vacaciones para soñar
vacaciones para soñar
Quienes han seguido en HBO la serie The White Lotus saben de lo que hablamos. Para los que no, diremos que son tres temporadas. La primera, ambientada en el hotel Four Seasons Resort Maui de Wailea, la segunda en San Domenico Palace, en Taormina y la tercera en el Four Seasons Resort Koh Samui en Tailandia. Aethos Mallorca sería ideal para una cuarta, no tiene nada que envidiar a los ya mencionados y cuenta con todos los ingredientes para ser la base de un guion vertiginoso y de unas vacaciones irrepetibles.
Lo primero que llama la atención del visitante es que apenas una semana después de la apertura, el engranaje funcione a la perfección (en el momento de publicación de este reportaje ya estará más a punto si cabe). Este impresionante hotel boutique todavía huele a nuevo, los operarios trabajan con discreción en los últimos rincones que aún necesitan pequeños ajustes, y el personal aparece impecablemente vestido con uniformes de The Lab Uniform. Tan elegantes, por cierto, que podrían confundirse cualquiera de sus selectos clientes si nos los encontráramos aisladamente. Guapos, jóvenes y con una educación exquisita, dotan de dinamismo y naturalidad al establecimiento en el que el único dress-code que se exige es que el huesped se encuentre a gusto.
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Durante nuestra visita hacía una temperatura ideal en unos días en los que en la península campaba a sus anchas la primera ola de calor del verano. Nada más llegar, en la recepción te ofrecen como bienvenida deliciosos bebidas naturales y cocktails, con o sin alcohol, mientras en apenas unos minutos que pasan volando, te asignan tu habitación que, de todas todas, tendrá una espectacular vistas a un Mediterráneo tranquilo y de azul intenso que, en función de la hora del día, incluso nos puede recordar al Caribe cuando la luz hace su trabajo.
El azul no es precisamente un color que forme parte de la paleta en la que está decorado Aethos Mallorca. En el estudio de Ballesteros Drussetta han decidido prescindir de él. Ya es sumamente protagonista gracias al mar, y han optado por tonalidades muy evocadoras inspiradas en el entorno natural del establecimiento. Lo más relevante es que no distraen al visitante del propósito del viaje y generan una atmósfera relajante de la que te vas imbuyendo conforme pasan las horas. La elegancia y el buen gusto pasan inadvertidos a primera vista, pero nos envuelven. Ese es el secreto, la discreción de la clase.
Su gran reto era reconvertir un edificio que ya se encontraron construido bajo otros cánones estéticos en el epítome de la clase y el refinamiento, huir de la ostentosidad del primer propietario y constructor de incierto futuro. Una apuesta por lo sencillo y lo artesanal, con mano de obra mallorquina, que abarca desde las mesas de madera maciza, las sillas de ratán, al material de papelería, perfecto para encontrar la inspiración y escribir notas de amor, llegado el caso. Sobresalen los terrazos perfectamente pulimentados, las losetas hidráulicas bicolores y los azulejos artesanales en un conjunto armónico, donde los espacios curvos contribuyen a dotar de dinamismo las instalaciones.
Cada una de las 61 habitaciones y suites (dos de ellas sin ningún tipo de barrera arquitectónica, para personas con diversidad funcional) están diseñadas y decoradas de tal forma que invitan a convertirlas en una experiencia en sí misma. Los pequeños detalles hacen la diferencia. Así como en otras circunstancias podemos buscar un hotel solo para pernoctar o como base de operaciones para hacer rutas turísticas, en esta ocasión es más que recomendable tomarse el tiempo suficiente para disfrutar de la experiencia de la habitación y el resto de las instalaciones del establecimiento. Una opción no excluye la otra.
Es imperativo dedicar tiempo de calidad a dormir en un incomparable colchón Royfort, ducharse mientras se observa en la lontananza el mar y la piscina infinita bajo tus pies, enjabonarse con las amenities orgánicas de la firma danesa Woods y secarse el pelo con un Dyson de última generación mientras escuchas la música que más te apetezca en un altavoz de Loewe. También contribuye a crear un ambiente térmico estupendo el enorme ventilador de techo que distribuye el aire fresco a un ritmo perfecto, con mayor sutileza que los aires acondicionados, grandes enemigos de las gargantas sensibles. Es una delicia dormir bajo las impolutas sábanas blancas mientras el aire te acaricia la cara hasta que concilias el sueño.
Si arrastras estrés, inquietud o malos sueños, este hotel es idóneo para deshacerse de las vibraciones negativas, por lo que no te marches sin haber recibido un masaje en las partes de tu cuerpo que más lo necesiten. En Aethox Mallorca han seleccionado las mejores manos para que la experiencia no solo sea gratificante sino sanadora, y disfruta de su spa recién inaugurado, solo en compañía, para eliminar las toxinas, tonificar los músculos y la piel, abandonar los pensamientos recurrentes y dejarte llevar por el placer del aquí y el ahora.
La gastronomía es un punto y aparte. Para empezar el día con energías renovadas, dispones de un desayuno buffet muy selecto y natural, con las frutas de temporada mejor escogidas, fiambres y quesos autóctonos, una notable selección de bollería artesana y unos panes, de harina de xeixa con tomate y con algarrobas, que vas a devorar, bien para acompañar los encurtidos o para untar con ali-oli con remolacha, todo un descubrimiento. En la carta encontrarás diversas opciones. Yo no me perdería los huevos de corral autóctonos, cocinados en diferentes recetas, y unos pancakes adictivos que se derriten en el paladar. El café portugués es de otro planeta.
Para almorzar o cenar, no necesitarás complicarte porque la gran virtud de la cocina de Aethos Mallorca es la materia prima de proximidad preparada de la manera más elemental y al mismo tiempo creativa para que no pierda ni su esencia, ni su frescura o su sabor. La lubina con ali oli es espectacular, como también lo son las carnes a la brasa, las ensaladas con lechugas y hortalizas frescas del terreno y las gambas de Söller, una experiencia inolvidable. Tu memoria sensorial te lo agradecerá.
Si eres perezoso y disfrutón, puedes echar el día en la piscina infinita, de aguas cristalinas y calmas, desde la que otear la increíble panorámica de la bahía. Si lo que quieres es bañarte en el mar, estás al lado de playa Palmira, y si deseas regalarte una experiencia única, el hotel pone a disposición de sus clientes un yate con una tripulación que frisa la excelencia y que te llevará a Playa Blanca para bañarte en alta mar y practicar esnórquel junto a los arrecifes donde los peces nadan plácidamente y ajenos a los intrusos. No te arrepentirás.