Novio de Carrie Bradshaw y marido de Bo Derek en la vida real: así es la curiosa vida de John Corbett, el actor que quería ser peluquero

Aidan se presentaba como el novio perfecto en Sexo en Nueva York (sin complejos ocultos ni temor al compromiso), pero el actor que lo interpreta, John Corbett, lo supera. Se enamoró de la reconocida (y polémica) actriz Bo Derek y con ella ha pasado 20 años.

Después de dos décadas compartidas se casaron hace tres años: fue su antídoto para los desoladores días de pandemia. «No queríamos que 2020 fuera esa cosa que todo el mundo mira hacia atrás y odia. Pensamos: '¡Saquemos algo bueno!», ha reconocido John en una entrevista.

La biografía del estadounidense de 61 años está cargada de estos giros inesperados, desde su relación hasta su vocación de actor. Llegó al mundo de la interpretación por puro rebote, gracias a un trágico accidente que le impidió seguir como obrero en la fábrica de acero. Se hizo popular por su papel de Chris Stevens en Doctor en Alaska (1990), que le valió una nominación a los Globos de Oro.

El adolescente fan del grupo Kiss pasó a ser un atractivo pretendiente de Carrie Bradshaw (que va a volver a pasear con ella en el reboot And just like that), aunque jamás perdió su esencia ecléctica. Mantuvo su melena y en 2006 se adentró en otra de sus pasiones: hizo su debut musical con un álbum country (que llevaba su nombre) y en 2013 se decantó por las guitarras eléctricas en Leaving nothin' behid'.

A John Corbett el amor le pilló por sorpresa. Llevaba una época sin salir con chicas y su amigo el agente de Hollywood Norby Walters le tendió una trampa. Se lo vendió como una cita sencilla, pero no estaba preparado para encontrarse con Bo Derek. «Estaba muy intimidado», ha confesado al medio Today.

El día del encuentro el estadounidense tenía 41 años y Bo había cumplido los 45. Era 2002. Una mujer de 1,60 centímetros era capaz de hacer sudar por cada poro al actor de casi dos metros. Él la veía como una leyenda nominada a los Globos de Oro por su película 10, la mujer perfecta. La prensa la llamaba sex symbol y, aunque su popularidad cayó lentamente, su historia era fascinante.

John Corbett sabía que Bo era viuda del actor y director John Derek, quien falleció en 1998 por un ataque cardíaco. Su pasado con el cineasta había sido un escándalo: Se conocieron cuando ella tenía 16 y él 46. «Comencé a trabajar para mi esposo cuando tenía 17 años, y aunque se pueda discutir si esa relación era acertada o no, me ofrecía cierta protección», ha confesado ella en su serie In my own words (En mis propias palabras).

Además de esta diferencia de edad, el artífice de Tarzán, el hombre mono estaba casado con la actriz Linda Evans. «Nunca me perdonaré. Sé que no volvería a repetir un error así y creo haber aprendido de mis equivocaciones, pero siempre estaré en deuda con ella», dijo en la misma serie.

A los 20 años era una mujer casada con un señor que le sacaba 30 años. «Sé que tuve suerte de que fuera un buen hombre, porque yo estaba perdidamente enamorada de él. Podría haber sido un abusador y la historia hubiese sido completamente diferente», reflexiona. Él encauzó la carrera de ella y Bo (llamada en su nacimiento Mary Cathleen Collins) le acompañó hasta su muerte.

Todos los mitos y terrores previos se hicieron humo cuando John Corbett la tuvo en frente. El actor de Mi gran boda griega percibió una conexión irrevocablemente tranquilizadora. «Era una atracción, un consuelo», ha recordado ante el canal Fox News.

Lo que surgió entonces se multiplicó, sin decaer. «Él me hace reír todo el tiempo. Está lleno de vida, lleno de alegría. Me sentí atraída por él y todavía lo estoy», ha asegurado Bo.

Bo y John tienen un secreto para nutrir su cariño, esa ilusión que transmitían (agarrados y sonrientes) en la gala Starlite de 2018, organizada por Antonio Banderas en Marbella. Su táctica para engañar a la monotonía es pensar al día y abrazar la rutina.

«Ambos viajamos mucho, así que para nosotros, nuestro lugar de vacaciones favorito es el hogar. Ahí es donde está el romance», confesó Bo entrevista con Closer Weekly. Tienen una vida tranquila en las montañas de Santa Ynez, en un rancho situado a dos horas de Los Angeles. Según han confesado a la prensa, su rutina es sencilla y medida. Toman café, pasean a los perros, alimentan los caballos, hacen las tareas de la casa y, después de cenar, ven una película en el sofá.

John ha admitido el detalle más importante: «Disfrutamos la compañía del otro». Se tratan casi como nuevo amantes: «Después de tantos años todavía nos tomamos de la mano; tenemos barbacoas con amigos un par de veces a la semana, y se ríe de todos mis chistes a pesar de que los ha escuchado un millón de veces».

Movidos por esas ganas de probar, se han casado de manera improvisada y no temen el paso del tiempo. «Somos personas bastante celosas de lo privado, no hicimos ningún anuncio», ha explicado John. «Todos nuestros amigos y familiares lo sabían», ha concluido. Su amor no es un secreto, pero la prioridad son ellos (sin focos ni lujos).

John aparece en las pantallas casi por un capricho del destino. Cuando terminó sus estudios superiores trabajó en una fábrica de calderas de California durante seis años, como cuenta su biografía de la base de datos IMDb. Tras sufrir una grave lesión, lo dejó. Fue una oportunidad para cambiar de rumbo, se matriculó para estudiar peluquería y lo compaginó con clases de interpretación por las tardes.

Unos tres años más tarde tuvo la primeran oportunidad para lucirse como invitado en Aquellos maravillosos años (1988). Y después de una década alcanzó una de sus cumbres profesionales con la exitosa serie Sexo en Nueva York, por la que recibió su segunda nominación al Globo de Oro al Mejor Actor Secundario.

Desde entonces ha cumplido otros hitos de la cultura pop, desde el acompañamiento musical a Lady Gaga, a su papel como padre de la actriz Selena Gómez. Su otro gran éxito fue Mi gran boda griega (y su secuela en 2016). La película la rodó en su año dorado, en el conoció a la que después de 20 años es su mujer.