el despertador que puede cambiar una vida
el despertador que puede cambiar una vida
Que el peso de la tercera temporada de La edad dorada recae sobre los hombros de Gladys, gracias al poder y la tozudez de Bertha Russell, es algo que no tiene discusión. Pero aunque es una historia mucho más pequeña, llevamos temporada y media, porque esto ya viene de la anterior, interesadísimas en saber cómo evoluciona la trama más entrañable de la serie de época de HBO Max: la de Trotter y la invención de la alarma.
Al igual que el devenir sentimental de Gladys parece irremediablemente ligado a Consuelo Vanderbilt, el empeño del joven por crear un reloj que le sirva para llegar puntual a su trabajo y no requiera mucho mantenimiento puede estar ligado a varios hombres que, en la misma época en la que se ambienta la serie, realizaron avances en el mundo de la relojería como los que ha alcanzado él.
No sabemos cómo terminará su aventura, pero como le dijo la señora Armstrong, ya ha llegado más lejos que ninguno de ellos, por lo que ya tiene toda nuestra admiración. Pero vamos a ver en quién podría inspirarse este personaje, para intuir qué es lo que nos espera en los próximos episodios de la tercera temporada de La edad dorada.
Porque aunque el rol interpretado por Ben Ahlers parece haber perdido la esperanza de alcanzar sus sueños de fama y bienestar con su invento, nosotras no, y queremos saber más de qué nos podría deparar esta trama que estamos seguras de que continuará. Entre otras razones, porque sirve para aportar un cambio de ambiente en la casa de Agnes y Ada, tan dramáticas cada una con sus circunstancias.
A pesar de que las fuentes discrepan sobre el verdadero inventor del reloj alarma, la mayoría de ellas señalan a Levi Hutchins como uno de los primeros hombres que crearon un despertador mecánico. Fue en 1787, en New Hampshire, y la alarma sonaba a las cuatro de la mañana, poco antes de que saliese el sol, todos los días. Sin embargo, este relojero padre de una decena de hijos nunca patentó su creación.
En 1847 el francés Antoine Radier sí patentó su invento, un reloj ajustable. El problema era que no era del todo preciso y lo de los minutos no se lo tomaba muy en serio. Tres décadas después, el relojero estadounidense Seth Thomas, patentó un pequeño despertador mecánico de cuerda.
Creador del conocido reloj de la Central Station de Nueva York, y experto en relojes de pie, el éxito de su pequeño despertador produjo un auge en la producción de este tipo de artilugios y su repentina muerte hizo que la empresa, que todavía existe a día de hoy, quedase en manos de sus hijos.
En torno a esas mismas fechas, los años 70 del siglo XIX, otro de los nombres que se manejan como inspiración de Julian Fellowes es Henry J. Davies. Un relojero e inventor de Brooklyn que se unió a la Ansonia Clock Company y, en su etapa como presidente, impulsó la fabricación de relojes decorados, relojes de péndulo y otras novedades por las que la compañía fue posteriormente reconocida, hasta que quebró, como muchas otras, en 1929.
Fellowes, por supuesto, no ha hablado de su inspiración a la hora de construir esta historia que, si bien no va a estar exenta de amarguras, puede regalarnos un recorrido tan diverso como emocionante. Y, para qué negarlo, si la serie sigue adelante, quién sabe si veríamos al bueno de Trotter vestido con un elegante traje, tras dormir en su propia casa, todos los días del resto de su vida.
Por el momento, no perdemos la esperanza de que el joven sirviente de la mansión de Agnes y Ada recupere la sonrisa y, a pesar del sinsabor del tercer episodio de la tercera temporada, pronto surja alguien que esté dispuesto a apoyar su invento. Porque, si alguien se merece el éxito en La edad dorada es el bueno de Trotter, que lo lograría por méritos propios.