VIAJES CON ENCANTO
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Los pueblos de montaña siempre tienen mucho que decir cuando llegan estas fechas. No solo porque las cumbres se pintan de blanco y nos brindan la característica estampa invernal, sino porque se respira ese ambiente de frío que pide a gritos una buena ropa de abrigo y también una casa rural con acogedora chimenea. Siempre caeremos rendidos ante el soplar del fuelle y el crepitar del fuego.
Estas vivencias que nos procuran los rincones típicamente montañosos, que parecen estar hechos para el invierno, como otros lo están para el verano, las hemos tenido recientemente en Jaca, la ciudad de Huesca que nos pone a los pies de los Pirineos. Y ahora nos dirigimos al Sistema Central, a la Sierra de Gredos, una sucesión de lagunas, circos, gargantas, cuchillares y riscos, en cuya cara sur encontramos al pequeño Guisando, en la provincia de Ávila, a 760 metros de altitud. Y a solo dos horas de Madrid.
Todo él está rodeado de altas cumbres. Y es tan bonito que hasta Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura, lo alabó en su libro Judíos, moros y cristianos (1956), donde narró su «vagabundaje por Segovia, Ávila y sus tierras», mitad realidad de sus viajes, mitad ficción. En sus páginas dejó dicho: «Al pie de los Galayos, es quizá el pueblecito de más bellas vistas de toda España». Y no podemos llevarle la contraria.
Enseguida que se pronuncia su nombre vienen a la cabeza los famosos toros de Guisando, los verracos que, al parecer, fueron obra de los vetones en el siglo III a.C. Sin embargo, paradojas de la vida, no están aquí, sino en El Tiemblo, pueblo igualmente abulense. No obstante, hay una réplica, como pasa en Santillana del Mar, la villa de las tres mentiras, con las cuevas, para que nadie se vaya desilusionado, tal y como advierten desde el Ayuntamiento. Búscalos y los encontrarás en El Risquillo, donde se halla el centro de interpretación del parque regional, una zona de pícnic junto al río con mesas de piedra alrededor de la fuente y… los animales de piedra moviéndose, sin moverse, entre lo fantástico y lo real.
Este municipio, de apenas 500 habitantes, conserva la arquitectura popular de antaño de una manera bastante uniforme, lo que le da ese aire medieval tan de cuento de hadas. Las casas de su casco antiguo son de dos o tres plantas más el sobrado, con mampostería en la zona baja y entramado de madera con relleno de adobe en la alta. Luego, protegido con el enfoscado de mortero de cal y barro, sobre el que ya se encala. Así, con todos estos mimos durante el proceso constructivo, queda como queda.
Tan sorprendentemente bien conservado está, no hay más que verlo, que ya en 1976 fue declarado conjunto histórico-artístico. Pero es que además lo envuelve la grandiosa naturaleza de Gredos, ya que está dentro del parque, con lo cual está protegidísimo. Mirando hacia arriba, lo que asombra son los Galayos, un espectacular conjunto de agujas graníticas que es casi una Sagrada Familia imaginada por Gaudí. El agua corre por todos lados. La del arroyo Covacho atraviesa de norte a sur el propio pueblo, deslizándose por un canal cruzado por cinco puentes.
Hay miradores muy interesantes desde los que obtener impresionantes panorámicas. Desde la pista forestal de El Portezuelo se ven los Galayos y la Mira, el punto más alto (2.343 m). Lo mismo que desde el Hoyuelo se divisa el fondo del valle con los Montes de Toledo y Arenas de San Pedro, a solo seis kilómetros. Se trata del núcleo grande de la zona, del que Guisando se independizó en 1760, cuando aquel era un señorío y a este le fue concedido el título de villa por parte del insigne Carlos III, como recuerda el clásico rollo. En cualquier caso, esto es la sierra y todo son balcones desde los que asomarse y llenarse los ojos al mirar.
Que Guisando tiene un pasado relacionado con las cabras, incluso muy remoto, se sabe en el mismo momento que se ve el monumento a este animal a orillas del río Pelayo, que forma una garganta al bajar airado de las cumbres. Está en la plataforma del Nogal del Barranco, a unos cuatro kilómetros del pueblo, una puerta de acceso al Parque Regional de Gredos y comienzo de la ruta a pie hacia la Mira y los Galayos, ya nombrados. Estamos, dicho sea de paso, en el feudo de la cabra montesa. Cuando se enfila hacia las cumbres, no se tarda en verlas. Sublima aún más el entorno un conjunto de chozas de cabreros, que nos recuerdan a las pallozas de los Ancares de León. Entre montañas anda el juego.
No es de extrañar que aquí las fiestas de siempre sigan celebrándose por todo lo alto, con baile, cantos tradicionales y charanga. A veces, presumen los guisanderos, incluso sin motivo, cualquier fin de semana y con cualquier excusa. En Navidades se sigue haciendo una hoguera en la plaza y la ronda con zambombas y panderos mientras se repasa el repertorio de villancicos. Y en el centro del pueblo se planta, cómo no, un pino, que aquí son sagrados. Los hay hasta centenarios: el Bartolo, con trescientos años ya y cuarenta y un metros de altura, y el de la Víbora, que pasó ya los dos siglos y superó los treinta.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.