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La familia de la reina Camilla parece estar llena de mujeres excepcionales y rompedoras para su época, origen de escándalos en la realeza y la alta sociedad. Es conocida la historia de su legendaria bisabuela, Alice Keppel, la última amante y la más influyente del rey Eduardo VII, a la que la reina Alejandra permitió incluso visitar al rey en sus últimos momentos para despedirse.
Gracias a la fortuna que Alice obtuvo de su relación con Eduardo VII, compró una palaciega villa en la Toscana, cerca de Florencia, en la que Camilla y sus hermanos, Anabelle y Mark, jugaron de niños durante las vacaciones de verano. Se llamaba Villa dell'Ombrellino y tenía unas extraordinarias vistas de la ciudad. Allí, bajo el cenador que da nombre a la casa, Camilla leía vorazmente los innumerables tomos de la biblioteca, entre ellos el volumen Broderie Anglaise escrito por su tía abuela Violet, la primera hija de Alice Keppel, o El desafío, de la aristócrata y poetisa Vita Sackville-West.
Aquellos libros no eran sólo ficción. A través de sus páginas, la reina pudo conocer uno de las mayores historias de amor de la aristocracia inglesa del siglo XX oculta durante décadas. Se trataba del apasionado romanceque vivieron ambas mujeres –Violet y Vita– , que llegaron a fugarse en varias ocasiones, dejando atrás sus matrimonios. A Violet, que había nacido en 1894, le gustaba decir que era hija del rey Eduardo VII, aunque esto no era verdad. Ella tenía cuatro años cuando se inicio el idilio entre Keppel y el monarca.
Su padre era George Keppel, hijo de William Keppel, séptimo conde de Albemarle, aunque sí pudo ser hija del rey su hermana menor, Sonia. Sonia Keppel, casada con el tercer barón Ashcombre, Roland Cubitt, fue la abuela materna de Camilla. Alice disfrutaba de su mansión florentina, mientras Violet era enviada a un internado.
La niña era rebelde y obstinada. En una de estas estancias escolares conoció a Vita, hija del acaudalado Lord Sackville, y dos años mayor que ella. A los 14 años, Violet le declaró su amor eterno. Fue el origen de una relación escandalosa que duró una década.
Violet era morena, seductora y con una mirada cautivadora. Vita cayó rendida a sus pies. Ya adulta, Vita se comprometió con el diplomático y escritor Harold Nicolson, pero siguió manteniendo su vínculo con Violet que, por su parte, atormentada por los celos, decidió casarse con Denys Trefusis, un joven militar de origen aristocrático que había luchado en la I Guerra Mundial.
Sin embargo, antes de que se celebrara la boda, Violet y Vita se fugaron a Francia, donde vivieron juntas durante meses. Violet le dijo entonces a su futuro esposo que sólo se casaría con él si prometía que nunca tendrían relaciones sexuales. A pesar de lo insólito de la petición, Denys accedió.
Los Trefusis se casaron en Mayfair, en 1919, y un día después de su llegada a París, en su luna de miel, Violet y Vita se alojaron en el hotel Ritz y tuvieron su primera noche de pasión sexual. «La traté con brutalidad. La poseí. No me importaba, solo quería hacerle daño a Denys», escribió Vita posteriormente.
Al día siguiente, citaron a Denys para contarle que su matrimonio era una farsa. «Violet le dijo que había tenido la intención de fugarse conmigo en lugar de casarse con él; le dijo que no le gustaba. Él se puso muy pálido y pensé que se iba a desmayar. Quería decirle: «¿No lo sabes, estúpido, es mía en todo el sentido de la palabra?», escribió Vita en su diario. Denys rompió a llorar. Se sentía utilizado y engañado. Poco después, Violet y Denys dejaron París y viajaron al sur, pero al llegar a San Juan de Luz durmieron en habitaciones separadas.
Vita escribía a Violet desde París para asegurarse de que no tenían relaciones sexuales. Ya en Inglaterra, las amantes, que no soportaban estar lejos, planearon otra fuga. Para consolarse, el marido de Vita, Harold Nicolson, se buscó un amante: el modisto francés Edward Molyneux, una de las estrellas de la moda de las décadas de los veinte y treinta.
Pero aquella relación entre Violet y Vita nunca fue solo algo físico. Se amaban profundamente. Sin embargo, cuando Violet sugirió comprar una casa en Sicilia y mudarse allí juntas definitivamente, Vita se echó atrás: no le atraía una vida de aislamiento social, incluso ruina económica. Pidió a su marido y al de Violet que viajaran desde Inglaterra para terminar con la relación.
Se produjo una violenta escena entre los cuatro, pero finalmente nada cambió, aunque quedó claro que las dos mujeres tenían puntos de vista diferentes. Mientras Violet estaba dispuesta a dejarlo todo –su reputación, su dinero, su marido, su futuro–por Vita, ésta no quería perder lo que tenía, especialmente su posición social. Hubo numerosas rupturas y reconciliaciones en los años siguientes. Violet y Denys terminaron separándose. Vita y Harold no.
Alice Keppel le pidió a Violet que buscara un lugar donde vivir en Italia, y finalmente se instaló con su madre en Villa dell'Ombrellino. Cuando Alice falleció, apenas dos meses después del nacimiento de su nieta Camilla, hoy reina de Inglaterra, Violet heredó la casa.
Y allí, durante su infancia, disfrutaron Camilla y sus hermanos, deleitándose con los amplios jardines. Cuando Camilla regresó a Ombrellino hace unos años, encontró la propiedad vacía y abandonada y expresó con tristeza su esperanza de que se pudiera hacer algo para devolverle el esplendor a la casa.
Tras su ruptura con Vita, a partir de 1923, Trefusis mantuvo una relación con Winnaretta Singer, heredera de Isaac Singer, fundador del imperio de las máquinas de coser, y esposa del príncipe Edmond de Polignac. Trefusis se convirtió con el tiempo en una mujer mucho más discreta, como lo había sido su madre, para ser «socialmente aceptable» aunque sin ocultar su homosexualidad.
Violet falleció a los 77 años, en 1972, sola. Vita tuvo dos hijos y vivió una vida plena como escritora y diseñadora de jardines. Vivió un idilio con la escritora Virginia Woolf. Violet, por su parte, nunca más pudo encontrar una pasión semejante.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.