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Traición al Sha

La princesa Shanaz, la hija del Sha de Persia que desobedeció a su padre para casarse con un plebeyo (vestida de Dior)

En un momento de tensión geopolítica en Oriente sin un heredero a la vista, la única hija del Sha de Persia decidió frustrar sus planes y casarse por amor con un plebeyo.

El Sha de Persia y su tercera esposa, Farah Diba. GTRES

«La princesa Shanaz ha contraído finalmente matrimonio con el hijo del coronel Zaedí». Tras este anuncio se escondía una historia de intrigas palaciegas en la corte del Sha de Persia que culminó, felizmente, con una boda en la que la novia lució el último vestido de novia diseñado por Christian Dior.

Pero vayamos por partes. La boda que pasó discretamente por las páginas de los ecos de sociedad de 1957, en realidad, nunca debería haberse celebrado. De hecho, en diciembre del año anterior, cuando estaba fijada la fecha de esta unión entre la única hija del Sha de Persia y el hijo de uno de los hombres fuertes de su gobierno, se canceló.

El motivo oficial para el retraso en la ceremonia que dio el palacio meses después de la cancelación fue que la madre del Sha se había roto una pierna y preferían posponer la ceremonia. Las intrigas palaciegas de la época contaban otra historia: una en la que el Sha de Persia, casado con la princesa Soraya y sin herederos varones a la vista, tenía intención de usar a su única hija para consolidar su poder.

El plan fallido de Sha para Shanaz

El Sha no tenía hijos varones, pero sí una hija de su primer matrimonio con la princesa Fawzia de Egipto, la hermana del rey Faruk con la que estuvo casado desde 1939 hasta 1948. Para superar ante sus detractores la crisis de fertilidad que vivía con su segunda esposa, Soraya, la hija de su primer matrimonio se convirtió en su única baza y estaba dispuesto a usarla. Quién no estaba dispuesta a cooperar era la propia princesa Shanaz.

Tras «anular» la boda con Ardeshir Zahedí, los rumores sobre el destino de la princesa se dispararon. Por un lado estaban los que aseguraban que el Sha había contactado con la corte del Aga Khan en el exilio para casar a su hija con el recién nombrado Karim. Con esta unión el Sha no sólo ganaría influencia en los círculos ismaelitas, seguidores del Aga Khan, sino que daría por zanjada la disputa histórica que existía entre ambas casas reales.

El rey Faisal II de Irak, en una imagen de archivo. GTRES

Pero la idea que cobraba más fuerza en los pasillos del Palacio de Mármol de Teherán era otra: que el Sha pretendía unir a la princesa a un importante aliado geopolítico, el rey Faisal II de Irak. Este matrimonio conseguiría que el Sha ganara influencia en Irak y, de carambola, en Jordania, ya que el gobernante jordano era primo de Faisal.

Todos estos planes estaban encaminados en afianzar alianzas de forma que los futuros hijos de Shanaz sirvieran, en caso de emergencia, de herederos de Persia y bajo su mandato se pudieran incluso anexionar nuevos reinos. Pero quedaron en nada cuando se acabó imponiendo la voluntad de una princesa tozuda de tan sólo 17 años que se empeñó en casarse con el «peor partido», el ingeniero y futuro diplomático Ardeshir.

Una «traición» sin recompensa

Shanaz había nacido en 1940 en Teherán apenas un año después de que sus padres se casaran. El desgraciado matrimonio de sus progenitores modeló la vida de la única heredera del Sha de Persia: creció convencida de no repetir los errores de sus padres y que se casaría por amor. Así lo hizo saber en cuanto regresó a la corte del Sha tras pasar años en un internado.

El romanticismo nos obliga a pensar que su corazón escogió al hijo del primer ministro de su país, Ardeshir Zahedí, aunque la diferencia de edad entre los esposos (Zahedí ya había cumplido los 30 el día de su boda) podría indicar otra cosa. La única pista que perdura de que la boda entre la princesa y alguien sin una sola gota de sangre real en sus venas no fue del agrado del Sha es el hecho de que no le organizó una ceremonia de las Mil y Una Noches, lo cual es mucho decir para un monarca acostumbrado a sentarse en un trono de oro decorado con 27.000 piedras preciosas engastadas.

Farah Diba, en una imagen de archivo. GTRES

Podemos decir, entonces, que Shanaz se salió con la suya. Estuvo casada con el hombre que quería y lejos de la corte que la quiso emparentar con el resto de casas reales de Oriente ya que Zahedí se convirtió en el embajador de su país en Estados Unidos. Pero este matrimonio no tuvo final feliz.

Repitiendo el mismo ciclo que su propia madre, la princesa tuvo una hija al año de casarse con el hombre que había escogido y apenas ocho años después de su boda en el Palacio de Golestán, se separó de él. Eso sí, debió de dejar algún buen recuerdo en su ex, porque Zahedí continuó toda su vida dedicado en cuerpo y alma a la familia del Sha y, de hecho, fue quien presentó al Sha a su tercera esposa, Farah Diva, y el encargado de conseguirle un hogar en el exilio a la familia real cuando fue expulsada de Irán.

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