Cass Elliot: del sueño hippie de una noche de verano a la pesadilla rock del sexismo, la gordofobia y la rumorología

Cass Elliot: del sueño hippie de una noche de verano a la pesadilla rock del sexismo, la gordofobia y la rumorología

Fue la gran voz de The Mamas & The Papas y aún hoy la reivindican cantantes como Adele. Más de medio siglo después de su prematura muerte, se sigue deformando la historia (y el final) de una mujer que desafió estereotipos y prejuicios de género.

Álex ANDER

Despedirse del mundo atragantada con un bocadillo no encaja con la muerte prematura que se espera de una estrella del rock. Ni siquiera del pop. Quizá por eso, en 1974, los medios estadounidenses dieron pábulo al rumor de que la cantante Cass Elliot había fallecido a los 32 años ahogada en su propio vómito. No podía concebirse para ella, icono de la era hippie, un final distinto al de Jimi Hendrix, muerto cuatro años antes de esa manera.

Elliot había saltado a la fama a mediados de los 60 como vocalista del grupo The Mamas & The Papas, aunque llevaba pululando por el mundillo artístico desde los 17. Aprendió a tocar el piano y la guitarra acústica de niña, abandonó el instituto seis meses antes de graduarse y, siendo aún adolescente, se mudó al neoyorquino Greenwich Village, donde cumplió su sueño de actuar en varias producciones del Off Broadway. De hecho, compitió por un papel en una importante obra con otra jovencita aspirante que también se convertiría en estrella: Barbra Streisand.

Sin embargo, Elliot estaba más interesada por la música folk, en auge con la aparición de artistas como Bob Dylan. En 1963 montó un trío con su primer marido, el guitarrista James Hendricks, con quien se casó únicamente para librarle del servicio militar obligatorio. Poco después formaron otro grupo, Mugwumps, que acabaría siendo el germen de The Mamas & The Papas, uno de los primeros grupos de pop mixtos.

Elliot junto a su amiga, la cantautora Joni Mitchell, actuando en 1968. Getty Images

A pesar de ser una cantante que sobresalía por encima del grupo, se repartía el protagonismo con Denny Doherty y el matrimonio formado por John y Michelle Phillips. Durante tres fructíferos años, juntos alcanzaron los lugares más altos de las listas de éxitos gracias a himnos hippies como California dreamin' o Monday Monday, primer número uno de la recién nacida Los 40 Principales. A pesar de que su fuerte eran las armonías vocales que contagiaban el espíritu del «peace and love» del verano del 68, el grupo se disolvió ese mismo año. Michelle había sido infiel a John con Denny, de quien estaba enamorada sin ser correspondida.

Se habló de un complot urdido por el FBI para asesinarla. También de que esperaba un bebé de John Lennon.

Suficiente para que todo estallase por los aires. Se sintió siempre el patito feo de aquel grupo de bellos hippies. La de Baltimore estaba acostumbrada a que la llamaran gorda desde niña, aunque siempre procuró ocultar su dolor detrás de una sonrisa y tratando con humor el tema de su obesidad. Algo que extendía a su desbordante talento vocal. «Me pegué un golpe en la cabeza con una tubería y mi rango vocal aumentó en tres notas», confesaría la propia Elliot quitándose importancia solo para entretener. Quienes habían seguido su carrera desde el principio aseguraban que su voz de contralto había sido siempre potentísima. Sus propios compañeros de grupo revelarían años después que el verdadero motivo por el que el controlador líder del grupo, John Phillips, se resistía a fichar a Elliot era por tener un físico que desafiaba los cánones de belleza de un movimiento que, a pesar de lo que promulgaba, no se había liberado de convencionalismos machistas y cosificadores de la mujer. Cuando el grupo saltó a la fama, los cuatro acordaron inventar esa otra versión para justificar que John tardase algún tiempo en aceptarla como miembro de The Mamas & The Papas.

Contra el criterio de la industria musical, Elliot probó que no hacía falta ser guapa ni estar delgada para ser una estrella del pop. Muchas adolescentes norteamericanas se vieron reflejadas en ella, que apareció desnuda en el póster desplegable de una revista, y supo granjearse el respeto, la fidelidad y el cariño de fans y colegas con su inteligencia, y su carismática y amable personalidad. Su carácter la convirtió en la mejor amiga de muchos y en la anfitriona de fiestas a las que no faltaba nadie relevante de la escena hippie. También se mostró como una mujer adelantada a su tiempo cuando decidió ser madre soltera, algo que seguía siendo mal visto incluso en los ambientes artísticos y bohemios. Mantuvo en secreto la gestación –así como la identidad del padre de la criatura– y en abril de 1967 dio a luz a su única hija, Owen Vanessa, momento a partir del cual la gente empezó a llamarla Mama Cass, un apelativo que acabó detestando.

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En 1968, la perseverante e inquieta artista emprendió una exitosa carrera en solitario. A las grabaciones de discos sumó las de programas de televisión –llegó a tener dos shows propios– y apariciones en películas, lo que siendo madre soltera añadió una situación de estrés desconocida hasta entonces. Sin embargo, y a pesar del dolor que le producía que su hija se encariñase con las niñeras, rentabilizó al máximo el éxito que estaba obteniendo.

Antes de acabar el año, cerró un contrato inédito para una cantante de pop: cantaría en Las Vegas, a razón de 40.000 dólares semanales. Tenía que dar dos recitales cada noche y para prepararse hizo una dieta radical durante seis meses. Perdió 45 de sus 136 kilos habituales. Sin embargo, lo cierto es que estaba consumiendo heroína. El primer concierto, con Sammy Davis Jr., Liza Minnelli o Mia Farrow entre el público, fue un desastre. No tenía voz y estaba ausente. Al segundo día se cancelaron sus actuaciones en el Caesar's Palace. Se recuperaría, pero ya conocía el amargo sabor del fracaso La noche del 28 de julio de 1974, tras ofrecer su último concierto en el Palladium londinense, la cantante escribió una cariñosa carta a su hija de siete años y llamó por teléfono a Michelle Phillips; quería compartir la felicidad que sentía por las enormes ovaciones que recibía a diario por parte del público, que agotaba las entradas. Acto seguido, asistió a una cena en la casa de Mick Jagger y luego se retiró a dormir.

Al día siguiente, encontraron a Elliot muerta en la habitación del apartamento que le había alquilado al músico Harry Nilsson. Las especulaciones se dispararon inmediatamente después. Algunos periodistas hablaban de un complot urdido por el FBI para asesinarla. Otros dijeron que la cantante esperaba un bebé de John Lennon. Pero fue aquella historia del atragantamiento la que acabó cobrando mayor fuerza en los medios. No resultaba inverosímil. Padecía obesidad mórbida (medía 1,65 metros y pesaba 110 kilos), aunque llevaba tiempo probando distintos tipos de dietas de choque. El primer doctor que examinó su cadáver señaló (antes de la autopsia) al Daily Express que «parecía que había estado comiendo un sándwich de jamón y bebiendo Coca-Cola estando tumbada, algo muy peligroso». El sensacionalismo hizo el resto.

El informe del forense reveló finalmente que Elliot había muerto tras sufrir un ataque al corazón, dejando reflejado además que no había restos de comida ni en la boca ni en la tráquea de la artista. Años después, su hija Owen conseguiría descubrir quién era su padre biológico durante una cena celebrada con motivo de su 19 cumpleaños. Los demás componentes de The Mamas & The Papas revelaron que aquel misterioso hombre era el guitarrista Charles Wayne Day, a quien pudo conocer en persona. En cualquier caso, lo verdaderamente importante para la única hija de Mama Cass ha sido mantener vivo el envidiable legado profesional y personal de la cantante, una mujer luchadora e independiente que allanó el camino a otras que aún hoy, como Lizzo o Adele, desafían con sus voces y su talento a la gordofobia y el machismo.

HORÓSCOPO

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Sagitario

Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.