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Redondo de ternura

Sé dónde vamos: a casa de la abuela. Allí, el año anterior, probé el célebre redondo de ternera, la mejor concesión a la gastronomía tradicional navideña.

Una ilustración de Maite Nieba para 'Amor Rural'. / Maite niebla

Pina Graus
PINA GRAUS

Hay mucho ajetreo y un sinfín de aromas llegan a mi hocico. No huele a carne, sino a lombarda con manzana y a croquetas de boletus. Por fin, embutidos en abrigos y bufandas, nos dirigimos al coche. Mientras me acomodo en la alfombrilla, pienso: “Espero que haya algo más que setas y reinetas”. Sé dónde vamos: a casa de la abuela. Allí, el año anterior, probé el célebre redondo de ternera, la mejor concesión a la gastronomía tradicional navideña. Bueno, también había unos bichos raros con antenas en la cabeza y jamón de pata negra. ¡Eso sí que no suelo catarlo, ya que mi dueña es vegetarara!

Hace tiempo le regalaron una cerda extremeña que se quedó a vivir con nosotros y, si ya era rarita para las comidas, desde entonces ni el chorizo ni el jamón volvieron a entrar en casa. Me gusta venir a casa de su madre, donde siempre soy objeto de atención. “¡Qué perrillo tan listo, qué amor!”, dicen todos. Al oírles, adopto la postura de perrito de las praderas, que consiste en ponerme erguido sobre las patas traseras, en actitud pedigüeña, según unos, y muy gracioso según otros.

La abuela es una mujer mayor, pero solo en apariencia, porque se mueve ágilmen te de un lado a otro, probando esto, tapando aquello. Por fin se van sentando todos y desaparezco bajo la mesa. Hay tantos olores diferentes que me mareo. “¿Dónde está Bufalino?”, pregunta alguien. Me acerco, asomo el morro y una mano desliza en mi boca un delicioso trozo de carne.

Durante la cena, cuentan anécdotas y me entero entre otras cosas de que mi dueña, cuando era una niña, se encariñó de un pavo “navideño” al que llamó Carioco. Ella y sus hermanos lo paseaban por el barrio con una cuerda a modo de correa. Claro, que desconocía el futuro que le esperaba a su nuevo amigo. Una mañana llamaron a la puerta y se dio de bruces con la cruda realidad: un hombre sonriente sostenía al pavo desplumado cogido por las patas. Puede que aquella visión fuese el principio de lo que desembocó años después en una negativa a comer nada que tuviera patas u ojos. “Aquella Nochebuena fue terrible, con todos los niños llorando alrededor de la mesa”, recuerda la abuela.

Los perros tenemos una parte de nuestro corazón conectado al de los humanos y a mí la abuela me da buenas vibraciones. Creo que también yo le gusto a ella, porque cuando llego se agacha y me acaricia. Si pudiera hablar, le diría: “¡El redondo estaba exquisito!”. Sé que soy afortunado, muchos pasan hambre, frío y soledad. Aguzo la oreja. Mi dueña está sentada entre su sobrinas recogeperros, la que es veterinaria (que me surte de trocitos de carne) y la que es actriz y, que junto con su pareja, recaudan fondos para las protectoras y la gente con problemas. Buscan una frase para no se qué campaña animalista. Emito un pensamiento telepático, mi dueña lo recibe y dice: “Adopta un perro, pero piénsalo bien porque es para siempre”.

21 de marzo-19 de abril

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Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiear. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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