Condesa de barcelona
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A las dos y media de la tarde del 4 de enero de 2000, dos días después de fallecer en el Palacio de la Mareta en Lanzarote, los restos mortales de María de las Mercedes de Borbón y Orleans eran depositados en un nicho de la antesala del Panteón de Reyes del monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Allí se encontraban desde 1993 también los de su marido, don Juan de Borbón.
Los rostros de su hijo, el rey Juan Carlos, y sus nietas, las infantas Elena y Cristina, reflejaban su dolor mientras el féretro con los restos de la condesa de Barcelona era conducido a hombros por diez guardias reales hasta un carruaje de artillería tirado por seis caballos negros.
El himno nacional y las 21 salvas que conmemoran el fallecimiento de los reyes y las reinas de España sirvieron para honrar entonces a la madre del ahora monarca emérito, nueve días antes de la celebración de un gran funeral de Estado por su alma.
Oficiado el 13 de enero también en El Escorial, a él asistió la familia real al completo, además de un millar de invitados, entre ellos los representantes de los poderes y las instituciones españolas y de las principales casas reales de todo el mundo.
La condesa de Barcelona, despedida con honores de reina
Desde su regreso a España tras su largo exilio, María de las Mercedes vivió siempre en la urbanización Puerta de Hierro de Madrid, en un chalet llamado Villa Giralda, como en el que vivió en Estoril. La condesa de Barcelona falleció repentinamente a causa de un ataque cardíaco en la isla canaria de Lanzarote, donde la familia real se había reunido para celebrar el Año Nuevo, a los 89 años.
A las once de la mañana y presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, se celebraba la solemne misa funeral en su memoria, completando así los honores de reina. En su homilía, este destacó que España «ha tomado conciencia de la deuda de gratitud contraída con la madre de su rey« y también puso de relieve el «espíritu de sacrificio y lealtad» de la condesa de Barcelona «hacia la patria».
El Gobierno en pleno, encabezado por José María Aznar, el presidente del Congreso, Federico Trillo, y la presidenta del Senado, Esperanza Aguirre, así como líderes de otros partidos políticos, de las patronales y de los sindicatos, y los presidentes de las comunidades autónomas, estuvieron también presentes en la imponente basílica que mandara construir Felipe II.
A ellos se sumaban más de cien embajadores acreditados en España, el máximo responsable de la política exterior de la UE, Javier Solana, o el presidente del COI, Juan Antonio Samaranch. También hicieron acto de presencia en El Escorial los alcaldes de varias ciudades con las que la condesa de Barcelona mantuvo una especial relación a lo largo de su vida, como Madrid, Barcelona, Sevilla o Biarritz.
28 casas reales despidieron a la madre del rey
Mientras las campanas doblaban a réquiem, los reyes, el príncipe Felipe, los duques de Lugo y los duques de Palma se situaron junto al altar mayor. Enfrente se sentaron la infanta Pilar, la infanta Margarita con su esposo, Carlos Zurita, y el infante Carlos y su esposa, con sus respectivos hijos.
Acompañándoles en su dolor, una muy nutrida representación royal. Desde Marruecos hasta Nepal, hasta 28 casas reales estuvieron presentes en la misa. La reina Beatriz de Holanda o la reina Noor de Jordania se unieron a príncipes herederos como Carlos de Inglaterra, Alberto de Mónaco o Haakon de Noruega.
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Los Reyes de Bulgaria, Rumanía y Grecia también asistieron al funeral, al igual que la reina Fabiola de Bélgica, la gran duquesa de Luxemburgo o las princesas Cristina de Suecia y Benedicta de Dinamarca.
Concluida la solemne ceremonia, don Juan Carlos dirigió a todos los españoles un mensaje que el que expresó su agradecimiento «a las instituciones del Estado, a los medios de comunicación y a todos los ciudadanos» que quisieron compartir entonces el dolor de la familia real.
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