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La naturalidad de la Princesa Leonor

Leonor protagonizó en Asturias su primer baño de multitudes y demostró que ya sabe desenvolverse en público.

La Princesa Leonor durante su visita oficial a Asturias. / gtres.

Almudena Martínez-Fornés
ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS

La Princesa Leonor va adquiriendo tablas como Heredera de la Corona. A sus 12 años, el pasado fin de semana vivió en Covadonga (Asturias) su segundo acto institucional como protagonista, en el que recibió su primer baño de multitudes y demostró que se sabe la lección de cómo debe desenvolverse en público. Aunque la Heredera de la Corona ha acompañado hasta ahora a los Reyes a muy pocos actos institucionales, Leonor llevó a la práctica con aparente facilidad lo que lleva toda su vida viendo hacer a sus padres y a sus abuelos paternos.

En una jornada muy larga, que empezó a las 12 de la mañana con la visita a la Virgen en la Santa Cueva y terminó a las siete de la tarde en los Picos de Europa, la Princesa se mostró discreta y formal, pero también espontánea, natural y cercana. Leonor observaba cuanto sucedía a su alrededor, seguía con la mirada a su padre para saber lo que tenía que hacer en cada momento y, en unos escenarios cambiantes, estuvo pendiente de ocupar siempre el lugar protocolario que le corresponde como Heredera, a la derecha del Rey.

Se hizo todos los 'selfies' que le reclamaron

Con gesto sonriente, estrechó amablemente la mano de las autoridades, posó ante los medios de comunicación, hizo el ademán de besar el anillo a una docena de obispos y arzobispos, y estuvo cerca de media hora saludando, bajo un sol abrasador y sin gestos de cansancio, a los cientos de personas que se acercaron a Covadonga para compartir la histórica jornada con la Familia Real. Accedió a dar un beso a una señora que se lo pidió y se hizo todos los 'selfies' que le reclamaron. Con el fin de llegar al mayor número de personas posible, hubo momentos en los que saludaba con las dos manos. 

La Princesa ya había protagonizado otro acto muy relevante el pasado 30 de enero, cuando recibió el Collar del Toisón de Oro de manos de su padre, el Rey. Pero aquella ceremonia se celebró en el Palacio Real con un grupo de personas relativamente reducido. En esta ocasión, se trataba de su primer acto de relevancia fuera de Madrid y de su primera visita a Asturias y, en concreto, a Covadonga, un lugar vinculado desde el año 1388 con los Herederos de la Corona. Como es habitual, el Rey había explicado días atrás a sus hijas, Leonor y Sofía, la importancia histórica de esa visita, que él mismo había hecho cuando era un niño, poco después de que se restaurara la Monarquía en España.

Las Infantas habían repasado con sus padres el programa de la jornada, por lo que ningún momento les pilló por sorpresa, salvo los imprevistos. Además, sobre la marcha fueron preguntando a don Felipe y doña Letizia algunos detalles de la visita o cuestiones que suscitaban su curiosidad.

Leonor se santiguó al entrar en la Santa Cueva, rezó ante la Virgen de Covadonga e inclinó la cabeza cuando terminó. Después, escuchó con atención las palabras que le dirigió el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, quien pidió a la Santina que la Princesa "crezca sana, sabia, santa y guapa". Igual que su hermana, se colgó del cuello la medalla de la Virgen que le acababan de entregar, y más adelante, cuando entró en la Basílica para asistir a la misa, la Princesa se volvió a santiguar, como también hizo su padre.

Firmó con la mano izquierda en el libro de honor de la Basílica

Firmó con la mano izquierda en el libro de honor de la Basílica, escuchó con respeto el himno de Asturias mientras sus padres lo tarareaban y presidió desde el centro de la explanada el homenaje al Rey Pelayo, en el que dos niños de su misma edad, Ángela y Javier, vestidos con trajes típicos asturianos ­—y a los que después saludó con besos­—, depositaron una corona de laurel ante la estatua del guerrero que se rebeló hace 1.300 años contra la invasión musulmana. También se puso sobre el vestido azul pálido la insignia de la Cruz de la Victoria que le entregó el presidente del Principado de Asturias, Javier Fernández. 

Jornada de tarde

Si durante la mañana Leonor mostró su perfil más institucional en las ceremonias de Covadonga, por la tarde sustituyó su impecable vestido azul claro por unos pantalones, una blusa y unas zapatillas deportivas para subir a los Picos de Europa. Allí, inauguró el mirador de la Princesa, y recibió un regalo muy especial: una yegua de raza de la montaña asturiana que se llama Xana, pero que seguirá viviendo en su hábitat natural, por lo que Leonor tendrá que desplazarse hasta este parque cada vez que quiera verla. La yegua está preñada, y la Princesa se mostró ilusionada con visitarla cuando nazca el potrillo, que se espera para abril. De momento, la cuidará el criador José Miguel González, conocido en la comarca como Pepín el de la Riera. Él fue quien presentó la yegua a la Princesa mientras sostenía a su nieta en brazos, y en un gesto de espontaneidad, Leonor no dudó en coger a la niña, que se llama Jade y tiene un año de edad. Y con esta simpática escena en medio de un paisaje impactante de montañas, lagos y arcoiris terminó una visita que todas las generaciones de la Familia Real han hecho desde tiempos de Isabel II, excepto cuando los avatares de la historia la han hecho imposible.

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