Pitita Ridruejo, la madre de Claudia Stilianopoulos, tuvo una institutriz inglesa que la educó en su niñez. Luego, en Madrid, asistió al colegio de la Asunción de Santa Isabel. En Inglaterra y Suiza estudió Literatura Inglesa y Arte. Pitita fue una de las grandes damas de la alta sociedad española, una mujer cosmopolita, culta, elegante, discreta, con un físico peculiar y también muy singular en lo que se refiere a sus férreas creencias religiosas. Trabó amistad con gente de muy distintos estratos sociales e ideológicos.
Se casó en 1957 con el diplomático filipino de ascendencia griega José Manuel –Mike– Stilianopoulos, y los padrinos de la boda fueron los condes de Barcelona, Don Juan y Doña Mercedes, padres del rey emérito. Vivieron varios años en Filipinas y en Gran Bretaña y Pitita adoptó la nacionalidad británica. En 1973, Stilianopoulos fue nombrado embajador de Filipinas en España. El matrimonio duró hasta la muerte del embajador, en 2016. Tuvieron tres hijos: Ana, nacida en 1964, Carlos, en 1966, y Claudia, en 1973. Claudia es la actual pareja de Ernesto de Hannover, marido de Carolina de Mónaco.
Una de las pasiones de Pitita fue el arte. Empezó a pintar en Roma, cuando su marido fue destinado allí, en 1967, y montó varias exposiciones. Otra faceta suya fue la de actriz. Su altura y su perfil de esfinge egipcia, su esbelto cuello y su sempiterno cardado llamaron la atención de artistas y directores de cine. Protagonizó dos películas para la televisión alemana en 1970. El director italiano Federico Fellini le hizo una prueba, en 1971, pero la colaboración no cuajó porque Pitita tuvo que seguir a su marido a un nuevo destino.
El matrimonio se mudó a Londres y ella se convirtió en una afamada «socialité». Empezó a interesarse por la moda y, sobre todo, por las religiones orientales y estudió filosofía y parapsicología. Su marido se retiró en 1983 y la familia se instaló definitivamente en España, en una casa palacio, con capilla incluida, en el Madrid de los Austrias. Casi 3.000 metros cuadrados distribuidos en tres plantas, que reformaron y llenaron de muebles de época, obras de arte y antigüedades. El matrimonio vivía a caballo entre Madrid y Marbella. Se convirtieron en dos personajes esenciales de la jet set nacional e internacional de la época.
Fue invitada por Isabel II a pasar fines de semana en Windsor. A sus fiestas acudían aristócratas, como la Duquesa de Alba, y políticos, obispos o el aventurero Miguel de la Quadra-Salcedo. En sus salas exhibía una amplia y espectacular colección de rosarios. Explicaba que ella rezaba todas las noches antes de acostarse, aunque regresara de alguna fiesta en una discoteca madrileña de moda. Y realizó la única entrevista que concedió Andy Warhol a un medio español, para la revista «Tiempo». Demostró también un gran olfato para las inversiones financieras e inmobiliarias.
Su estilo tan personal, de cuellos altos, turbantes y grandes joyas, forjado a base de diseños de Givenchy, Balenciaga, Pedro Rodríguez o Elio Berhanyer, destacó en una época donde reinaban el «hipismo» y el «destape», pero también se convirtió en protagonista de La Movida. Recibió muchos premios, como el del diario «Pueblo» y varios del periódico ABC.
A finales de los ochenta, Pitita se convirtió en protagonista de la crónica social no solo por su presencia constante en las mejores fiestas sino por una inesperada revelación: tenía apariciones marianas. Se dedicó a estudiar a fondo las apariciones de la Virgen en todo el mundo y presumía de haber estado en todos los lugares en los que se había aparecido. Dio conferencias y escribió varios libros como «La virgen María y sus apariciones» o «Mi corazón triunfará: apariciones, milagros y profecías».
Ella contaba que su obsesión mariana nació cuando era una niña, en Soria. Y cuando regresó a España, tras estudiar en Inglaterra y Suiza, se dedicó a colaborar en obras de caridad y a hablar de religión en los barrios más desfavorecidos de la capital, dentro del movimiento de Las Hijas de María. La religión y la fe fueron los dos pilares de su vida, además de su matrimonio. Le gustaba asistir a la misa en latín, siguiendo el rito preconciliar. Contaba que había sido testigo, por ejemplo, de ciertos prodigios solares durante una de las supuestas apariciones de la Virgen en El Escorial, y que había vivido con un fantasma en Roma.
Pero la muerte de su marido la apartó de la vida social. Él había sido «absolutamente» todo para ella, según confesaba, «mi media mitad, mi todo, el hombre más importante de mi vida». Se refugió en su casa palacio de Madrid. Allí falleció el 6 de mayo de 2019. Tenía 88 años y su muerte supuso, según afirmaba un periódico nacional, «el fin de una época de la vida social española». Dejó una gran fortuna, sobre todo, inmobiliaria, y unas memorias, «Memorias de Pitita», editadas en 2002 por Temas de Hoy. Está enterrada en el panteón familiar del cementerio del Espino en Soria, junto con los restos del que fue su esposo Mike Stilianopoulos.
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