Máxima discreción
Máxima discreción
El reciente despido fulminante de Alessandro Lequio como colaborador de Mediaset, no ha puesto solo el foco mediático sobre el conde italiano. También ha colocado en primera línea a su habitualmente discreta esposa, María Palacios, con la que lleva más de un cuarto de siglo de relación.
María Palacios, que no solo es condesa por matrimonio, sino que también está emparentada con la aristocrática casa de los Montarco por vía paterna, conoció a Alessandro en Mallorca durante el verano de 1999. Ella tenía veintidós años y él, treinta y nueve. En 2008 se casaron en el Coto de San Bernardo (Segovia) y ocho años después tuvieron a su primera hija, a la que bautizaron como Ginevra.
Quizá el aspecto más desconocido de la periodista sea su relación familiar con la hermética casa de los Montarco. Su padre, Julio Palacios, era sobrino de Rosario Palacios, la condesa viuda de Montarco. Musa de la alta costura para modistos como Elio Berhanyer, Charo, como era más conocida, brilló por su elegancia en el Madrid de los años 50 y 60 y marcó un estilo propio que la llevó a las páginas de las revistas de moda, hasta casi el final de sus días.
Hija de uno de los mejores físicos europeos de su época que incluso se atrevió a desafiar la teoría de la relatividad de Einstein, Charo Palacios se casó con el V conde de Montarco, Eduardo de Rojas y Ordoñez, que a su vez fue un aristócrata de gran prestigio, vinculado a la historia de España por su papel en la fundación de la Falange y su estrecha amistad con José Antonio Primo de Rivera.
Con su primera esposa, María Pardo-Manuel de Villena y Jiménez, con la que se había casado en 1931, en la Iglesia madrileña de San Jerónimo el Real, tuvo cinco hijos. Pocos meses después de enviudar se casó con Charo, una mujer con fuerte personalidad y veinte años menor que el conde. Un matrimonio que nunca fue buen visto en la familia.
Quizá por haber pasado por las dificultades de ser aceptada entre los Montarco, Rosario Palacios, que falleció en 2016, se convirtió en la mejor aliada de María Palacios tras salir a la luz su relación con Alessandro Lequio. Un apoyo muy necesario para ella al convertirse en una figura mediática dentro de una familia a la que no le gusta aparecer en ninguna parte.
Pese a esta aristocrática familia trata de pasar desapercibida en la medida de lo posible, en los últimos tiempos han saltado a los titulares por causas no muy nobles. Primero por el uso del título, ya que tras el fallecimiento de Eduardo de Rojas en 2005, fue Joaquín del Zuazo Rojas, nieto del conde de Montarco quien ostenta la distinción nobiliaria tras la renuncia de su hermano Rodrigo Zuazo de Rojas.
Pero, sobre todo, por la polémica que rodeó recientemente a Alejandra de Rojas, la segunda hija del conde con Rosario Palacios. En el libro King Corp, el imperio nunca contado de Juan Carlos I, de los periodistas José María Olmo y David Fernández, se aseguraba que esta era la hija secreta del rey Juan Carlos, algo que la aludida negó categóricamente en un comunicado: «Las noticias que se han venido publicando no tienen ningún fundamento y causan un daño casi irreparable a toda mi familia y por supuesto a mi persona».
Pero la controversia subió de intensidad cuando su hermana, Ana de Rojas, declaró a la Gaceta de Salamanca que en su familia «todos sabían» que Alejandra no era la hija de su padre. «Genéticamente, no tiene nada que ver con los Rojas, que somos bajitos y con rasgos indianos. Muchas veces nos preguntábamos de dónde había salido esa belleza y elucubrábamos si sería hija de un portugués llamado Rui, amigo de Charo, que aparecía y desaparecía y era guapísimo», aseguró entonces.