LUTO EN LA MODA
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El gran diseñador Giorgio Armani ha muerto a los 91 años este jueves, 4 de septiembre, acompañado de su familia y de Leo Dell'Orco, su compañero durante los últimos 20 años, según ha informado el grupo empresarial. Giorgio Armani era cien por cien Armani. La personificación de su marca. La confirmación de que un traje puede ser ligero como el viento y desestructurado como un cuadro de Pollock y, sin embargo, en línea con la elegancia. Se va un creador que nos recordaba a cada paso, en la vida y en la moda, lo mucho que tenemos de mediterráneos. Giorgio Armani Raimondi nació en Piacenza el 11 de julio de 1934, en la región de Emilia-Romaña, muy cerca del lombardo Milán, algo sin duda premonitorio. La guerra, el fascismo y el racionamiento, sin embargo, marcaron a fuego su infancia.
Con cuarenta años redondos fundó su propia empresa, que fue suya y solo suya, lo que le procuró raíces, fortuna e independencia, y alentó sus variados sueños. El Sr. Armani era director creativo y ejecutivo. Letras, por su dimensión artística, y también números. Se afanaba lo mismo en sus colecciones que en su plan financiero. Tanto es así que su grupo empresarial, que cumple medio siglo, marcha a toda vela. Pues no solo la facturación creció un 16,5% en 2022 hasta alcanzar los 2.350 millones de euros, sino que él mismo, con su nombre y apellidos, ha seguido figurando en la lista de los más ricos del mundo de Forbes con un patrimonio de 12.000 millones de dólares. Y eso sin sucumbir a los cantos de sirena de los conglomerados del lujo.
Así pues, no había quien tosiera al italiano. Ni en las artes ni en los negocios. Tampoco en cuestión de relaciones sociales, incluidas las hollywoodienses. Él vistió a Diane Keaton cuando ganó el Oscar por Annie Hall en 1978 y a Richard Gere para American Gigoló en 1980, por lo que terminó siendo una estrella. Por no hablar de Los intocables de Eliot Ness (1987), que presumieron de elegantes gracias a su buena mano.
Todos querían a Armani. Sin ir más lejos, en los últimos Premios de la Academia se llevó la palma. Lucieron diseños suyos el flamante ganador como mejor actor, Adrien Brody, y la gran perdedora de la edición, la espectacular Demi Moore. En cualquier caso, vestir de Armani es en sí una declaración de intenciones. La que hizo aquel 2003 la entonces princesa Letizia en su pedida de mano con su impecable dos piezas blanco, que luego recuperó para un viaje oficial a Marruecos. 15 años habían pasado entre una y otra vez sin que se notara.
La atemporalidad ha sido carta de presentación, y muy palaciega, de la casa. Lo mismo que la comodidad, la sobriedad, el culto a lo vertical, el minimalismo fluido y cierta concepción andrógina y escultórica. Además, Armani nunca practicó el a todo color. Más bien se la jugó al no color, algo que aprendió de Coco Chanel. Podía ser blanco, roto o no, y muy probablemente combinado con negro; beige, el clásico greige -entre el gris y el beige-, los empolvados y su adorado y tan familiar azul. Aunque él amaba sobre todo el color del barro en las riberas del Trebia, el afluente del Po que pasa por la provincia de Génova y su Piacenza.
Pese a toda una vida en la moda, con su aureola inconfundible y su acostumbrada presencia entre modelos y celebrities, pisando photocalls, pasarelas y alfombras rojas, Giorgio Armani no empezó entre agujas y patrones. El piacentino estudió dos años de Medicina en la Universidad de Milán, tras leer un libro del novelista británico A.J. Cronin, La ciudadela, con un médico de pueblo como protagonista. Si bien es verdad que su primera pasión fue la fotografía, que después se trasladó al cine. De ahí que sus shows tuvieran siempre algo de cinematográficos.
De hecho, pronto empezó a trabajar como diseñador de escaparates en los históricos almacenes de lujo La Rinascente, en plena plaza del Duomo, donde, ahí es nada, Mary Quant presentó la minifalda que armó la revolución en 1965. Lo de Rinascente, como curiosidad, se lo puso el estrafalario y controvertido poeta Gabriele D'Annunzio.
Allí en medio estaba Armani, que en 1961, a sus 27 años, ya diseñaba para el gran Nino Cerruti, su maestro, como también el de Narciso Rodriguez, y lo siguió haciendo hasta 1970. Entonces fue cuando desestructuró y quitó rigidez al encorsetado traje de chaqueta, y cuando empezó a experimentar con los textiles. Así que el rey Giorgio, como le llaman los italianos, no hacía sino seguir la senda que había abierto «el filósofo de la moda», el apodo que le puso la periodista Suzy Menkes. No hay que olvidar que Cerruti vistió luego a Don Johnson en la icónica Corrupción en Miami (1984), a Julia Roberts en Pretty Woman (1990) o a Sharon Stone en Instinto básico (1992).
Después, Armani ya voló solo. Bueno, con el arquitecto Sergio Galeotti, con quien levantó Giorgio Armani SpA en 1975. Eran los tiempos en que conducía un Volkswagen Escarabajo azul. Los del apartamento alquilado en Corso Venezia, uno de los lados que componen el milanés Quadrilatero della moda, dicho sea de paso, donde empezó todo. Lo cuenta el propio Giorgio en su autobiografía, Per amore (2022). Allí, en cuanto hubo aligerado el traje de los hombres, se puso con el de la mujer, a la que vistió de ejecutiva, anticipándose al power suit. Digamos que masculinizó lo femenino y feminizó lo masculino, algo así.
En su cabeza, la moda tenía que ser bella y, por qué no, cómoda. Por eso, y por muchas cosas más, los ochenta le pertenecieron. En 1981 levantó, pensando en los jóvenes, el Emporio Armani. Diez años después, el casual y muy de calle Armani Exchange, concentrado en A/X. Y ya en 2005, la alta costura, Armani Privé, la puerta abierta a los bordados joya y el refinamiento. Lo que ansiaba, solía decir, era tocar el corazón de la gente.
Por cierto, Galeotti, que falleció a causa del sida en 1985, cuando tenía solo 40 años, fue su gran amor. «Cuando murió Sergio, murió una parte de mí. Debo decir que todavía me sorprende haber encontrado en mí la resiliencia para soportar un dolor tan inmenso», declaró recientemente el diseñador al Corriere della Sera. También contó en el diario italiano cómo, cuándo y dónde se conocieron. Ocurrió en Forte dei Marmi, frente al mar de Liguria, en 1966. En palabras de Armani: «Nos conocimos cerca de la Capannina, en Versilia, donde estaba de vacaciones por dos días. Me crucé con Sergio en coche, me gustó enseguida su sonrisa toscana y nos hicimos amigos de inmediato». En los últimos tiempos, Giorgio vivía con Pantaleo Dell'Orco, su gran colaborador, por quien confesó sentir «un afecto profundo».
Además de diseño y elegancia, que aprendió de su madre, Maria Raimondi, el Sr. Armani siempre aportaba ese inconfundible toque Saint-Tropez. La salud que dan la buena mesa, el ejercicio, el sol y los amigos. Haciendo memoria, son innumerables las celebridades que han posado con él y sus creaciones. Desde Nicole Kidman a Isabelle Huppert, pasando por Winona Ryder, Kate Winslet, Leonardo DiCaprio y, por supuesto, su paisana y coetánea Sophia Loren. De todas ellas, tal vez sea Cate Blanchett quien mejor encarne el espíritu Armani. O nuestra modelo Eugenia Silva.
Pero Armani no solo es ropa. Marroquinería, gafas, perfumes y cosas de casa llevan su nombre. Como su exitosa Acqua di Gio, atrapando desde 1984 el poder de la naturaleza y el mar en una fragancia. O como el Armani Hotel Milano o el Dubai Burj Khalifa, haciendo gala de la proverbial hospitalidad de su creador. Incluso un club de baloncesto, el AX Armani Exchange Olimpia Milano, el más laureado de Italia, cuyos jugadores lucen, faltaría más, equipaciones en rojo y blanco ideadas por su propietario.
Lo que en esencia era el divino Armani lo representa como ningún otro sitio el Palazzo Orsini, que se alza en la bella y señorial Via Borgonuovo. Con jardín secreto porticado y salas pintadas al fresco donde danzan, queremos pensarlo, las insinuantes musas. Allí se despliegan con toda la naturalidad del mundo su alta costura y todas sus creaciones. Las que a continuación salen a relucir en las más de 2.200 tiendas repartidas por 80 países gracias a una plantilla de más de 9.000 empleados.
Desde luego, todo un emporio. ¿Quién lo herederá? Probablemente, el ya citado Leo Dell'Orco, a su lado desde hace una eternidad, y/o sus sobrinas Roberta y Silvana Armani, hijas de su difunto hermano Sergio y muy cercanas. Hace tiempo ya que se habla de qué pasará con Armani después de Armani. ¿Tendrá un claro sucesor? ¿Saldrá la compañía a bolsa? Lo veremos. Mientras, queda para la historia una sentencia que pasó a título de libro: Los tontos no son nunca elegantes, al cuidado de Paola Pollo. Son 232 páginas de Armani en palabras suyas.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.