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La relación entre Carlos Falcó y Pilar Irisarri fue un vaivén con un pie anclado a una amistad que nunca terminó. Los dos noviazgos, uno primerizo y otro a la vejez, quedaron relegados a un segundo plano entre las cuatro bodas del marqués de Griñón. Entre ellos no triunfó la complicidad y se quedó a las puertas la pasión.
Se dice que la primera aventura del marqués fue con una joven rusa, pero son todo insinuaciones. Su estreno sentimental con nombre y apellidos fue con Pilar, que era una de las mujeres más ricas de Francia. Fue antes de su prematura boda con Jeannine Girod, quien le abandonó por el presidente del Real Madrid.
Pilar y Carlos se vieron por primera vez en Londres, según cuenta Romualdo Izquierdo en su libro Los Falcó. Como describe, ella era directora de la firma Cartier en la capital del Reino Unido. «Tras un viaje juntos a Tailandia, el romance se transformó en una relación seria», cuenta el autor. Sus paseos entre templos y escenarios paradisíacos asiáticos fueron irresistibles y fraguaron lo inevitable.
Como suele ocurrir con los amores que surgen en vacaciones, les separó la vuelta a casa y la distancia. Ella no podía irse del Reino Unido por motivos laborales. Él tampoco. «Estaba empeñado en trabajar las tierras y en convertir la agricultura en una empresa moderna», cuenta el autor. Los dos eran dos joyas de la alta sociedad, atractivos y con una inmensa fortuna. Ninguno quería ceder en su éxito.
Pese a ese fracaso, ambos encontraron su camino. Ella trabajó como consejera de la galería Christie's en París, y él fue presidente de la bodega Pagos de Familia Marqués de Griñón, y presidente ejecutivo del Círculo Fortuny. Pero nunca dejaron que lo que habían creado se enfriara. Y, previsiblemente, en 2015 vivieron la segunda temporada de su noviazgo. Ya eran mayores (él tenía 78 años) y contaban con la experiencia para no caer en los mismos errores.
Aunque todo podía apuntar a una boda, su relación duró unos meses, según comentó su círculo a la revista Hola. El marqués de Griñón se casó dos años después con otra mujer, Esther Doña, con la que estuvo hasta que murió, a sus 81 años.
Pilar y Carlos pasaron ratos de discreción, vivieron momentos de intimidad y esquivaron a la prensa. Sentían gran amor por el arte, incluso fueron juntos a la feria ARCO en Madrid. Según El Mundo, también visitaron la Fundación Helga de Alvear, con una de las colecciones de arte contemporáneo más importantes de Europa.
La fortuna de Pilar Irisarri-Weiller era herencia de su padre, un arquitecto de Navarra, y de su famoso abuelo Paul-Louis Weiller, uno de los creadores de Air France. Con sus negocios, el abuelo logró una de las mayores fortunas del país y fue amigo de Greta Garbo, Charles Chaplin, Richard Nixon o el rey Juan Carlos.
La vida de Paul-Louis Weille ha sido reconocida en numerosas ocasiones por todos sus detalles fascinantes e impredecibles. Se casó dos veces, la primera con Alexandra Ghica. Con ella tuvo una única hija, Marie-Élizabeth Weiller, la madre de la que luego sería la novia de Falcó. Su segunda mujer fue incluso más bizarra que la primera, una Miss Europa llamada Aliki Diplarakou. Pilar heredó de su abuelo esa admiración por la aristocracia y el arte. Él era mecenas y ella nunca dejó de estar ligada al mundo de las subastas.
La familia continuó enamorando a la realeza, como si se tratara de una norma no escrita. El primo de Pilar, Paul-Annik Weiller, se casó con Olimpia de Torlonia (hija de la infanta Beatriz de Borbón y Battenberg y de Alessandro Torlonia, príncipe de Civitella-Cesi).
Como el rey emérito Juan Carlos, Olimpia es nieta de Alfonso XII y tía de Alessandro Lequio. Además, una de las hijas de ella y Paul-Annik, Sibilla Weiller, es una de las integrantes de la corte de Luxemburgo gracias a su matrimonio con el príncipe Guillermo. En definitiva, el arbol genealógico de Pilar quedó repleto de coronas dibujadas.
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HORÓSCOPO
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