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Cada vez es más frecuente ver gente por la calle conectada a sus inseparables auriculares. Las principales marcas de telefonía nos bombardean con publicidad que nos dice que un teléfono va indisolublemente unido a uno de estos dispositivos. Hasta el punto de que su uso es casi un complemento de moda y cuando uno los lleva es como decir: "No me molestes, estoy ocupado conmigo mismo".
Si juntamos esto con el confinamiento que hemos sufrido durante la pandemia del COVID 19, no hemos parado de ver gente haciendo deporte o videoconferencias con sus audífonos. Pero mucho cuidado, esta situación puede entrañar un peligro inadvertido. Si nuestro sistema auditivo se ve sometido durante periodos prolongados de tiempo a sonidos con una intensidad demasiado alta, se puede ver lesionado de manera irreversible.
Nuestro sistema auditivo tiene la misión de transformar los estímulos sonoros en impulsos nerviosos a través del nervio auditivo para que así lleguen a nuestro cerebro, dónde se procesan. Esto se realiza a través de un complejo sistema de huesecillos y conductos revestidos con unas células llamadas células ciliadas, que en la mayoría de los casos son las que primeramente se dañan y luego terminan por morir, haciendo el daño irreversible ya que en los humanos este tipo de células no se regenera, al contrario de lo que sucede que en otras especies, como las aves y los anfibios, que sí lo hacen.
Para que nos hagamos una idea, una conversación normal suele alcanzar los 60 decibelios (dB), el ruido de una motocicleta puede alcanzar los 110 dB, una sirena o las explosiones de los fuegos artificiales pueden alcanzar los 150 dB. El sonido que escuchamos a través de nuestros auriculares, si no se pone ninguna limitación, puede alcanzar los 110 dB o más. Algo que puede ser altamente lesivo para nuestro sistema auditivo. Existen aplicaciones en nuestros teléfonos móviles, que nos podemos descargar, para medir con facilidad la intensidad de los sonidos.
En general se acepta que los sonidos por encima de 85 dB son los que nos pueden producir daño, pero también hay que tener en cuenta la duración. Una regla mnemotécnica utilizada por los especialistas es la del 60/60. Esto significa no superar el 60 % del volumen de los auriculares durante más de 60 minutos. Se ha podido comprobar que son más lesivos los dispositivos intraauriculares que los que tienen forma de casco, afortunadamente estos cada vez están más de moda.
Las lesiones que el sonido intenso puede causar a nuestros oídos son múltiples. Desde la pérdida brusca de audición por una explosión o bien una disminución durante un periodo limitado de tiempo, por ejemplo cuando salimos de un concierto de rock u otro lugar con una intensidad elevada de sonido. La pérdida de audición puede ser lenta y sumada al deterioro progresivo, que ya de por sí produce la edad, puede hacernos necesitar un aparato de audición a una edad temprana, de 35 a 50 años en vez de a los 70 u 80 que sería más normal. Y todo por no controlar el volumen de los auriculares.
Los tonos que se ven afectados más tempranamente son los agudos y después los graves. Para medir la pérdida de audición se emplea una técnica llamada audiometría. Pero el tema no queda ahí. Los tinnitus y los acúfenos son ruidos, chasquidos o zumbidos que escuchamos de manera continua. Pueden llegar a ser tremendamente desagradables, no tiene más que hablar con cualquier persona que los padezca para que se lo explique. Además, tienen una mala solución médica y a veces son difícilmente controlables o incluso irreversibles.
Mucho ojo con los niños y adolescentes, entre la música y los videojuegos pueden pasar varias horas al día con auriculares, sometidos a sonidos lesivos de alta intensidad. En el mercado hay algunos dispositivos especiales para niños, con una intensidad máxima regulada para evitar este tipo de daños.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.