Se cumplen 60 años de la boda de los reyes Juan Carlos y Sofía en Atenas: cuatro ceremonias polémicas, 150 royals y un espectacular vestido de princesa de cuento

Se cumple el 60 aniversario de bodas de los reyes Juan Carlos y Sofía, que se celebró el 14 de Mayo de 1963, en Atenas.

Boda de los reyes Sofía de Grecia y Juan Carlos de Borbón. / grafismo: luca lópez

Elena Castelló
ELENA CASTELLÓ

Se casaron frente a 143 miembros de 27 monarquías, el lunes 14 de mayo de 1962, en Atenas. La curiosidad popular ante el enlace de Sofía de Grecia y Juan Carlos de Borbón fue desbordante y los griegos y los invitados españoles inundaron las calles. Para la prensa griega e internacional fue una «una boda de cuento de hadas», por más que la censura de Franco tratara de hacerla pasar sin pena ni gloria. La catedral de Dionisio fue el escenario de la ceremonia católica, donde solo se volvió a celebrar otra ceremonia real, 59 años después: la de Felipe de Grecia, sobrino de doña Sofía, y la multimillonaria Nina Flohr.

Todo se preparó en menos de un año. El 8 de junio de 1961. Sofía de Grecia y Juan Carlos de Borbón coincidieron en la boda de los duques de Kent, lady Katharine Worsley y Eduardo de Kent. El protocolo los emparejó en la ceremonia y en la mesa de la celebración. Ellos ya se habían fijado el uno en el otro en una fiesta organizada por los Duques de Würtenberg en Sttutgart, Alemania, tiempo atrás. Pero, fue en Londres, donde el interés se afianzó, donde surgió lo que doña Sofía llamaría, años más tarde, «la atracción».

Pasearon por la ciudad, fueron al cine y tomaron té en el hotel Savoy. Ese verano, la reina Federica, a petición de la princesa Sofía, invitó a los Condes de Barcelona y a sus hijos, incluido Juanito, como le conocían en familia, a pasar unas vacaciones en la isla griega de Corfú, al palacio de Mon Repos. Fue allí donde se tomó la decisión de anunciar el compromiso de Juan Carlos y Sofía, en Otoño, intentando que Franco no se enterara del compromiso antes de oficializar el noviazgo. Sofía no era de su gusto, porque no era ni española, ni católica romana, y su padre, el rey Pablo, era, supuestamente, masón.

Don Juan Carlos y Doña Sofía / getty images

La petición de mano se celebró el 12 de septiembre de 1961 en el palacete de Vielle Fontaine, en Lausana, Suiza, donde residía la reina Victoria Eugenia, abuela de don Juan Carlos. La anécdota que ha pasado a la historia fue el «Sofi, cógelo» que le gritó Juan Carlos a Sofía, mientras ella cogía al vuelo la cajita que ocultaba el anillo de compromiso. Don Juan Carlos explicó entonces, en palabras que también han pasado a la historia: «Amo a la princesa Sofía desde el primer momento en que la vi. Es una de las pocas mujeres que conozco capaz de llevar con toda dignidad una Corona Real».

Pero, los meses que quedaban hasta la boda fueron complicados. Ella era hija de un rey reinante, él no. Y, sobre todo, él era católico, y ella ortodoxa. Finalmente, tanto don Juan, como el papa Juan XXIII, como Franco estuvieron de acuerdo en celebrar dos ceremonias religiosas, una católica y otra ortodoxa.

Sofía y Juan Carlos se habían conocido en el yate Agamenón, en 1954, en un crucero por el Mar Egeo organizado por Federica de Grecia, la madre de Doña Sofía, con el objetivo de reavivar el turismo griego tras la Guerra Civil, pero también para que los príncipes y las princesas en edad casadera de Europa se conocieran. La guerra mundial había separado a las familias reales y en aquellos años empezaban, por fin, a disfrutar de nuevo de fiestas, encuentros y reuniones de las que salieron varias bodas.

El Agamenón zarpó el 22 de agosto de 1954 de Venecia. El viaje duró 13 días y los pasajeros visitaron Corfú, Mykonos, Santorini, Creta, donde conocieron las ruinas minoicas, Rodas, Salónica y el monte Olimpo. El 3 de septiembre desembarcaron en Nápoles. Los pasajeros habían recorrido ruinas y ciudades, en pie y en burro. En altamar se celebraron bailes para que los jóvenes intimasen.

Los padrino, Victor Manuel de Saboya, Amadeo de Aosta o Miguel de Grecia, tuvieron que sujetar las coronas. / getty images

Pero entonces, Sofía sólo tenía 15 años y Juan Carlos 16. «Me pareció un chico mono y joven, uno más de mis primos» contaría Doña Sofía años después en un documental de la BBC, en 1981. Juanito, como le llamaban entonces, muy extrovertido, se fijó de lejos en Sofía, muy tímida, pero se interesó más, por María Gabriela de Saboya, hija del ex rey de Italia, que sería su novia durante los años siguientes, aunque no llegaron a comprometerse.

Don Juan no la consideró «adecuada», aunque era la princesa más bella de Europa. Sofía, mientras tanto, estaba a la espera. En aquellos años, se daba por seguro que se comprometería con el príncipe Harald de Noruega. Pero él estaba profundamente enamorado de la plebeya Sonia Haraldsen, hija de un próspero empresario de unos grandes almacenes, con quien término casándose, con amenaza de suicido de la novia incluida. Juan Carlos y Sofía se veían, mientras tanto, en las bodas de la familia. En 1960, coincidieron en los Juegos Olímpicos de Roma. Se alojaban en el mismo hotel, en Nápoles, donde asistían a las regatas.

La boda se celebró ocho meses después de la petición de mano. El 14 de mayo de 1962. Se celebraron dos cenas de gala antes del enlace. Todas las campanas de las iglesias de Atenas repicaban desde el amanecer y nadie quería perderse el cortejo que salía del Palacio Real de Atenas para dirigirse a la catedral de San Dionisio, donde, a las 10 de la mañana, se inició la ceremonia católica, la primera de las dos que tuvieron lugar, además de los enlaces civiles, español y griego.

En el cortejo iban don Juan y la reina Federica, y doña María de las Mercedes y el príncipe Juan Carlos, en coches descubiertos. En una carroza del siglo XIX tirada por cinco caballos blancos iba la novia con su padre, el rey Pablo. Y a caballo, escoltando el carruaje, el príncipe Constantino, heredero al trono. Entre el público, había casi 5.000 españoles que habían viajado a la capital griega para asistir al acontecimiento. Los monárquicos invitados a la ceremonia adoraban a doña Sofía.

La catedral de San Dionisio estaba decorada con miles de claveles rojos y amarillos llegados de Valencia y Cataluña. Doña Sofía pronuncio el «sí quiero» en griego, don Juan Carlos en español. Después, se desplazaron a la Basílica de Santa María, para la ceremonia ortodoxa, en la que varios príncipes, entre ellos Victor Manuel de Saboya, Amadeo de Aosta o Miguel de Grecia, sujetaron las coronas sobre sus cabezas, como manda la tradición. Al término de la ceremonia, de regreso al Palacio Real, decenas de miles de personas aplaudieron a los novios en las calles

Doña Sofía vistió un diseño de corte princesa, de lamé plateado recubierto de tul y encaje antiguo, con una cola de casi siete metros, creación del diseñador griego afincado en París Jean Dessés. El velo de encaje de Gante, que pertenecía a su madre, la reina Federica, estaba sujeto con la tiara prusiana, que había pertenecido a su abuela, la princesa Victoria Luisa de Prusia, y era la más importante del joyero griego, la misma que lució doña Letizia en su boda.

Dessés, entonces diseñador de la realeza, también realizó los vestidos de las ocho damas de honor que llevaban el largo velo de la novia y rodearon a los recién casados en las fotos de familia: Irene de Grecia, Irene de Holanda, Alejandra de Kent, Benedicta y Ana María de Dinamarca, Ana de Francia, la infanta Pilar y Tatiana Radziwill, todas de blanco, todas con collar de perlas de una o dos vueltas y con el mismo tocado.

Juan Carlos utilizó el traje de teniente de Infantería del Ejército de Tierra, un uniforme discreto. La luna de miel duró seis meses, en los que recorrieron medio mundo. Comenzó en Spetsopoula, la isla privada del armador Stavros Niarchos, que también ofreció a la pareja su yate Eros.

Todo estaba organizado al milímetro y todo salió a la perfección. El banquete, que tuvo lugar en el palacio real, fue restringido a los miembros de las familias reales. Sin embargo, a pesar de la expectación que la boda había suscitado en Grecia, en España la censura eliminó de las fotos de boda al padre del novio, Don Juan, e hizo todo lo posible para que nadie se tomara la información como una celebración de la monarquía.

Franco, sin embargo, le hizo un regalo de ensueño a la novia: la tiara floral, con la que se casó la infanta Cristina. Doña Sofía, la estrenó como collar en una de las celebraciones previas a la boda. Y fue la reina Victoria Eugenia quien aconsejó a una, por entonces, tímida princesa, que agradeciese personalmente el presente al dictador.

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