Todas las veces que Letizia y Carlos de Inglaterra fueron la pareja perfecta: el secreto de la química entre la reina y el príncipe de Gales

Lo han vuelto a hacer. La química platónica entre la reina Letizia y Carlos de Inglaterra ha hecho saltar todos los flashes en su visita juntos a la Galería Española del Castillo de Auckland,en el condado de Durham, donde está expuesta una importante colección de Zurbarán. El saludo ha sido doble, como acostumbra a suceder entre el futuro monarca británico y la reina española: caballeresco beso en la mano de él a ella y, después, los besos en las mejillas de la familiaridad. Es una conexión que no cesa: desde la primera vez que se encontraron oficialmente, allá por 2004, con motivo de la boda de ella, todo son sonrisas entre Letizia y el príncipe de Gales. No es un secreto: estamos ante un real flechazo.

No es la primera vez que esta pareja royal se encuentra a solas, sin la compañía del rey Felipe II o Camila Parker Bowles. En 2019, también con ocasión de una exposición de arte en la National Gallery, Letizia y el príncipe Carlos compartieron confidencias a propósito de Sorolla. Entonces, la reina llegó 10 minutos tarde por un problema en el tráfico, pero a heredero de la casa Windsor le dió igual. Se mostró encantado de verla. Fue, en realidad, una real revancha. El día de la boda de Felipe y Letizia, Carlos de Gales se fue del Palacio Real sin tomar la tarta nupcial y sin despedirse. El banquete se habría retrasado tanto debido a la lluvia y al colapso de aristócratas y royals en los baños de palacio, que el príncipe de Gales tuvo que salir pitando para poder llegar a su vuelto de vuelta a Londres.

Los encuentros entre Letizia y Carlos de Inglaterra han sido siempre cordiales, pero desde la coronación la sintonía se ha ido haciendo cada vez más patente. Tras aquel breve encuentro en la boda, la pareja volvió a coincidir en la primera visita oficial del príncipe de Gales y la duquesa de Cornualles, Camilla Parker-Bowles, en 2011. Ya entonces, los príncipes de Asturias ejercieron de anfitriones y se volcaron en atender al príncipe de Gales y la duquesa durante casi toda su agenda oficial en Madrid, aunque el rey Juan Carlos y la reina Sofía presidieron la cena de gala en el palacio de la Zarzuela. Tras la abdicación del rey emérito, se estrecharon aún más los lazos de amistad, muy cálidos entre la reina y Carlos de Inglaterra: durante la visita de Estado de los reyes al Reino Unido en 2017, las risas y la complicidad fueron constantes.

Ha habido más citas menos documentadas entre Letizia y Carlos. Seguramente compartieron charlas y bailes en la boda del príncipe Guillermo y Kate Middleton en 2011. Y el cariño debió revelarse durante la reciente misa funeral que se celebró en la abadía de Westminster de Londres, tras el fallecimiento del duque de Edimburgo. ¿A qué se debe tanta complicidad? ¿Cómo se han convertido en la viva imagen de la química platónica? Sin duda, una corriente de simpatía ha debido de instalarse entre ambos, algo que no se puede forzar ni improvisar pero que seguramente tiene que ver con cierta coincidencia de objetivos. Si el príncipe de Gales es el heredero de las esencias de la etiqueta británica, el depositario de los ritos y formas de la monarquía más antigua del continente, la reina Letizia corresponde con una performance perfecta de lo que se entiende por una reina.

Todo lo que Carlos de Inglaterra representa se ve reflejado y realzado por Letizia, probablemente la reina más admirada de Europa ahora mismo. El intercambio de capital simbólico entre ambos es obvio: él le ofrece su intachable legitimidad royal y ella actualiza y rejuvenece su imagen de rey. Pero, además, subrayando con su complicidad la figura de Letizia, una mujer trabajadora, sin herencia aristócrata y divorciada, fortalece la imagen pública de su propia relación con Camilla Parker-Bowles, igualmente divorciada y cuestionada. No se nos puede olvidar, por supuesto, los especialísimos lazos familiares que unen a ambas monarquías. Indudablemente están destinadas a hacer frente común: son las guardianas de las esencias monárquicas en un continente cada vez más descreído de las instituciones históricas, en el que princesas y príncipes se parecen, cada vez más, a influencers.