MÁS QUE UNA ABUELA

La triste infancia del rey Juan Carlos: por qué la reina Victoria Eugenia le dio el afecto que sus padres le negaron

Don Juan Carlos pasó una infancia triste y solitaria. Sus duros primeros años en un internado suizo le hicieron sentirse abandonado. Fue su abuela, la reina Victoria Eugenia, quien ejerció de madre para él.

Don Juan Carlos en una imagen de su juventud. GTRES
La triste infancia del rey Juan Carlos: por qué la reina Victoria Eugenia le dio el afecto que sus padres le negaron
Elena Castelló

El rey Juan Carlos fue bautizado el 26 de enero de 1938, tres semanas después de su nacimiento en Roma. La ceremonia tuvo lugar en la capilla del Palacio Magistral de la Orden de Malta fue presidida por el cardenal Eugenio Pacelli, que luego sería el papa Pío XII. Le impusieron los nombres de Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón.

Su madrina fue su abuela paterna, la reina Victoria Eugenia, y su padrino, su abuelo materno, Carlos de Borbón-Dos Sicilias, que no pudo asistir y fue sustituido por su tío el infante don Jaime, que había renunciado a sus derechos dinásticos, algunos años antes, por su sordera.

Aquella fue una ocasión feliz para la familia Borbón que daba la bienvenida al heredero del heredero, pero fueron también momentos de tensión entre los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, que se habían separado poco después de comenzar su exilio, en 1931.

Victoria Eugenia vistió de negro con una gran piel al cuello y un broche de rubí y diamantes que había pertenecido a su abuela, la reina Victoria. El rey Juan Carlos estrenó el faldón de cristianar de encaje que después han utilizado sus tres hijos y sus ocho nietos, y recibió las aguas bautismales en la pila de Santo Domingo de Guzmán, según la tradición de la familia. Los invitados fueron agasajados a continuación en el Palazzo Torlonia, propiedad de Alessandro Torlonia, príncipe de Civita Cesi, casado con la infanta Beatriz de Borbón y Battenberg, tía paterna de don Juan Carlos.

A pesar de la celebración, la atmósfera era también de gran preocupación por la situación política, tanto por la guerra civil de España, que era una tragedia para la familia real, como por la vigencia del fascismo en Italia. Ya desde el comienzo de su vida, don Juan Carlos se vio envuelto en circunstancias trágicas. A pesar de todo, su madrina estaba entusiasmada: le describía en sus cartas como «un bebé dulce, con la cabeza pequeña, una cara deliciosa y rubio».

Un palacete suizo para la reina Victoria Eugenia

En los primeros momentos del exilio, la familia real se había trasladado a Francia y, más tarde, a Italia. Pero Victoria Eugenia, que no quiso fijar su residencia en Italia junto a su marido, regresó a Londres, donde estuvo cerca de su madre, la princesa Beatriz. Al comienzo de la II Guerra Mundial se trasladó a Lausana, en Suiza, y allí se instaló definitivamente en la propiedad la Vieille Fontaine, un palacete enclavado cerca del lago Léman donde acudían amigos y familiares y, sobre todo, sus nietos.

Victoria Eugenia Julia Ena de Battenberg nació en Escocia, en el Castillo de Balmoral, el 24 de octubre de 1887. Era hija de Enrique de Battenberg y de la princesa Beatriz, hija menor de la reina Victoria y del príncipe Alberto. Fue bautizada en el salón del castillo y entre sus padrinos figuraban su tío paterno, el príncipe Luis de Battenberg, y la emperatriz Eugenia de Francia.

La reina Victoria Eugenia de Battenberg. GTRES

Victoria Eugenia fue considerada una mujer resistente y muy consciente de lo que debía ser una monarquía moderna, siempre al servicio de la gente. «Tenía muy claro que la familia real solo existe en función de su servicio al país», apuntaba hace unos años en una entrevista la infanta Pilar. A pesar de las duras circunstancias que atravesó, por las infidelidades de su marido, que la culpaba de que sus hijos Alfonso y Gonzalo heredaran la hemofilia de su familia, y de que nunca se había sentido querida por los españoles, Victoria Eugenia mostró siempre una gran fortaleza y capacidad de adaptación.

Tras la muerte de Alfonso XIII en 1941, afrontó sola su exilio, y se convirtió en la figura central de la familia. Fue ella quien ejerció de segunda madre con don Juan Carlos, cuando éste, siendo todavía un niño muy pequeño, fue escolarizado en un internado de Friburgo, mientras sus padres y hermanas partían a Estoril, en Portugal, en 1946. Siempre ejerció de impecable anfitriona y daba su opinión sobre la delicada situación de España.

Victoria Eugenia acorraló a Francisco Franco

Según una anécdota que cuanta el historiador Paul Preston, con ocasión del bautizo del entonces príncipe Felipe, en un momento en el que el recién nacido, su padre y su abuelo estaban juntos, Victoria Eugenia acorraló a Franco diciendo: «'Bueno, Franco, tiene a los tres ante usted. Decida'». El caudillo se decidió, el 22 de julio de 1969, poco después del fallecimiento de la reina, el 15 de abril, en Lausana.

Pero, a pesar de las dificultades, aquel niño rubio que era su nieto constituía la razón para seguir adelante. Juan Carlos fue educado, primero, por dos nannies suizas y, después, al cumplir cuatro años, su familia se traslada a Lausana y don Juan decide que ingrese en el Colegio de los Marianistas de Friburgo. Allí, don Juan Carlos sufrió por la crueldad de sus compañeros y la dureza de sus profesores. Se sintió abandonado por su familia.

Don Juan Carlos, en una imagen de 1971. GTRES

Su padre le prohibió a su madre que le llamara durante los primeros 15 días, para que se adaptara. Cuando, desorientado, se niega a asistir a su primera clase, le arrastran hasta el aula y le dan una bofetada para que esté callado. Sus notas son pésimas, como su comportamiento. Era disléxico y tenía dificultades de aprendizaje, algo que sólo se descubrió años más tarde.

La reina Victoria Eugenia, una abuela-madre

Un día, sus compañeros le dan una paliza y le dejan sordo de un oído, lo que obligó a practicarle una complicada cirugía. Su vida ya no volvió a ser la de un niño. «Yo tuve que superar todo aquello solo», contaba en una biografía escrita por el hispanista Paul Preston. «Fue el final de mi niñez». Su único apoyo en ese tiempo fue su abuela, la reina Victoria Eugenia, que iba a lavarle todas las semanas y le invitaba a comer sábados y domingos. Era ella quien se ocupaba de que su ropa estuviera cuidada, de que comiera platos españoles y de que recibiera el calor y el afecto que le faltaban.

Aquella reina valiente fue su querida abuela, su apoyo y su refugio. Fue para él una abuela-madre. En aquel palacete suizo en el que encontró el apoyo que le faltaba se anunció también, en diciembre de 1961, su compromiso matrimonial con Sofía de Grecia. Pero, antes de convertirse en un joven lleno de expectativas, todos sus biógrafos coinciden: la soledad siempre acompañó a don Juan Carlos desde muy temprano.

Don Juan Carlos y doña Sofía, en una imagen retrospectiva. GTRES

En 1948, cuando tenía ocho años, don Juan aceptó que se reuniera con el resto de la familia, en Villa Giralda, en Estoril, pero fue por poco tiempo. Juanito, como le conocían los íntimos, pasó algún tiempo yendo y viniendo entre Madrid y Estoril, dependiendo de si las relaciones entre su padre y Franco iban bien. Él se sentía como una pelota de ping-pong, según confesaba en una entrevista en 2014. Pero nunca le faltó el apoyo de Victoria Eugenia. Ella quería morir sabiendo que había un rey en el trono de España. Su nieto cumplió sus expectativas, aunque ella no llegó a saberlo.

Victoria Eugenia murió en su residencia de Lausana el 15 de abril de 1969, a consecuencia de una enfermedad hepática irreversible. Fue enterrada en la capilla del Sacré Coeur de Lausana. El 25 de abril de 1985, la Casa Real trasladó sus restos y los de sus hijos Alfonso, Jaime y Gonzalo a España. Todos reposan en el Monasterio de El Escorial. Después de pasar el tiempo establecido en la Cripta real, en octubre de 2011 fue ubicada en el Panteón de los Reyes, compartiendo estancia con su esposo, Alfonso XIII.

HORÓSCOPO

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Sagitario

Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.