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¿Crees que eres un fraude? Qué es y cómo acabar de una vez por todas con el síndrome del impostor

¿Dudas de que lo bueno que te pasa tenga que ver con tu esfuerzo? ¿Sientes que en el momento más inesperado todos se van a dar cuenta de que eres un fraude? Sentimos comunicártelo pero padeces un caso grave de síndrome del impostor y es hora de resolverlo.

Para reforzar tu autoestima usa las frases que descubrirás pinchando en la imagen ya cabarás con el síndrome del impostor./lanvin x h&m

Para reforzar tu autoestima usa las frases que descubrirás pinchando en la imagen ya cabarás con el síndrome del impostor. / lanvin x h&m

A. PARIS

Entre la modestia y el autosabotaje hay una fina línea sobre la que mucha gente camina de puntillas. Y es que, en general, estamos poco acostumbrados a aceptar cumplidos, reconocer nuestras habilidades y disfrutar con naturalidad de los méritos fruto de nuestro esfuerzo. Si a la presión social por no parecer vanidoso y la obsesión por ser perfectos se le une una voz interior que nos dice al oído constantemente que no somos lo suficientemente buenos, ni productivos, ni hábiles… tenemos un problema, y ese problema tiene un nombre: síndrome del impostor, uno de los comportamientos que más estragos está haciendo en nuestras mentes desde que empezó la crisis del coronavirus (con permiso del doomscrolling). Es hora de que lo conozcas a fondo para que sepas cómo acabar con tanta negatividad y logres, por fin disfrutar de tus logros, por que sí, aunque ahora mismo no lo creas, te lo mereces.

¿Qué es el síndrome del impostor (y por qué ha llegado a nuestras cabezas)?

El síndrome del impostor fue bautizado (y descubierto) en la década de los 70 por dos psicólogas, Pauline R. Claunce y Suzanne A. Imes, mientras mientras analizaban sus sesiones con mujeres de éxito. En sus entrevistas descubrieron que muchas de ellas tenían algo en común: a pesar de haber conseguido mucho en sus carreras y de haber trabajado duro para lograrlo, muchas de ellas se sentían un fraude y temían que en cualquier momento alguien se daría cuenta de que no deberían estar ocupando sus puestos porque no tenían las habilidades necesarias para desempeñarlos.

Desde el momento en el que se le puso nombre muchas investigaciones han analizado por qué a las mujeres les cuesta tanto reconocer que su posición es fruto de su esfuerzo. Y decimos mujeres porque este síndrome, que se considera un patrón de comportamiento (buenas noticias, se puede corregir) parece más común entre el público femenino que entre el masculino… aunque nadie se libra de padecerlo. De hecho, las investigaciones apuntan a que el 70% de las las personas tienen un ataque de síndrome del impostor en algún momento de su vida.

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El diálogo interior que se desarrolla durante el ciclo de comportamiento de este síndrome es el siguiente: tenemos por delante una tarea que debemos realizar. Desgraciadamente ante esta meta en el horizonte nuestra mente nos juega una mala pasada y se conecta el modo ansiedad: comienzan los pensamientos de que no seremos capaces de completar la tarea, de que nos faltan habilidades… Dudamos de nuestra capacidad y aparece la preocupación. Con este estado mental por delante solo quedan dos soluciones: o quedarnos paralizados y posponer la tarea hasta que el problema nos estalle en la cara o hacer un gran sobreesfuerzo para completarla con unos estándares de calidad que no dejen lugar a dudas de que está bien hecha.

Como muchas víctimas del síndrome del impostor optan por la vía del sobreesfuerzo, al final consiguen muy buenos resultados. Comienzan los refuerzos positivos del exterior, la gente te felicita, lo has conseguido… pero tú no eres capaz de disfrutar esos cumplidos porque los halagos chocan con la autopercepción negativa que tienes de ti mismo y tus habilidades y en vez de animarte esas frases de elogio que te dedican te reafirman en que nadie sabe, en realidad, que en el fondo eres un fraude. Tú, en realidad, achacas el éxito a un golpe de suerte y la sensación de alivio por haber cumplido con tu meta te dura poco: sospechas que como nada depende de tus habilidades la siguiente vez no tendrás tanta suerte lo que genera síntomas de ansiedad, tristeza y dudas sobre ti misma, que es exactamente el punto desde el que partes para comenzar la siguiente tarea…

Si siempre achacas tus logros a la suerte, quizá sufras el síndrome del impostor. / toast

Cómo escapar del síndrome del impostor

Para romper con este círculo de automaltrato que te hace pensar que no te mereces todo lo bueno que te pasa te toca hacer un duro trabajo de observación y análisis de cómo te hablas a ti misma. Y tampoco está de más que revises cuál es tu filosofía de vida ante hechos tan naturales como el fracaso. Ten en mente estas claves y dejarás de sentirte una impostora.

1. No intentes ser perfecta

A menudo las expectativas que tenemos sobre cómo deben ser las cosas nos marcan el camino hacia el desastre. Las personas muy perfeccionistas suelen ser las que más caen en el síndrome del impostor, porque su ideal de cómo deben ser las cosas es tan elevado que nadie, nunca, conseguiría llegar a él. Así es fácil que te sientas un fraude: retorna al mundo de los mortales y empieza a conformarte con hacer lo mejor que puedas en las circunstancias en las que te encuentras, no aspires a la perfección porque la perfección no existe.

2. Aprende a cambiar tu discurso interior

No es el más sencillo de los ítems, pero sí el más importante. Tu diálogo interior no puede ser siempre negativo, en especial cuando tienes una tarea que hacer por delante. Vigila lo que te dices a ti misma durante el proceso, si todo lo que la voz de cabeza te cuenta sobre tu capacidad para llevar adelante un proyecto es malo, es que algo pasa. ¿Quizá sea hora de pedir ayuda profesional para conseguir reforzar tu autoestima?

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3. Pide ayuda a los que te rodean

Si te sientes insegura o incapaz, habla. Te sorprenderá la cantidad de gente que se ha sentido igual que tú en tus mismas circunstancias. Y aprende a delegar, que tengas una misión no implica que tengas que hacerlo todo tú. Pide ayuda a los demás y aprende a decir no si lo que te están exigiendo es un imposible, si es imposible, no se puede hacer, ni tú ni nadie.

4. Deja de desmerecer tus logros

Desde hoy deja de decir que has tenido suerte cada vez que consigas hacer algo. Has trabajado duro para conseguir lo que tienes, al menos concédete un minuto de relax para disfrutarlo. La próxima vez que vayas a decir que eso que has hecho no ha sido nada o ha sido fruto del azar… respira hondo y muérdete la lengua.

5. Asume que vas a cometer errores

Todo el mundo los comete, es ley de vida. Si no los cometieras ni aprenderías a hacer cosas nuevas, ni serías humana. Los errores forman parte de la vida, que el miedo a fallar no te paralice. Asume que eres como todo los demás, ni mejor ni peor, y que todos tenemos un mal día de vez en cuando y no pasa nada por ello.

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