entrevista

Leonor Watling: «Pienso: ¿Y si abro una papelería o monto una granja? Siempre estoy buscando una escapada»

Después de seis años sin pisar un estudio, vuelve a cantar. Y a componer. Y hasta a sacarse el carné de conducir. Además de actuar, claro. Leonor Watling nos habla de su momento más dulce.

La actriz y cantante lleva camisa, blazer, falda y bailarinas de DIOR. Foto: Dario Aranyo.
Leonor Watling: «Pienso: ¿Y si abro una papelería o monto una granja? Siempre estoy buscando una escapada»
Ixone Díaz Landaluce
Ixone Díaz Landaluce

De pequeña fantaseaba con ser arquitecta, abogada o policía. Cualquier oficio parecía prometedor, aunque, en realidad, lo que estaba buscando era otra cosa. «De repente, te visten de funcionaria y vislumbras una vida paralela. Eso es lo divertido de ser actor», explica con una sonrisa. Pero Leonor Watling (Madrid, 1975) ni siquiera es solo eso. Aunque sigue siendo una de las grandes estrellas del cine español, es una de las pocas que se han atrevido a cultivar una carrera paralela.

Antes con Marlango y ahora con el cantante norteamericano Leo Sidran, con el que presenta disco, LEO&LEO, pero también una gira que en otoño les llevará a ciudades como Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca o Vitoria. Entretanto, la actriz, que se ríe sin parar y es abierta y simpática, acaba de cumplir 50 años. Pero donde los demás ven a una mujer talentosa, polifacética y capaz de poner de acuerdo a todo el mundo (¿alguien conoce a una sola persona a la que no le guste Leonor Watling?), ella no deja de cuestionarse a sí misma. Y quizá por eso es tan divertido hablar con ella.

MUJERHOY. Vaya racha: series que arrasan, presentadora de los Goya, un disco, nueva película... ¿Tiene pulsado el botón del sí o es que recibió todas las llamadas de golpe?

LEONOR WATLING. Es más una percepción que se tiene desde fuera que la realidad del día a día. Es cierto que ahora estoy rodando una película y que este año se estrenó La vida breve y luego fueron los Goya, todo de golpe. A mí también me ocurre cuando veo a otros compañeros y pienso: «¡No para! ¡Y a mí no me llaman! [Risas].

La suya es una profesión de altibajos. ¿Cómo los ha afrontado cuando los ha tenido?

Lo más difícil de este oficio es el día a día de no trabajar. Como le pasa a cualquier freelance, que se tiene que construir su propio andamio. Yo no cuento con muy buen andamiaje, pero sí con la suerte de tener una vida, de tener hijos que me hacen funcionar… Si no, a veces te dan ganas de quedarte en la cama y decir: «Cuando me llamen, ya salgo». [Risas]. Creía que sería más fácil con la edad, pero no. Cuando tienes una racha de mucho trabajo y, de repente, paras, vuelves a estar a cero y piensas: ¿cómo se hacía esto de vivir?

Perdón por la cursilería, pero desde fuera parece uno de esos momentos particularmente dulces para una artista. ¿Lo siente así?

Es cierto que estoy en un momento muy bueno porque, además, por la edad no me correspondería demasiado. Acabo de cumplir 50 años, y eso, en teoría, para una actriz…

Pero lo del edadismo ya no es lo que era, ¿no?

Creo que ha ido cambiando, sí. Y he tenido la suerte de que lo hacía mientras yo iba cumpliendo años. Hay muchos más personajes. Existen. Otra cosa es que te los den, pero ahora existen.

¿Cómo se ha gestado su regreso al estudio? Han pasado seis años...

Ha sido muy fácil y muy natural. Conozco a Leo (Sidran) desde hace tiempo y siempre que viene a España, voy a verle. Hace dos años, tocamos juntos en Vitoria y decidimos hacer algo juntos. Yo estaba en una sequía monumental como letrista. Como no escribía, no cantaba, y lo echaba muchísimo de menos. Y le pedí ayuda para arrancar. Elegimos canciones de su repertorio más otras dos nuevas. Una de ellas la compusimos por WhatsApp.

El top y la falda son de MAX MARA, el collar es de TIFFANY & CO. y los zapatos, de MOMONI. Foto: Dario Aranyo.

¿Y cómo se hace eso?

Íbamos escribiendo y mandándonos notas de voz. Es sobre una pareja que tiene su primera cita. Los dos llegan pensando: «Me tomo un vino y me voy». Pero se van quedando. Luego, escribí otra después de sacarme el carné de conducir el año pasado. Se llama It's not too late (No es demasiado tarde). [Risas].

¿Cómo así?

Antes de cumplir los 18, ya había pagado porque me hacía mucha ilusión conducir. Me matriculé y pagué hasta cinco veces más. Una vez, me examiné y aprobé el teórico, pero me caducó. Ya era casi una superstición: cuando tenía trabajo pagaba de nuevo y luego, no podía hacerlo porque estaba rodando. Así que, al final, ¡me fui a Cuenca! Que es lo que tenía que haber hecho desde el principio. [Risas].

¿Y ha aprobado a la primera?

¡Sí! Cuando me lo saqué, pensé: ¡No se puede ser más imbécil que yo! [Risas]. La verdad es que creía que iba a ser una cosa más simbólica: «Me lo saco y ya está». Pero no, me gusta mucho conducir.

El trabajo de estudio y el escenario son dos caras diferentes de la misma moneda. ¿Cómo han evolucionado esas dos facetas?

Para mí el estudio es lo mejor. Y los ensayos. Hace mucho que no compongo, pero también me encanta. Aunque sufres, cuando sale algo bonito es maravilloso. Pero me gusta grabar, tocar todos juntos… No tienes presión porque todo es posible: puedes cambiar cosas o volver a cantar. Del directo solo me gusta el escenario. Ni cinco minutos antes ni cinco minutos después. Antes y después, siempre estoy pensando: «¿Por qué estoy aquí si podría estar en mi casa?». [Risas].

¿Y qué se contesta a sí misma?

Me digo: «Tienes razón, no tiene ningún sentido que estés aquí, pero date cinco minutos». Sé que va a pasar y también que voy a estar bien.

Suele contar que es muy miedosa y tímida. Pero no hace más que lanzarse a proyectos nuevos con muchísima visibilidad…

Muchos tímidos nos dedicamos a esto. Parece una paradoja, pero creo que lo hacemos para forzarnos a salir. Te facilita una excusa, un contexto, un espacio, un personaje...

¿Qué le proporciona la música que no le da la interpretación?

Son complementarias. Este disco, por ejemplo, lo ha producido Leo, pero yo he opinado, me he metido en la producción y he sido parte activa. En un rodaje, te entregas. Haces lo que te piden, te vistes como te dicen y eso tiene una parte maravillosa que es formar parte de un gran grupo humano. En la música, el grupo de gente es más pequeño: todos somos jefes y responsables. Las dos cosas me gustan: dejar de ser yo y no decidir, pero también hacerlo.

¿Entiende la música como una carrera secundaria o esas clasificaciones no sirven de nada?

Hubo un momento en el que pensé que sería mejor hacer una sola cosa porque eso te permite concentrarte más. De esta manera, nunca estás al 100% presente en nada. Estás y te vas. Y eso tiene un coste. Si no estás todo el rato pedaleando, vas más despacio. Si solo hubiera hecho música, Marlango estaría en otro sitio. Laboralmente, no sé si es una buena idea, pero vitalmente sí lo es. Cuando llevo mucho tiempo sin cantar, lo necesito.

¿Recuerda cuándo entendió que la música y la interpretación iban a vertebrar su vida?

Este es mi oficio, pero la verdad es que siempre estoy pensando: ¿Y si abro una papelería? Siempre estoy buscando una escapada.

¿Una escapada hacia dónde? ¿Hacia el salario fijo?

¡Sí! Hacia la estabilidad. Cuando me preguntan los actores jóvenes, siempre les digo que tienes que tener una vida. Aparcarla un momento para rodar es fácil. No tener una vida y estar esperando a que te llamen para volver a respirar es otro tema. Pero a las actrices jóvenes las veo muy bien ubicadas. Tengo la sensación de que tienen las riendas.

¿Usted estaba más perdida a esa edad?

Yo empecé trabajando mucho y no me dio tiempo de colocar el andamio. Lo coloqué después. Supongo que la única diferencia de este oficio es que juega mucho con tu autoestima: siempre crees que es algo que has hecho o que has dejado de hacer. Otros trabajos no son tan personales e íntimos. Pero esto tiene que ver con tu cara, con tu voz, contigo. Y hay que aprender a disociarlo.

Leonor, con vestido y sandalias de FENDI y reloj de CARTIER. Foto: Dario Aranyo.

Acaba de cumplir 50 años. ¿Hubo fiesta por todo lo alto?

¡No! Nada de eso. Es rarísimo, la verdad. El año pasado le dije a mi chico [el músico Jorge Drexler]: «Qué fuerte, ¡voy a cumplir 48!». Y me dice: «No, vas a cumplir 49». [Risas]. Cierro los ojos, pienso en una mujer de 50 años y no me veo a mí misma. Una mujer de 50 años es alguien con las cosas claras, con cierta disciplina, bien colocada… Y yo me siento igual de dispersa y llena de cosas que todavía no he arreglado. Soy muy facilona para las crisis: la de los 30, la de los 40… [Risas]. Pero la de los 50 tiene algo muy tremendo.

Muchas mujers lo describen como una etapa mentalmente liberadora, pero físicamente complicada.

La diferencia fundamental entre hombres y mujeres es la menopausia, claro. Es otra adolescencia: te cambia el cuerpo. Yo, que estoy con la peri, lo estoy viviendo a la vez que mis hijos su adolescencia. Y noto que hay cosas que riman con ellos. ¡Les entiendo! De repente, estoy súper bien y de repente, me miro y no me reconozco. Los hombres siguen jugando con la misma baraja.

¿Hablar tan abiertamente de la menopausia es otra conquista?

Está muy bien. Antes, veías a una señora con el abanico y pensabas: los sofocos. Pero son muchas cosas más: algunas incómodas y otras, buenas. Dicen, por ejemplo, que dejas de estar tan enfocada en cuidar a los demás y que eso se nota muchísimo. Ya te contaré.

Me imagino su casa como un lugar bullicioso, creativo y alegre. ¿Es así o es mucho más mundano que todo eso?

Es una casa normal. Con un poco de caos de calendario y con mucha ida y venida, como si fuéramos viajantes. Es verdad que hay mucha música y eso es bonito. Pero yo estoy preocupada de que haya un poco de lo otro: orden, normalidad… Mi pareja se preocupa muchísimo de lo académico. Todo es más normal de lo que se podría pensar.

Dos músicos bajo el mismo techo. ¿Cuánto entran en el espacio creativo del otro?

Lo hacemos muy bien y de una forma natural. Siempre hemos respetado mucho lo que el otro necesita. Yo, por ejemplo, no enseño nada hasta que no está terminado. Y él, en cambio, necesita enseñar mucho. Opinamos con mucho respeto y declinamos las opiniones con el mismo respeto. Lo tenemos muy separado de todo lo demás.

Nunca han hecho un disco juntos. ¿Es algo pendiente?

No hay más de dos o tres canciones que podamos tocar juntos. En esas situaciones en las que alguien saca una guitarra y nos pide que cantemos algo, nos miramos y es como: «¡Qué desastre!». Así que no creo que sea algo que vayamos a hacer. Bastante compartimos ya.

Tiene dos hijos adolescentes, una edad muy vilipendiada. ¿O también tiene su gracia?

Mi hermana, Laura Ceballos, es coach de adolescentes y me da muchas herramientas. Me dice: «Si te habla mal, no te lo tomes como algo personal». Lo que ocurre, en realidad, es que hay un duelo: ya no me necesitan como antes. Esa persona que yo era para ellos, capaz de cubrir todas sus necesidades, me hacía sentir muy capaz. Y, de repente, lo que necesitan ya no se lo puedo dar. Y luego hay otra cosa: llevas toda tu vida buscando rodearte de gente a la que caigas bien y, de pronto, en tu propia casa, hay ratos en los que no les caes nada bien. Es como cuando vivías con tus hermanos y decías: «¿Por qué tengo que vivir yo con este señor?» [Risas]. Pero eso pasa poco, solo un ratito. Mi hermana me dice: «Mírales con compasión. Es súper complicado. Pobrecitos».

Más ahora. Ya no son solo las redes, hay quien tiene amigos o parejas de IA. ¿Qué es lo que más le inquieta en ese aspecto?

Hace poco escuché que no es una generación de nativos digitales sino de huérfanos digitales. Sus hijos serán nativos porque ellos sabrán gestionarlo, pero ellos son huérfanos porque nosotros no sabemos. Me aterra. Lo único que podemos hacer es armarlos hasta los dientes y enseñarles a disfrutar de un libro, de estar con gente… Que tengan cimientos para que, aunque todo esto les toque, no les tumbe.

¿Y qué cimientos proporciona el arte?

Lo que hace el arte es sacudirte y recordarte que formas parte de una especie. Cuando vas a un concierto y lo vives a la vez que todo el mundo, entiendes que el otro es como tú, que no hay ellos y nosotros. Y ahora mismo esa conexión me parece fundamental.

¿Los actores deben meterse en política o mejor evitarlo?

Todos como ciudadanos tenemos que meternos en política y perfilar el mundo en el que queremos estar. Se puede ser más o menos verbal y creo que depende del momento personal y de lo claro que tengas las cosas. Hay momentos, como el de ahora, en los que me parece importante denunciar el genocidio en Palestina y otros en los que no sé si verbalizar lo que pienso ayuda o aporta más ruido.

Con vestido y zapatos de FERRAGAMO y joyas de ARISTOCRAZY. Foto: Dario Aranyo.

Volviendo a su oficio: el nuevo cine español tiene una mirada decididamente femenina. Desde fuera, parece que el cambio es real y no una cuestión de cuotas, como antes. ¿También desde dentro?

Se nota en los equipos. Me encanta ver a las eléctricas o las directoras de foto, que antes casi no había, pero sobre todo se nota cuando no hay mujeres. Y dices: «¿Qué hago aquí?» «¿Qué es lo que falta?». Falta la otra mitad. Sí se nota, pero se tiene que notar mucho más.

¿Y a usted? ¿No le pica el gusanillo de dirigir?

Cuando has hecho muchas películas, dirigir o escribir es un paso natural para muchos actores. Y si yo tuviera algo que contar, lo haría. Pero no creo que pueda aportar nada en ese terreno. Además, me parece muy difícil. Te consume. Es una entrega y un compromiso muy distintos.

¿Cómo se evita que algo tan vocacional se convierta en un trabajo rutinario más?

No se puede evitar. Y también hay una parte bonita en decir: «Este es mi oficio». Como el carpintero al que, a veces, le llama un ebanista increíble y hace un mueble alucinante y otras, hace una cajonera funcional que se vaya a usar y la hace lo más bonita que puede. También hay que aceptar eso. Todos los que nos dedicamos a algo vocacional hemos tenido un momento de crisis donde, de repente, deja de ser un regalo y otra vez te tienes que subir a la furgo ocho horas para irte a una prueba de sonido o rodar de noche. Y te sientes súper mal por quejarte, porque encima puedes vivir de esto. Pero oye, también tienes derecho a hacerlo. Y no pasa nada.

La última: ¿qué es lo mejor de estar en sus zapatos en este momento de su vida?

Que me ha salido bien. Nunca pensé que podría vivir de ser actriz y cantante, tener un proyecto musical como Marlango, hacer un disco con Leo Sidran, vivir bien de esto y encima, tener una familia. Además, estoy en un lugar donde no hay mucha presión. Puedo ir en metro y tener una vida normal y dedicarme a lo que me gusta, que es algo que normalmente tiene un peaje bastante caro. Yo lo he vivido y es duro. Pero me ha salido bien. ¡Y no me lo esperaba!

Estilismo: Daniela Gutiérrez. Maquillaje y peluquería: María García (Sun Sea Sands). Asistente de fotografía: Israel Lozano. Asistente de estilismo: Lola Puime. Agradecimientos: Raimunda (Madrid).

Temas

Música
HORÓSCOPO

HORÓSCOPO

Sagitario

Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.