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Las claves para entender, por fin, a tu hijo adolescente

Es un tiempo tan conflictivo como creativo. Una metamorfosis en la que hijos y padres han de superar ansiedades e incertidumbres. Entender su proceso y poner límites es la mejor forma de acompañarles.

Haz clic en la imagen y conoce los mejores alimentos que ayudan a los adolescentes a combatir la ansiedad./Pixabay

Haz clic en la imagen y conoce los mejores alimentos que ayudan a los adolescentes a combatir la ansiedad. / Pixabay

Isabel Menéndez
ISABEL MENÉNDEZ

Durante la adolescencia, los hijos se pueden mostrar tristes, rebeldes... Tras estas actitudes se esconde un trabajo interior que consiste en alejarse del niño para construir el adulto. Deben abandonar la infancia sin dejar de quererla en su interior, pues es la base donde se asienta la subjetividad. Se trata, pues, de un tiempo tan conflictivo como creativo. Los conflictos inherentes a estas edades pueden ser más o menos ruidosos y molestos para quienes les rodean, pero los que más sufren son los propios jóvenes. En el ámbito psicológico es el tiempo de las preguntas: " ¿Quién soy?"; "¿Cómo se es una chica?"; "¿Cómo se es un chico?". Pero no hay respuestas, solo incertidumbres.

Rebeldes, insolentes y protestones, nuestros hijos, no aceptan límites, pero los piden. Se hacen reservados, aunque necesitan comunicarse más que nunca. Dicen que no a casi todo, sin pensar en lo que se les propone para sentirse independientes y adultos. A veces se muestran tristes y se quejan de su cuerpo. Miden nuestras respuestas y nos echan un pulso diario.

El adolescente realiza tres duelos fundamentales. El primero es por el cuerpo infantil: el crecimiento se le impone y a veces siente esos cambios como algo extraño, colocándose frente a su cuerpo como un espectador impotente. Junto a este duelo, ha de realizar el de la despedida de la identidad infantil, lo que significa renunciar a la dependencia y aceptar responsabilidades que desconoce. Por último, tiene que vivir un tercer duelo por la caída del pedestal de los padres de la infancia, de los que por un lado trata de desprenderse y en los que por otro sigue buscando refugio. Este último duelo se puede ver complicado o favorecido por la actitud de los progenitores, que también tienen que aceptar su envejecimiento y el hecho de que sus hijos ya no son unos niños.

El adolescente rompe en gran parte sus conexiones con el mundo externo. Una de las manifestaciones de su crisis es el alejamiento para refugiarse en un mundo interno, que resulta seguro y conocido. Se encuentra en un proceso en el que tiene una especial vulnerabilidad para asimilar lo que sobre él pueden proyectar padres, hermanos, amigos y toda la sociedad. Es decir, es un receptáculo propicio para hacerse cargo de los conflictos de los demás.

Necesitan que les acompañemos a distancia. Es importante que tomemos en serio sus preguntas. Rechazan las respuestas y las órdenes, pero necesitan que les escuchemos, les orientemos y valoremos lo que aportan. Los progenitores tienen que reinventar su papel. Hay que hacer un trabajo de separación de los niños y de reencuentro con la pareja. En cierto modo, son trayectorias paralelas.

La necesidad de experiencias amorosas y el temor a tenerlas conducen al adolescente a levantar defensas contra sus impulsos. Estas pueden consistir, por ejemplo, en devorar series o películas, intentando vivir a través de personajes lo que no logran en la vida real. Otro lugar donde se muestran sus conflictos es en la relación con los estudios. La psicoanalista Arminda Aberastury relata el caso de una adolescente que desplazó las ansiedades provocadas por los cambios corporales a una desproporcionada preocupación por los estudios, sintiéndose obligada a obtener notas muy altas en todas las asignaturas. Había, sin embargo, una materia en la que fallaba y olvidaba sistemáticamente lo que había estudiado: Geografía. Asociaba golfos, bahías y demás irregularidades con su propio cuerpo y los cambios que este sufría con el crecimiento. El miedo a la intimidad sexual entra en conflicto con la pujanza instintiva. La amnesia en el examen era producida por su temor a pensar sobre la sexualidad.

Evitar errores

  • No conviene referirse al sexo opuesto con descalificaciones. Para ellos es muy importante la opinión que sus padres tienen sobre ambos géneros.

  • Es frecuente que se muestren maduros en algunos aspectos e inmaduros en otros. No se debe criticar esa conducta. No crecen en línea recta ni de golpe.

  • Cuando empiezan a cambiar, conviene no reprocharles que crezcan, lo que se hace con expresiones del tipo: “¡Con lo mono que eras!”.

¿Qué podemos hacer?

  • La comunicación con ellos es fundamental. Necesitan ser escuchados.

  • Recordar nuestra adolescencia ayuda a comprenderles. Si bien ellos tendrán otras actitudes y gustos y están en todo su derecho de buscar su propio camino.

  • Valorar su esfuerzo por respetar los acuerdos que han hecho con nosotros, lograr responsabilidades y sus esfuerzos en los estudios.

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