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¿Quién teme a la educación sexual?

El sexo y lo sexy son hoy ingrediente de casi todo, pero sigue siendo un asunto del que apenas se habla (en clase) en colegios e institutos. ¿Por qué no se aborda la relación entre los sexos? ¿Necesitan los jóvenes nuevos modelos afectivos? ¿Tienen los padres que actualizar su papel?

Haz click en la imagen para descubrir 51 películas eróticas para ver con tu pareja este invierno./d.r.

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Lola Fernández
LOLA FERNÁNDEZ

Sex Education, la serie de Netflix que ha disparado la conversación global sobre el estado de la cuestión sexual en los institutos, nos permite una entrada edulcorada a una situación preocupante. En esta serie inglesa vemos cómo los estudiantes tienen que enfrentarse prácticamente solos a problemas que desbordan los recursos a su alcance: vaginitis, imposibilidad para eyacular, rechazo al sexo oral... “¿A ti qué es lo que te gusta?”, le pregunta un chico en la cama a su pareja. “No lo sé, nunca me lo han preguntado. Siempre finjo”, responde ella sorprendida. Hablamos de dilemas que trascienden la cuestión anticonceptiva, contenido único de la educación sexual más generalizada, para entrar en las complejidades emocionales y relacionales del deseo, difíciles de solventar hasta para los adultos. En la serie, los consejos de un aprendiz de sexólogo, él mismo bloqueado para el autoplacer, logran rescatar a sus compañeros del atolladero sexual. Moraleja: a veces basta con encender una cerilla para encontrar el camino.

El 90% de los niños y el 70% de las niñas de 13 y 14 años han visto porno.

En la vida real, por desgracia, no hay cerilla que valga. La educación sexual que suele llegar a la escuela es mínima y los chavales recurren a internet para tratar de aclararse: solo un 12% de ellos habla de sexo con sus padres, según datos de la Liga Española de la Educación. El vacío de comunicación hace que nos sobrecoja el asombro cada vez que la televisión enfoca la vivencia sexual de los jóvenes. Sucedió el pasado noviembre, cuando un reportaje del programa Salvados mostró lo presente que está la violencia en las relaciones juveniles de pareja. “Hay vídeos que simulan violaciones y la gente los ve como algo normal”, contaban las chicas, menos proclives a consumir porno gratuito, pero sufridoras ellas mismas del guion sexual que ellos han aprendido en la privacidad de sus móviles. De él proceden gestos como cogerlas del cuello. “Tienes miedo a decirle al chico que no quieres seguir, pero el sexo violento es tan normal que ya te tiene que gustar”, explicaba una de ellas.

Los protagonistas de Sex Education, la serie de Netflix que aborda los problemas sexuales en un instituto. / d.r.

Aprender a ser adultos

En 1990, la LOGSE comenzó a introducir la educación sexual en los colegios, propósito que confirmó la Ley de Salud Sexual y Reproductiva de 2010, al señalar que tenía que formar parte del currículum educativo. Sin embargo, en 2012 esa asignatura se eliminó y hoy los escasos programas que llegan a las clases vienen de la mano de ayuntamientos, Injuve, Cruz Roja o comunidades autónomas. Hablamos de talleres de tres o cuatro horas anuales. De hecho, en marzo de 2018 Naciones Unidas hizo referencia a la falta de programas escolares sobre sexo en España. Y un poco antes, en enero, la Unesco calificó de urgente la implantación de una educación sexual de calidad que informe y oriente “respecto a la transición de la infancia a la edad adulta y los cambios físicos, sociales y emocionales que conlleva”. Es significativo que un país tan tradicional como Irlanda hiciera obligatoria la educación sexual en 2003.

La pregunta es clara: ¿qué impide que en nuestro país sea una materia obligatoria del curriculum escolar? Iván Rotella, sexólogo presente en las aulas desde 1999 y responsable del Centro de Atención Sexual del Ayuntamiento de Avilés, ciudad pionera en su apuesta por este tema, lo tiene claro: “Si no hay una buena ley estatal es porque los políticos confunden educación coital con educación sexual. Ese sexual no se refiere al coito, sino a la relación entre los sexos. Nosotros no enseñamos a tener coitos, enseñamos a ser personas. Educamos a hombres y mujeres para que logren cuatro objetivos: que se conozcan, se acepten y sepan expresarse y encontrarse. ¿Cómo vamos a entendernos si no nos han enseñado que vosotras no sois una propiedad o que nos expresamos de maneras distintas? Seguimos pensando que la educación sexual es repartir condones, por eso no vamos a ningún sitio”.

Rotella es testigo de primera fila de las mutaciones que los jóvenes han experimentado en estos últimos años, sobre todo debido al impacto de los móviles. “Hace 20 años, no me preocupaba para nada la pornografía. Hoy estamos viendo que algunos niños comienzan a consumirla con 10 años. En general, los chicos están idiotizados por la pornografía. Cuando llegan a los talleres de educación sexual de Secundaria ya llevan cuatro o cinco años viendo porno sin que nadie les haya explicado que es una ficción fabricada a base de trucos y montaje. Las chicas tienen más suerte, porque su información proviene sobre todo de sus amigas, aunque les siguen impactando los mitos del amor romántico que aprenden en las películas y las canciones. Son más inteligentes emocionalmente, aunque también detectamos mucha competitividad y agresividad entre ellas, por eso incidimos mucho en la sororidad. Como nota general, veo que se están empoderando: antes nunca hablaban en mis sesiones, pero ahora reivindican su deseo de disfrutar”.

En la agenda de este sexólogo siguen abundando las intervenciones de urgencia: llamadas de institutos sin programas de educación sexual que se encuentran con fotos sexuales de los alumnos circulando por las clases, embarazos no deseados, casos de transexualidad que no saben cómo abordar, problemas de acoso, de violencia... Raquel Graña, sexóloga, psicóloga y youtuber en Íntimas conexiones, el canal de educación sexual con más seguidores del país (más de medio millón), también alterna talleres de educación sexual a padres y alumnos de colegios e institutos gallegos con estas emergencias. “Cuando un instituto te llama para hacer un taller en 4º de ESO, sabes que es porque ha habido algún problema. Pero, por lo general, lo que me encuentro es que las chicas no conocen su cuerpo. No saben qué es el clítoris y ni siquiera utilizan la palabra vulva”.

Tanto Rotella como Graña insisten en que el objetivo primordial de los jóvenes es la penetración. “Les venden que tener pareja es un éxito y que para pasar de la niñez el mundo adulto tienen que tener relaciones sexuales”, explica el sexólogo asturiano. Desde Galicia, la percepción es la misma. “Ellos piensan que la norma es la que describe el porno y que sin coito no hay relación sexual. No existe la progresividad ni se plantean nada que tenga que ver con la intimidad ni la comunicación”. Debido a la influencia de la pornografía, Graña tiene a veces que desactivar cierta normalización de gestos sexuales violentos. “En un instituto me encontré con referencias a acciones brutales que vienen del porno y tienes que desmontar. De hecho, al trabajarlo en clase y entender las implicaciones de estos discursos, los chavales se quedan muy impactados”.

La violación múltiple en los San Fermines de 2016 y los casos que hemos conocido después han revelado una verdad incómoda: no preparamos a nuestros jóvenes para afrontar las relaciones entre los sexos con herramientas a la altura de nuestro tiempo. En pocas palabras: necesitamos pasar de una educación sexual que gira en torno a la anticoncepción a otra que se aborda, también, como autodefensa.

Una de cada tres adolescentes dice mantener relaciones no deseadas a menudo.

Este desfase educativo se visualiza en datos: las jóvenes tienen su primera relación con una media de 16,2 años y el 96,7% de ellas recurre a un anticonceptivo, según la Fundación Española de Contracepción. Sin embargo, una de cada 10 jóvenes de entre 16 y 24 años ha sufrido violencia física de su pareja o expareja; cuatro de cada 10, violencia psicológica de control (de horarios, de amistades...); y una de cada cuatro ha sido víctima de violencia psicológica emocional (humillación, menosprecio o amenazas), según la última macroencuesta del Ministerio de Igualdad. En los últimos dos años, Cataluña ha registrado un aumento del 45% en la atención de víctimas de violencia machista cometidas por menores de 14 a 17 años.

Los datos apuntan a una urgente necesidad de elaborar un nuevo pacto sexual en el que la figura del consentimiento sea central. Según datos recogidos durante 2018 por el Centre Jove d’Anticoncepció i les Sexualitats de Barcelona, el 27% de las jóvenes asegura que mantienen relaciones sexuales sin quererlas “frecuentemente”. El 30% de ellas manifiesta, además, que su pareja no les deja escoger el método anticonceptivo. El chico no quiere ponerse condón y ellas acatan. Una de cada tres confesó mantener relaciones sexuales no deseadas “a menudo”. Y de estas, la mitad no identificó este hecho como violencia sexual. Entre las que sí lo creen así, el 42% añadió que había experimentado violencia física al mismo tiempo. Parece complicado acercarse a esta situación desde una educación sexual entendida desde lo puramente reproductivo, y no como un aprendizaje de la relación entre las personas en su esencial sexual.

La versión más tóxica

Es comprensible que los padres, abrumados, reaccionen echando mano de las inútiles prohibiciones o corriendo un tupido velo. Difícil encajar que el móvil que compramos a nuestros niños para estar siempre en contacto (según el INE, a los 10 años, el 26,25% de los menores disponen ya de un smartphone) les abre la puerta a la versión más tóxica del sexo: vídeos muchas veces violentos, disponibles gratis en la red y que nada tiene que ver con las ingenuas cintas en VHS de los años 80 o 90. Según un estudio del catedrático de Psicología Rafael Ballester, el 90% de los niños y el 70% de las niñas de 13 y 14 años dice haber accedido a porno al menos una vez en el año anterior, integrando en su catálogo de deseos posibles, cuando comienzan a tener relaciones, prácticas como la asfixia erótica o el sexo en grupo. Y esto tiene consecuencias. “Cuando los adolescentes se acostumbran a masturbarse mirando porno, dejan de fantasear y pasan a necesitar un estímulo visual para excitarse”, dice Helena Galé, psicóloga y sexóloga del Institut d’Estudis de la Sexualitat i la Parella.

Orientación para padres e hijos:

  • Si buscamos sexólogos y psicólogos que nos orienten, aquí podemos encontrarlos.

  • Punto de información juvenil. Hay más de 3.000, dependientes de comunidades autónomas, ayuntamientos e iniciativas sociales. Están en injuve.es.

  • Centros de la Mujer. Todas las comunidades tienen centros de orientación para mujeres, con recursos de educación sexual.

  • Ayuntamientos. Muchos sufragan programas de educación sexual y talleres para padres e hijos.

  • Consultas privadas. La sexóloga Helena Galé ha detectado un aumento de consultas de orientación por parte de padres. Bastan dos sesiones para avanzar.

“También son nocivos los mitos del porno relacionados con cómo funciona la respuesta sexual. Ellos tienen gran sensación de fracaso, porque no tienen las erecciones que se ven en el porno ni pueden estar todo el rato penetrando. Las chicas asumen el papel de satisfacer y creen que si el chico las penetra mucho, muy rápido y muy fuerte van a tener un orgasmo. Incluso creen que sufren un problema porque tienen orgasmos clitoridianos y no con penetración. Les han vendido un modelo que no es real”, señala la psicóloga. Un modelo de entendimiento inmediato, en el que no hay espacio para la duda, la torpeza o la imperfección, que se transmite también en el cine y la publicidad, y que no ponemos en duda, como sí hacemos con la imagen sobre el amor romántico. Y eso nos afecta a todos.

En las conclusiones del estudio Voces tras los datos: una mirada cualitativa a la violencia de género en adolescentes, encargado por el Instituto de la Mujer de la Junta de Andalucía en 2016, la socióloga Carmen Ruiz Repullo levanta acta de cómo este modelo termina colaborando en la configuración de un deseo sexual, al menos, limitado: “Como expresaron las chicas, los modelos de masculinidad más igualitarios no son eróticos, las aburren y acaban dejando las relaciones con ellos. Este hecho está muy marcado por los medios de comunicación, que no presentan modelos igualitarios de chicos atrayentes”. En sus talleres, Iván Rotella trabaja esta percepción: “Si eres un chico majo, no te comes una rosca hasta que sales del instituto. Necesitamos visibilizar a los chicos malos como lo que son”.

  • La sexóloga y psicóloga Helena Galé recomienda utilizar recursos como las noticias y las series. “No funciona explicar las cosas en plan discurso ni prohibir. Sí funciona utilizar preguntas para comentar y debatir. El objetivo es saber qué piensan tus hijos y cómo viven las relaciones”. Estos programas pueden iniciar la conversación.

  • Mujeres y hombres y viceversa (Cuatro). Uno de los espacios que permiten comentar qué buscamos y qué rechazamos a la hora de ligar y porqué.

  • First Dates (Telecinco). Para visibilizar distintas orientaciones sexuales y géneros, y romper con la estética única de los cuerpos en TV.

  • Sex Education (Netflix). Esta serie permite debatir sobre masturbación, primera vez, consentimiento...

  • Elite (Netflix). Para comentar la problemática de las enfermedades de transmisión sexual, incluido el sida, y la experimentación sexual (sale un trío).

  • You (Netflix). Permite diseccionar la zona peligrosa en la que el amor romántico se confunde con los celos, el acoso y el abuso.

¿Y los padres?

Si no tienen confianza en los padres, los hijos buscarán otra ayuda.

¿Qué pueden hacer los padres? Según los expertos, no cerrar los ojos. “Nuestros programas incluyen sesiones para las familias y en Primaria las llenamos: los padres acuden súper motivados –dice Iván Rotella–. En Secundaria salen corriendo. Y no por desinterés, sino por miedo: no saben qué pueden aportar cuando sus hijos más les necesitan. Podemos enseñarles herramientas para trabajar en casa, pero tienen que involucrarse. El sexo es lo que somos y no podemos dejar a los chavales solos en una sociedad que lo vende como objeto de consumo”. Raquel Graña incide en la idea: “No podemos abandonarles frente a las pantallas. Tenemos que dedicarles tiempo. Si no forjas una relación de respeto y confianza antes de 1º de ESO, luego será complicado”.

Helena Galé señala un extremo que nos suele pasar inadvertido: “Los padres no pueden elegir si hacer o no educación sexual: la trasmiten con sus actos y comentarios en casa”. Para esta sexóloga, la clave de la comunicación no está en la imposición o la prohibición, sino en mantener un canal de diálogo abierto. “No hablar nada de sexualidad o hablar solo de lo malo no funciona. El rol de los padres tiene que ser de protección. Si tienes un adolescente en casa, lo que te interesa es que recurra a ti cuando tenga un problema. Que si se le rompe el condón, tiene que tomar la píldora de emergencia o sufre una agresión, te pida ayuda. Si les generas miedo, rechazo o indiferencia, buscarán ayuda en otro sitio y eso sí que es peligroso. No somos amigos de nuestros hijos, pero sí su red de protección también en lo sexual. Tenemos que estar ahí para ellos”.

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