Las polémicas fotos de Leonor en Chile y el molesto efecto príncipe Harry

Mucho ha cambiado en Zarzuela desde que el emérito rey Juan Carlos hacía y deshacía aciertos y, hoy lo sabemos, desaciertos. Y, sin embargo, en la nueva era de la transparencia que parece haber inaugurado el rey Felipe persiste la misma necesidad: el control. Sobre todo en lo que se refiere a la princesa Leonor, la heredera al trono que surca ahora mismo los océanos en su primer gran viaje internacional, bajo la protección de la Armada. Y de su servicio personal de seguridad, que no es pequeño.

Como venimos comprobando en las últimas semanas, ni todos los guardaespaldas del mundo pueden detener a un paparazzi cuando decide fotografiar a una princesa, una infanta o una reina que no se resguardan en una propiedad privada. Letizia es muy consciente de ello y hace años que no la vemos en público, a no ser que ella misma lo facilite. Leonor, más confiada, se ha dejado ver en festivales, bares, centros comerciales y playas. Era cuestión de tiempo que las imágenes de la heredera se publicaran.

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En realidad, lo que hemos visto hasta la fecha no tiene trascendencia alguna: una joven veinteañera en situaciones absolutamente habituales a su edad. Sin embargo, los reyes Felipe y Letizia sorprendieron a casi todos al interponer una demanda contra el centro comercial que difundió las fotografías de Leonor tomadas por las cámaras de seguridad. Más allá de si había o no causa, la duda razonable era otra: ¿compensa iniciar una estrategia de demandas para preservar la imagen de la princesa Leonor?

Para complicar aún más la cuestión, el rey emérito Juan Carlos presentó su propia táctica judicial en las mismas fechas, con el anuncio de dos demandas contra el ex presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, y Corinna Larsen por daños en su derecho al honor. Entiéndase la paradoja: la distancia que Zarzuela quiso poner entre abuelo y nieta, quedó dinamitada al comprobar que la misma estrategia sirve a los propósitos de protección de ambos.

Aún no sabemos en qué quedarán las demandas interpuestas por el rey emérito Juan Carlos, pero ya tenemos alguna pista sobre lo que ocurrirá con la interpuesta por Zarzuela para preservar la imagen de la princesa Leonor. La fiscalía chilena ha anunciado que no ve indicios de delito y que pedirá el sobreseimiento de la causa. La razón: las fotografías se tomaron en un espacio público. Y aunque la cesión de fotos tomadas por cámaras de seguridad supone delito en España, la ley chilena no lo considera así, aunque la fiscalía admita que se trata de una «conducta inadmisible».

No parece que recurrir a la justicia ordinaria sea una buena solución para los miembros de las casas reales que han decidido recorrer ese camino. El rey emérito Juan Carlos, sin ir más lejos, ha recibido muchas críticas por litigar con una ciudadano de a pie, manteniendo todos los privilegios que comportan formar parte de una familia real.

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La pregunta, esta pregunta, queda en el aire: ¿conviene a la imagen de las casas reales que sus miembros acudan a la justicia? Evidentemente, es una lata no poder pisar la calle sin que tu imagen sea capturada por profesionales o amateurs con una smartphone, pero tal es el precio de la notoriedad en nuestros días.

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Otro miembro de una casa real que ha acudido a los tribunales ha sido el príncipe Harry, cuyos viajes a Reino Unido en los últimos tiempos solo tienen que ver con declaraciones en el estrado. Ha podido cerrar un lucrativo acuerdo con News Groups (la poderosa editora de tabloides de Rupert Murdoch) para reparar su honor. Ahora, litiga para lograr que el rey Carlos III pague los gastos de seguridad de Meghan Markle y sus dos hijos en Londres. La Corona británica no lo hace por no pertenecer ya los Sussex a la familia real.

Termine como termine este nuevo litigo de Harry, no se puede decir que sus paseos por los tribunales le hayan granjeado demasiada simpatía entre sus conciudadanos. Los diarios británicos hablan de «caos reputacional» y se le considera «desagradecido» y «mimado». Es lo último que querría cualquier royal: ser etiquetado como desconsiderado o caprichoso.

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