de carrera, que resume en su nuevo disco recopilatorio, como para saber cuándo le pueden dar gato por liebre. Los eurofans, que nunca se rinden, seguirán intentándolo.

España este año no retransmitirá Eurovisión, un certamen que había conseguido remontar su crisis de imagen como algo demodé y que ahora parece más desvirtuado que nunca. Son varios los países que han anunciado ya su no asistencia y no se descarta que se sume alguno más. No somos Rappel ni Benita, así que no nos aventuraremos a hacer predicciones, pero es difícil que vuelva a ser lo que era. Eso sí, nos queda el BenidormFest, que este año viene fuerte.

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