JOYERO ROYAL
JOYERO ROYAL
El joyero de la realeza sueca es uno de los más completos, espectaculares y valiosos de Europa. Son innumerables sus tiaras grandes y majestuosas, y sus valiosos aderezos elaborados con las mejores piedras preciosas. Una parte procede de la emperatriz Josefina de Francia y del legado de la reina de Suecia y Noruega Josefina de Leuchtenberg.
Pero muchas de las tiaras llegaron a la familia Bernadotte en 1905, cuando la princesa Margarita de Connaught contrajo matrimonio con el príncipe Gustavo Adolfo de Suecia. Al fallecer la reina prematuramente, en 1920, embarazada de su octavo hijo, por una infección, sus tiaras fueros repartidas entre sus hijos. Una parte sigue en el joyero real, mientras que otras fueron a parar al de la reina Ingrid de Dinamarca, hija de Margarita.
Una de estas joyas heredadas por los hijos de Margarita es la llamada tiara de rubíes de Eduardo VII, un regalo de boda para su sobrina Margarita del rey Eduardo VII y de su consorte, la reina Alejandra, a juego con un collar. Margarita legó la tiara del Jedive de Egipto a su única hija, la reina Ingrid de Dinamarca. El hermano mayor, el príncipe Gustavo Adolfo, heredó la tiara de diamantes Connaught y la tiara Kokoshnik de aguamarinas; el príncipe Bertil, la tiara de corona de laurel de diamantes Boucheron; el príncipe Carlos Johan, un collar de diamantes; y el segundo hijo, el príncipe Sigvard, recibió la tiara de rubíes del rey Eduardo VII y una tiara de amatistas.
En la última cena de Estado celebrada por los reyes de Suecia, Carlos Gustavo y Silvia, con motivo de la visita oficial de la presidenta de Islandia, Halla Tómasdóttir, hemos visto a la princesa Magdalena lucir, por primera vez, esta tiara de rubíes y diamantes, una de las más bellas del joyero real, favorita de la reina Silvia, y con una de las historias más agitadas.
Magdalena estuvo acompañada por su marido, el financiero Chris O'Neill. El matrimonio regresó el año pasado a Suecia, después de 14 años viviendo fuera del país y parece que asistirán con más frecuencia a los actos de la Corona. Con un diseño fucsia palabra de honor del diseñador venezolano Ángel Sánchez, estrenado en la ceremonia de los Premios Nobel de 2019, Magdalena escogió esta tiara de rubíes, objeto de una larga disputa familiar, quizá como símbolo de que los enfrentamientos en la familia siempre tienen solución.
El príncipe Sigvard perdió su título –y se convirtió sencillamente en Sigvard Bernadotte– y su posición al casarse, en 1934, con una plebeya, la actriz Erica Maria Patzek, de la que posteriormente se divorció. A continuación, se casó con la danesa Sonja Christensen Robbert y el matrimonio duró de 1943 y 1961. Tuvieron un hijo. En 1951, Sigvard fue nombrado Conde de Wisborg en Luxemburgo, un título honorífico, pero nunca recuperó su título y su tratamiento real.
La tiara de Margarita apenas se utilizó hasta que la segunda esposa de Sigvard decidió lucirla en la celebración del decimoctavo cumpleaños de la reina Margarita de Dinamarca y en una visita de Estado de los reyes de Holanda, en 1953. También la llevó la actriz Marianne Lindberg Tchang, su tercera esposa, con quien se casó en 1961, una actriz excepcional que había trabajado con Ingmar Bergman y era musa del diseñador Pierre Balmain.
Antes de conocer Sigvard tuvo que reponerse de un divorcio y de la muerte de un hijo de dos años. En 1985 fue nombrada una de las 10 mujeres mejor vestidas por la Cámara Sindical de la Alta Costura. Con el tiempo, Sigvard le entregó la tiara a su padre, el rey Gustavo Adolfo, a cambio de que le donara dinero en efectivo para paliar su complicada situación económica.
Sigvard pensaba que, pasado un tiempo, le devolvería la tiara. Pero el rey nunca se la devolvió. En lugar de esto, se la legó, al morir, en 1973, al hijo de Sigvard, Michael Bernadotte. En los años ochenta, Michael se la vendió al rey Carlos Gustavo. Sigvard montó en cólera cuando la reina Silvia utilizó la tiara en la boda del príncipe Joaquín de Dinamarca y Alexandra Manley, en 2008.
A pesar de esta disputa familiar, Marianne Lindberg Tchang, condesa de Wisborg, la tercera esposa de Sigvard y la tía más longeva del rey Carlos Gustavo de Suecia, que falleció el pasado 16 de mayo a los 100 años, tuvo siempre una muy buena relación con la familia real sueca. Pasó sus últimos años dedicada a la filantropía. Marianne usó la tiara en numerosas ocasiones, como diadema y como collar, en la década de los sesenta, incluso en la celebración del sesenta cumpleaños de su suegro, el rey Gustavo VI Adolfo de Suecia, en 1962.
Fue a finales de los años sesenta, cuando Sigvard entregó la tiara a su padre, a cambio de dinero, creyendo que la tiara le sería devuelta en una fecha posterior. Sin embargo, el rey no estuvo de acuerdo. Pero el rey le legó la tiara al hijo del príncipe Sigvard, su nieto, el conde Michael Bernadotte, a su muerte en 1973. Sigvard se quedó sin título y sin joya y con un gran resentimiento. Sin embargo, el conde Michael prestó la tiara a su madrastra, Marianne, en varias ocasiones.
En los años ochenta, el rey Carlos XVI Gustavo de Suecia compró la tiara al conde Michael, y la reina Silvia la lució por primera vez como collar durante la visita de Estado a los Países Bajos en 1987. Más tarde, el príncipe Sigvard armó un escándalo cuando la reina Silvia la lució en la boda del príncipe Joaquín de Dinamarca y Alexandra Manley en 1995, y estuvo varios años sin lucirse. El rey de la a Marianne para una cena de gala en 2001, en la que la lució como collar. Poco después, falleció Sigvard.
A finales de la década del 2000, la reina Silvia comenzó a lucir la tiara de rubíes con mucha más frecuencia, en numerosas visitas de Estado. Más recientemente, la reina Silvia lució la tiara en la cena de gala del cincuenta cumpleaños del príncipe heredero Federico de Dinamarca, en 2018.