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¿Alguna vez te has preguntado cómo una tortuga puede vivir cientos de años y qué secretos guarda para la longevidad y el bienestar? La respuesta puede estar en su capacidad para retirar sus sentidos y conectarse con su núcleo interior, un estado de profunda relajación y conciencia que los practicantes de yoga llaman pratyahara. Esto convierte a la postura de la tortuga, o kurmansana, en un must del yoga. Ensancha caderas, tiene efecto detox y mucho más.
La postura de la tortuga es una asana realmente especial porque puede ayudarte a lograr ese estado mental y corporal que vas buscando. Pero en lugar de seguir ciegamente esta postura, primero es fundamental conocer los pasos y beneficios de hacer kurmasana. Eso es lo que vas a poder descubrir en las siguientes líneas.
Kurmasana es una postura desafiante que requiere flexibilidad, fuerza y equilibrio. La postura de la tortuga no se recomienda para principiantes, sino para estudiantes de yoga intermedios o avanzados que hayan dominado las posturas preparatorias, como la del águila, la silla, ángulo lateral extendido o la postura del perro boca abajo.
Para empezar, y con la espalda erguida y las piernas abiertas, siéntate en el suelo. Asegúrate de que los dedos de los pies miren hacia afuera. Acerca los pies a las caderas y doble las rodillas. Coloca las palmas de las manos en el suelo entre las piernas y deslízalas hacia adelante lo más lejos posible. Levanta las caderas del suelo y baja el torso entre las piernas. Ahora acerca el pecho y el mentón lo más posible al suelo.
Desliza los brazos por debajo de las piernas y extiéndelos hacia los lados. Intenta tocar el suelo con los codos y coloca las manos detrás de la espalda. Mantén la postura durante el tiempo que quieras mientras estés cómoda, respirando con normalidad y relajando los músculos. Para salir de la postura, desliza los brazos desde debajo de las piernas y levanta el torso y las caderas del suelo. Estira las piernas y relájate.
No hagas ningún sobreesfuerzo con los músculos o las articulaciones si sientes dolor o molestias. Relájate y modifica la postura según tu nivel de flexibilidad y fuerza. Utiliza una correa de yoga o una toalla para sujetar las manos detrás de la espalda si no puedes alcanzarlas. Usa un bloque de yoga o un cojín para apoyar el pecho o la barbilla si no puedes tocar el suelo. Y si tienes alguna lesión o condición médica que pueda afectar a tu práctica, busca el consejo de un experto antes de acometer la postura.
Kurmasana es una postura poderosa que puede ofrecer muchos beneficios para la salud, tanto física como mental. Esta asana comprime y masajea los órganos abdominales, mejorando su función y eliminando toxinas. Es decir, tiene un estupendo efecto detox. También ayuda a regular el metabolismo y el apetito y a prevenir el estreñimiento y la indigestión.
Además, alarga y alinea la columna vertebral, mejorando la postura y reduciendo la tensión y la rigidez en la espalda. Esto también puede aumentar la flexibilidad y el rango de movimiento de las articulaciones al estirar y abrir las caderas, los isquiotibiales y los hombros. Es beneficioso para aliviar la inflamación y el dolor que causa la ciática.
Kurmasana expande el pecho y la caja torácica. Crea más espacio para que los pulmones respiren. También mejora la ingesta de oxígeno y la salida de dióxido de carbono, mejorando la eficiencia respiratoria y la capacidad pulmonar. Un beneficio notable de la postura de la tortuga es que puede ayudar a prevenir o tratar problemas respiratorios, como asma, bronquitis y alergias.
Como ya se sugirió al comienzo, hacer la postura de la tortuga induce a un estado de pratyahara, o retraimiento de los sentidos, que es una de las ocho ramas del yoga. Al excluir los estímulos y distracciones externas, kurmasana permite que la mente se concentre en el interior y se calme. También alivia los niveles de estrés y ansiedad y promueve la concentración y la meditación. Puede ayudar a mejorar la claridad mental y la memoria y fomentar un sentido de conciencia interior y conexión espiritual.
Kurmasana es más que una postura física. También es un gesto simbólico de entrega del ego y los apegos mundanos y de aceptación del yo interior y lo divino. Al imitar a la tortuga, la postura te enseña a estar contenta y segura en tu caparazón y a conectarte con tu verdadera esencia y propósito. También te ayuda a darte cuenta de que eres parte de un todo más grande y poder acceder así a la conciencia universal y al potencial infinito que hay dentro de ti.