joyero royal
joyero royal
La princesa Benedicta de Dinamarca, hermana mediana de la reina Margarita II y de la reina Ana María de Grecia, y viuda de Ricardo, VI príncipe de Sayn-Wittgenstein- Berleburg, sigue en plena forma a pesar de haber llegado a los 81 años. Benedicta siempre ha sido un fidelísimo apoyo de la monarquía danesa y en especial de su hermana, la reina.
Su continua presencia en actos oficiales y encuentros de gala ha mostrado que posee una espléndida colección de joyas, algunas heredadas de su familia y otras recibidas por matrimonio, como la tiara Fringe de Sayn-Wittgenstein-Berleburg. Entre las piezas que recibió de su madre, la reina Ingrid de Dinamarca, figuran unos valiosísimos pendientes de diamantes conocidos como los pendientes de abanico, que Benedicta no se ha cansado de lucir una y otra vez con sus otras joyas.
Los pendientes tienen un diseño con un aire «art decó», aunque no se sabe su procedencia. Representan flecos que van disminuyendo de tamaño desde el centro, como un abanico, de ahí su denominación, y están formados por diamantes talla marquesa. Recuerdan también ligeramente a la cola extendida de un pavo real.
Sin embargo, no se conoce su autoría ni quien fue su propietaria original. Podrían proceder de su familia británica –los padres de la princesa Margarita de Connaught, su madre– o de su familia sueca –sus abuelos paternos, Gustavo V de Suecia y Victoria de Baden, padres de su padre Gustavo VI Adolfo de Suecia.
La reina Ingrid solía llevar los pendientes de abanico con la tiara del Khedive de Egipto, realizada en platino por Cartier, regalo de boda del príncipe egipcio para la entonces princesa, que luego lucieron en sus boda, sus tres hijas –Margarita, Benedicta y Ana María– y sus nietas Alexia y Teodora de Grecia, hijas de Ana María, y Alejandra y Natalia de Sayn-Wittgenstein- Berleburg, hijas de Benedicta.
Ingrid también los combinaba con las estrellas de diamantes de la reina Victoria de Suecia, que podían lucirse como tiara, como gargantilla o como broches, y con la que posó para varios retratos oficiales en los años cuarenta.
Antes de recibirlos como herencia, Benedicta los llevó prestados, en una visita de Estado al Vaticano, en 1964. También los escogió para la boda de la reina Margarita, ese mismo año, junto con la tiara de perlas y estrellas de su abuela, la reina Sofía de Suecia, que también forma parte de su joyero.
Benedicta recibió los pendientes abanico de su madre como regalo al cumplir 40 años, y empezó a utilizarlos de forma muy asidua en los años noventa, con otra de sus joyas favoritas, el «sautoir» de diamantes de su abuela, la reina Alejandrina de Dinamarca.
Benedicta los llevó en la boda de su sobrina Alexia de Grecia, en la boda del príncipe heredero Haakon de Noruega o en la de su sobrino, el rey Federico de Dinamarca con Mary Donaldson. Y, por supuesto en las bodas de sus dos hijas, las princesas Alejandra y Natalia Sayn-Wittgenstein- Berleburg. También los lució en la celebración de sus 75 años y en el banquete por el Jubileo de Oro de su hermana, la reina Margarita.
La reina Margarita y la princesa Benedicta se llevan cuatro años y dos Benedicta y Ana María. El nacimiento de Benedicta, en abril de 1944, supuso una decepción para los daneses, que esperaban un heredero, porque en el país seguía rigiendo la Ley Sálica. Sin embargo, con el tiempo, Benedicta ha demostrado ser el mejor apoyo para la monarquía danesa.
Disciplinada, seria, siempre está pendiente de sus deberes reales, a los que nunca renunció, ni siquiera al casarse. Su matrimonio, con el príncipe Ricardo Sayn- Wittenstein-Berleburg, una de las dinastías más importantes de Alemania, que se remonta al siglo XVI, causó polémica en Dinamarca, puesto que solo hacía veinte años que había sido invadida por el ejército nazi, durante la II Guerra Mundial.
Benedicta y Ricardo se conocieron en la boda de la reina Beatriz de Holanda, en 1966. Benedicta era la segunda en la línea de sucesión al trono de Dinamarca y se le permitió el matrimonio siempre que se estableciera en Dinamarca y Ricardo renunciara a su nacionalidad. Sus hijos también debían ser educados en Dinamarca si querían tener derechos sucesorios. La pareja contrajo matrimonio el 3 de febrero de 1968.
Pero, poco después, Benedicta quedó relegada en los derechos sucesorios al nacer sus sobrinos, Federico y Joaquín. Así que Benedicta y Ricardo se establecieron en el castillo familiar de los Sayn-Wittgenstein-Berleburg, en Alemania. Tuvieron tres hijos: Gustavo, nacido en 1969, Alejandra, en 1970, y Natalia, en 1975. Ninguno figura en la línea de sucesión al trono danés, porque todos fueron educados en Alemania.
Benedicta siguió, sin embargo, acudiendo a sus compromisos oficiales, hasta la muerte, en 2017, de Ricardo. Viajaba todo el tiempo, lo que desestabilizó su matrimonio. Nunca falta a la recepción de Año Nuevo que organiza la Reina, todos los meses de enero. Para ella las obligaciones reales están por encima de todo. Cuando el rey y el heredero están ausentes, ella se convierte temporalmente en regente.
Margarita, Benedicta y Ana María han estado siempre muy unidas. Son confidentes, consejeras, amigas. Y suelen pasar las vacaciones todos los años en el palacio danés de Grasten, residencia de la familia real en Jutland, y navegar en el yate real Dannebrog a lo largo de la costa de Sonderborg Bay.