El videojuego era así
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Estábamos avisados, como dice uno de los reclamos que podemos ver en los pósters de la segunda temporada de The Last of Us: «cada decisión tiene un precio». Y la serie de MAX se ha cobrado el suyo bien pronto, cuando en el comienzo de la nueva entrega creíamos que todo era paz y tranquilidad en Jackson. Pero el terror y el drama no se han hecho esperar y en el segundo capítulo hemos podido comprobar que la venganza es un sentimiento que no entiende del paso del tiempo.
Ya avisamos hace una semana que los nuevos personajes femeninos de The Last of Us iban a tener mucha importancia en la segunda temporada. Y la relevancia de Abby, el personaje interpretado por Kaitlyn Dever, no se ha hecho esperar. Tenemos cinco episodios, y una tercera entrega confirmada, para comprobar si Ellie se toma su anunciada revancha, y cómo lo hace. Y todo ello mientras en Jackson se enfrentaban a una horda de infectados que ponía a prueba sus defensas.
A partir de aquí, hablamos con spoilers, y con mucho pesar, de lo que hemos visto en el segundo episodio de la segunda temporada de The Last of Us, para muchos el mejor de la serie.
Como ya pudimos intuir en el final del primer episodio de esta segunda entrega, la aparición de cordyceps en las tuberías de Jackson no iba a traer nada bueno. Y por si no cogimos la indirecta, o simplemente lo vimos como una alegoría de lo que fue la relación entre Ellie y Joel, Jesse le cuenta la situación al personaje de Bella Ramsey cuando ésta le pregunta por la actividad que hay en la ciudad, bastante alejada de la tranquilidad que se respiraba el día anterior.
Las patrullas se han encontrado con grupos de infectados y todos en Jackson permanecen alerta: aquellos que saben manejar un arma ocupan sus posiciones y los ancianos, las mujeres y los niños corren a resguardarse en los sótanos. Al frente de todo está Tommy, el hermano de Joel, que además tiene tiempo de preocuparse por la situación del personaje de Pedro Pascal, de patrulla junto a Dina.
Al otro lado del valle se encuentra Abby, sorprendida de que Jackson sea más grande de lo que esperaba. Y además tienen electricidad que llega de los tendidos eléctricos. La joven sale a vigilar los alrededores, por si alguna patrulla de Jackson se acerca, no tiene un plan consistente para adentrarse en la ciudad pero, inesperadamente, la mala fortuna de encontrarse con infectados que emergen de la nieve se lo regala. Y tras ser perseguida por una multitud de ellos, Joel le salva la vida y se pone en el camino de quién, ya podemos verbalizarlo, será su verdugo.
Mientras ellos huyen hacia la casa en la montaña que han ocupado Abby y sus amigos, en Jackson se confirman los peores temores, y como si de los mejores, y más bélicos, episodios de Juego de Tronos se tratase, descubrimos que la imaginación hace milagros cuando lo que escasean son los medios. En pleno 2029, el fuego vuelve a convertirse en un arma letal cuando se trata de defenderse de infectados que están dispuestos a romper las defensas de la ciudad y tomar sus calles. Y aunque llegamos a temer por la vida de Tommy, es su hermano el que está en verdadero peligro.
Cuando Dina, Joel y Abby logran alcanzar el refugio en el que se han resguardado esta última con sus amigos, la ex Luciérnaga no se anda con rodeos y va al grano. No en vano lleva cinco años esperando a encontrarse con ese hombre del que solo sabía que tenía una cicatriz en la mejilla, superaba los 50 años (o tal vez llegaba a los 60, es que Pedro no los aparenta) y se llamaba Joel. Porque Dina ha dicho su nombre poco después de que él salvase a Abby de ser atacada por un infectado, y el personaje de Dever ya sabe que se ha encontrado con lo que tanto andaba buscando.
Con Dina dormida, a la fuerza, Abby le refresca la memoria a Joel y le explica qué hace en ese remoto paraje, en pleno invierno y sin un jersey que merezca ser llamado así. Joel mató a su padre cuando salvó a Ellie de la operación en la que las Luciérnagas trataban de encontrar en ella una cura para el cordyceps. Y como le recuerda la joven, lo hizo sin miramientos y sabiendo que estaba desarmado.
Tanto regodeo verbal agota a Joel, y a todos los presentes, para qué engañarnos, y el hombre le pide que acabe con lo que ha venido a hacer cuando ya tiene una bala en una pierna. Pero Abby también se toma su tiempo físicamente, para compensar el lustro de espera, y empieza a golpearle con un palo de golf. Para cuando Ellie llega a la casa, después de que les avisen por radio que no logran dar con sus amigos, nos encontramos con un Joel moribundo al que Abby no deja de propinar puñetazos.
Sus compañeros le piden que termine «la faena», y aunque ante las súplicas de Ellie el maltrecho Joel trata de moverse, Abby lo remata clavándole los restos del palo de golf en el cuello. Algo que sitúa a Ellie ante un momento similar al que vimos al principio de la temporada, cuando el personaje de Kaitlyn Dever clama venganza por la muerte de su padre. «Os voy a matar a todos», exclama Ellie desde el suelo mientras observa a Joel muerto.
A pesar de que nos gustaría soñar con que todo ha sido una pesadilla, como estamos seguros de que le pasará a Ellie en el próximo episodio, lo cierto es que el personaje de Pedro Pascal ha muerto. Algo que ya sabían, y esperaban, los aficionados al videojuego en el que se basa la producción de MAX. Así que no, no caben milagros, el hombre envuelto en una sábana del que tira el caballo de Jesse es Joel y, una vez más, una serie de televisión se ventila a uno de sus personajes principales. Aunque sea por exigencias de la historia original.
Entre tanta pena solo se nos ocurre preguntarnos, además de cómo vamos a poder afrontar el resto de la segunda temporada de The Last of Us, por qué el destino ha querido que Pedro Pascal termine muriendo, una vez más de forma violenta, como ya sucedió en Juego de Tronos. Serán gajes del oficio pero nunca un tipo más entrañable tuvo unos desenlaces más crueles. Para sus personajes y, especialmente este último, para la audiencia.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.