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Una bruja le dijo en una ocasión a Begoña Vargas (Madrid, 1999) que era una alma vieja. «Pero no tan vieja como tú crees», remató la vidente. La actriz, que se reconoce «muy mística», no ha perdido su fe en cartas astrales, barajas del Tarot y artes adivinatorias, a pesar de que ha acabado interpretando a una villana de más de 300 años. Se trata de Evelyn, el personaje con el que se ha incorporado a la segunda temporada de Paraíso, la serie de Movistar Plus+ producida con The Mediapro Studio, y con el que continúa una racha que solo paró los meses del confinamiento.
Debutó en televisión con La otra mirada en 2018 y poco después en cine, con Malasaña 32. La revelación llegó el año pasado como Tere, la joven quinqui de Las leyes de la frontera, «el rodaje en el que mejor me lo he pasado», dice. Era un papel que exigía sensualidad, magnetismo y convicción a la hora de dar vida a una verdadera chica de barrio. Basta verla llegar una mañana de domingo, caminando por una solitaria Gran Vía, para saber que tiene todo eso. Basta escucharla un momento para entender que queda aún mucho más por descubrir.
MUJERHOY. ¿Le gustan las entrevistas? Me ha contado una compañera que, en una de las primeras, no colaboró demasiado...
BEGOÑA VARGAS. Eso fue al principio, con 17 años, cuando me aconsejaban qué decir y qué no. Ahora ya sé que lo mejor es ser yo misma. Al que le guste bien, y al que no, pues que no me vea.
¿Y cómo cree que es?
No me gustan los malos rollos, quiero disfrutar y vivir sin filtros. Me da pereza pensar en hacer todo el tiempo lo correcto.
Se fue de casa muy joven, con apenas 16 años.
Soy de Loeches, un pueblo a media hora de Madrid. Aquí hice 1º de Bachillerato de Artes Escénicas, pero les dije a mis padres que quería irme a estudiar a Estados Unidos Artes Escénicas de verdad. En el último momento, me salió una serie y me dijo mi representante que me tenía que quedar. Finalmente no la hice, me quedé sin plaza en Madrid para el instituto y tampoco pude irme a EE.UU.
«¿Y qué hago yo ahora?», pensé. Me puse a trabajar en una tienda de ropa en la calle Fuencarral. Había días que entraba a las seis de la mañana, ni siquiera había autobuses a esa hora, y mi padre me tenía que llevar en coche. En unos meses, ahorré lo suficiente para alquilar una casa con dos amigas en la zona de Ventas. Pasó un año, me llamaron para La otra mirada y ya no he parado de trabajar.
¿Cuándo sintió que lo había conseguido?
Cuando acabé la primera temporada de La otra mirada había ahorrado bastante y me fui a vivir sola. «Te vas a arruinar», me decía todo el mundo. Sabía que era el momento y, mira, no me arruiné. Quería demostrarme que podía y pude.
¿Nunca se quedó con la nevera vacía?
Alguna vez sí que dejé a mis padres que me hicieran una compra grande en el supermercado. Se pensaban que vivía en la miseria y así les dejaba más tranquilos. Tampoco es que viniera mal tener un montón de bricks de leche y zumos.
¿Y qué ha pasado con los estudios?
Dejé a medias 2º de Bachillerato y creo que se quedará pendiente... No nací para estudiar, y eso que lo aprobaba todo siempre con la nota justa, el 5 y ya, porque más no quería esforzarme. Siempre tuve muy claro lo que quería hacer.
¿Cree mucho en el instinto también a la hora de actuar?
Desde hace unos años, ya nada de lo que hago tiene que ver con mi naturalidad. Tere, de las Leyes de la frontera, era muy contenida, mientras que yo soy todo para fuera, desbordada. Siempre hay algo mío en los personajes, pero no podrían ser más diferentes a mí. De hecho, tengo ganas de que llegue un papel que se parezca más a mí.
¿Y cómo sería ese personaje?
Uf, soy malísima cuando me presionan para que se me ocurra algo. Bueno, pues diga algo qué se le dé bien. Leo bien a las personas, sé cuándo no estoy cayendo bien a alguien y paro a tiempo. Soy de extremos en ese sentido: en las primeras impresiones, caigo genial o como el culo. Dariam Coco, con la que coincidí en La otra mirada y luego en Bienvenidos a Edén, siempre me lo dice: «No me fiaba nada de ti al principio».
En cambio, nos conocimos más y ahora somos como hermanas. También es algo que pasa en esta industria, por mucho que digan; estas energías negativas, estos malos rollos, siguen existiendo entre las mujeres. Bueno, en esta profesión y en todos lados...
¿Se puede actuar con alguien que no conectas?
Sí, pero es más difícil. Hay compañeros que trabajan solos, que van con su idea y no te escuchan. Yo necesito que me den un poco para que mi interpretación crezca, pero hay que aprender a trabajar también con gente que no te da nada. Para mí, lo más difícil de este oficio es la escucha; no hay dos personajes que lo hagan igual.
¿Se gusta cuando se ve en la pantalla?
Siendo absolutamente sincera, hay veces que me veo y pienso: «Hija de mi vida, vaya cuadro». También creo que es así como se aprende, viéndote. Antes me pasaba esto con el 60 o 70% de lo que hacía, ahora no es que me perdone, es que me acepto más. Nadie es tan sincero con su propio trabajo como uno mismo al verlo. A mí no me puedo engañar; yo sé cuándo se me ha ido el texto, cuándo estoy más pendiente del micro y de la marca, o cuándo estoy siendo Bego y no el personaje. Sé que todo esto suena muy abstracto... Suena a típica conversación interminable entre actores. Somos muy pesados. Entre actores es 24/7 dándole vueltas al trabajo y yo muchas veces necesito hablar de otra cosa. Les escucho hablar un poco de trabajo y al rato les cambio de tema. No quiero pasarme la vida hablando de gente que no existe por mucho que ame este trabajo. Hay que oxigenarse.
¿Cómo lo consigue?
Me voy de fiesta, paseo por la montaña, quedo con mis colegas, me pongo música... Bailo siempre, porque es lo que me hace no pensar. También está muy bien ir a terapia con la psicóloga.
Trabajando con las emociones, ¿ayuda la terapia a ser mejor actriz?
A mí no, la terapia es para Bego. Cada una elige cómo quiere trabajar y lo que coge de cada método, pero yo no me sirvo de mis emociones para llegar al personaje. No tengo que pensar en que mi abuela se murió hace seis años para llorar en una escena. Soy bastante técnica. No sufro con los personajes, pero sí que se me pegan cosas suyas. El otro día me vi en El hormiguero y yo no ando así, lo estaba haciendo como el personaje con el que estoy ahora. Hasta el tono de voz me cambia cuando estoy con un papel. Mira, sí que hago terapia en parte también por eso, porque me volvería loca si no.
Al final un poco sí que tiene que ver...
Sí, pero sobre todo es para gestionar mis emociones, si he tenido un problema con una amiga, he sufrido una ruptura, he discutido con mi madre, o no soy capaz de preservar mi intimidad por mi trabajo.
¿Y para gestionar una mala crítica?
Aún no la he tenido, pero estoy preparada si llega.
¿Cómo vivió que Las leyes de la frontera consiguiera 11 nominaciones y no fuera una de ellas?
Si no estuve nominada, es que no lo tenía que estar. A ver, tengo 22 años, yo ahora mismo no quiero premios en mi vida. Si me los dan, estaré feliz, pero no es para lo que trabajo. Esta es mi pasión, amo este oficio, y lo que quiero es aprender y estar contenta con lo que hago. Mi trabajo me tiene que gustar a mí. Si depende de lo que piensen los demás, nunca vas a ser feliz. Siempre habrá haters y si no los hay aún, ya llegarán.
¿En qué actrices se fija?
Uf, muchísimas, me gustaría que mi carrera tuviera cosas de un montón de actrices distintas... Aunque yo soy más de fijarme en trabajos concretos. En Las leyes..., la inspiración era Penélope Cruz en Jamón, jamón; pero en Edén mi referente era Jennifer Lawrence en Los juegos del hambre, y también cosas de las dos actrices de esta película... ¡Thelma y Louise! Pero no me preguntes por una carrera en concreto, porque no quiero ser como nadie, voy a lo mío. Obvio que me inspira mucha gente y que me ha hecho ilusión conocer a grandes como Concha Velasco en Malasaña, 32 o José Sacristán en Alta mar, pero es que nunca he sido fan de nadie...
...menos de Rosalía, que la ha pedido para las fotos.
¡Es que a ella la amo! Ha hecho algo que nadie más ha hecho y es una artista de los pies a la cabeza. Quien no lo vea es que tiene envidia.
Su relación con Óscar Casas ocupó la prensa del corazón. ¿Qué aprendió de aquello?
Que todo se va a saber y que es mejor decirlo una misma. Óscar y yo no nos escondíamos, vivimos nuestra relación y nuestra ruptura con naturalidad. Sigo llevándome genial con él y con toda su familia, les quiero un montón.
¿Cómo definiría su estado actual?
Constante, feliz, luminosa... ¡Con mucha luz!
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.