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La truculenta historia de los pendientes de Carolina de Mónaco en su última cena de Estado: el odio de una suegra y un ladrón de joyas

Este domingo 8 de junio ha sido un día histórico en el Principado de Mónaco. El príncipe Alberto y Charlène ofrecían una cena de Estado a Emmanuel Macron y a su esposa, Brigitte. La Princesa Carolina estuvo entre los invitados.

Carolina de Mónaco con los pendientes de diamantes diseñados por Cartier. GTRES

La última cena de Estado ofrecida en Mónaco fue a otro presidente de la República Francesa, François Mitterand, y su esposa, Danièle, en 1984. La escena se ha repetido este domingo, 8 de junio, esta vez con Alberto y Charlène como anfitriones y los Macron, como invitados. La princesa Carolina estaba entre los asistentes a la cena de gala, vestida con un bellísimo diseño de alta costura de Chanel, de la temporada primavera-verano de 2024. Su cuello estaba rematado por una especie de gorguera, un homenaje a la forma de vestir de los reyes de Francia.

Pero en lo que se han fijado todas las miradas ha sido en los pendientes de diamantes diseñados por Cartier que escogió de su joyero. Son dos piezas formadas por un gran diamante en talla cojín unido al cierre por un ligero lazo de diamantes. Pertenecieron a su abuela paterna, la princesa Charlotte, duquesa de Valentinois. Los ha lucido en numerosas ocasiones, como la cena de gala previa a la boda del príncipe Guillermo de Luxemburgo y Estefanía de Lannoy, en 2012, o la celebración del 50 cumpleaños de Carlos Gustavo de Suecia, en 1996. Su última aparición con ellos fue en el Baile de la Rosa de Montecarlo en 2015.

A pesar de su discreción, tienen detrás una escandalosa historia, relacionada con la abuela de la princesa, Charlotte de Mónaco. Carolina comenzó a usarlos cuando falleció su madre y recayó en ella el papel de Primera Dama del Principado. Tras la muerte de su abuela Charlotte y de su madre, el joyero de Carolina alberga piezas emblemáticas y de gran belleza. Las que pertenecieron a su abuela paterna fueron un legado directo, que no pasó por las manos de Grace Kelly.

Cuando contrajo matrimonio con Rainiero, Grace tuvo que comenzar su propia colección de joyas. La princesa Charlotte poseía un ajuar de gran valor –al que pertenecían el collar «fringe» de diamantes y la tiara de perlas, dos piezas favoritas de Carolina–, pero estas piezas se consideraban de su propiedad personal y las legó directamente a la hija mayor de Rainiero. La razón de este movimiento fue, en realidad, que Charlotte no soportaba a su nuera y nunca quiso que luciera sus joyas.

Una frialdad de hielo

La relación de Grace Kelly con su suegro, Pierre de Polignac, con quien Rainiero tenía una estrecha relación, a pesar de haber sido declarado «persona non grata» en el Principado, fue cordial y se convirtió en la razón por la que la princesa nunca fue bien recibida por Charlotte. Le parecía una advenediza. Se vieron pocas veces, una de ellas en la boda con Rainiero, pero en cada ocasión la suegra se comportó con la frialdad de un témpano.

Carolina de Mónaco, en la cena de gala con los pendientes de diamantes de Cartier. GTRES

El origen de los pendientes de Cartier no se conoce con exactitud, aunque parece que datan de la época de entre guerras. La joya fue heredada por Rainiero al fallecer su madre, en 1977, y, más tarde, legada a Carolina, que solo los estrenó tras fallecer su madre, en 1980, junto a la tiara de perlas de Cartier y el collar «fringe» de diamantes. También los llevó para varios retratos en los años ochenta.

Un ladrón de joyas

Todas las joyas de Charlotte guardan una curiosa historia que, en su día, fue un escándalo. Charlotte se convirtió en heredera del principado en 1922. Era la hija ilegítima del príncipe Luis y de una costurera, Marie Juliette Louvet, que trabajaba en un cabaret en Paris. Luis quiso casarse con ella, pero Alberto I, su padre, se lo prohibió. Se dice que se casaron en secreto, pero no hay pruebas de ello.

Carolina de Mónaco y el presidente Macron, brindando. GTRES

Charlotte contrajo matrimonio con el conde Pierre de Polignac, pero su unión acabó en divorcio. En 1949 abdicó en su hijo Rainiero. Con los años, la duquesa de Valentinois terminaría viviendo entre París y el castillo familiar de Marchais, con un supuesto ladrón de joyas, René Grey, al que se apodaba «René el bastón». También actuaba como su chófer. Acudió con él a la boda de su hijo Rainiero y Grace Kelly, en 1956, cuando él se encontraba en libertad condicional.

La princesa, que se formó en Asistente Social en la Universidad de Paris, recibió una condecoración por su labor con los presos y la medalla de plata de la Cruz Roja francesa, entre otras. A partir de 1956, se instaló en Paris, donde murió en 1977. Nunca regresó al principado. Pero parece que sus joyas no cayeron en manos de «René el bastón».