cuerpo y mente

Todos los beneficios del método niksen o cómo ser más feliz sin hacer nada

En la era de los multiplanes, una tendencia pide paso: dedicarse a la vida contemplativa. Pasear, dejarse llevar… Aunque no es fácil sumergirse en este estado de ociosidad, quienes lo defienden hablan de sus beneficios para la mente y el cuerpo.

DR
Todos los beneficios del método niksen o cómo ser más feliz sin hacer nada
Cristina Martín Frutos

¿Cuándo fue la última vez que no hizo nada? Hágase esta pregunta antes de seguir leyendo. Y no: no cuenta el domingo que pasó repantingado en el sofá entre reels de Instagram, capítulos de Netflix, compra de entradas para un concierto de 2026 y revisando los correos electrónicos. Hablamos de ese tentador dolce far niente con el que los italianos llevan siglos defendiendo la ociosidad placentera. Del iucundum nihil agere –dulce hacer nada– que Plinio El Joven evocaba en sus epístolas sobre los días de verano en su villa, a las afueras de Roma, allá por el siglo I. Una práctica que, al parecer, dominan como nadie los neerlandeses. Ellos lo llaman niksen, un término (intraducible, ya que no existe en otros idiomas), derivado directamente de la palabra niks (nada).

La periodista polaca Olga Mecking, que vive en La Haya, se topó con esta expresión por primera vez por casualidad en 2018, mientras leía un folleto de un supermercado. Tras escribir un artículo para The New York Times, que rápidamente se convirtió en viral, sobre esta tendencia, publicó Niksen: descubre el secreto holandés para ser feliz sin hacer nada.

En él intenta explicar en qué consiste esta costumbre tan aparentemente sencilla como casi imposible de llevar a la realidad: «Sería algo así como no hacer absolutamente nada, no tener un propósito. Ni navegar en Facebook ni meditar, está más relacionado con crear tiempo para simplemente estar», define en sus páginas. Este método, que busca el bienestar en la inactividad absoluta y que los holandeses tienen interiorizado, llegó en plena pospandemia, cuando todos buscábamos conectar con nosotros mismos. Sin embargo, no ha perdido ni un ápice de vigencia.

Los beneficios del niksen para el cuerpo y la mente

El imparable incremento del turismo wellness –retiros, programas de detox digital o de yoga– es bastante ilustrativo. Según Global Wellness Institute, su peso en el mercado se disparó un 30% el último año, superando los mil millones de dólares, y se prevé que siga haciéndolo a un ritmo del 10% anual hasta 2028. Otro ejemplo: el pasado enero de 2024 la cadena de gimnasios David Lloyd puso en marcha en sus centros de Reino Unido clases de niksen. «No hacer nada es la mejor manera de aprender a estar bien con uno mismo», asegura el psicólogo clínico y psicoterapeuta Simón Bianco, experto en meditación.

«La ciencia ha demostrado que, en esos momentos de quietud, la actividad del cerebro, que hoy llevamos hasta cotas muy altas, se apaga bastante, concentrándose en la zona prefrontal», explica. Esto se traduce, en primera instancia, en un sistema nervioso más calmado y, a medio plazo, en mayor capacidad de concentración y aprendizaje. La Harvard Medical School ha demostrado sus efectos a la hora de reducir la presión arterial. Incluso se relaciona con un mejor humor o mayor felicidad. Un listado de beneficios nada despreciable. Sobre todo, si tenemos en cuenta lo que nos cuesta desconectar y dejarnos llevar, especialmente en vacaciones, época que, como apunta Bianco, «debería plantearse como un paréntesis para afrontar lo que viene, no como un torrente de actividades».

Las cinco calas que no puedes perderte, las mejores azoteas para disfrutar del atardecer, los libros que tienes que leer sí o sí este verano… «Vivimos en un bombardeo de estímulos constante. De hecho, la prevalencia de la ansiedad en nuestra sociedad no deja de aumentar y la razón principal es la sobreestimulación», reflexiona el psicólogo. En nuestro país esa prevalencia se sitúa en el 12,6%. Es más, el Consejo General de Psicólogos calcula que el 34% de los españoles ha tenido en el último año algún problema de salud mental: la ansiedad, los trastornos de sueño y la depresión ocupan el podio.

Cortesía

Hay muchos más datos que dan qué pensar. Un reciente estudio sobre Bienestar Digital realizado por ING revela que miramos entre 50 y 80 veces al día el móvil. Unas cuatro horas que en vacaciones suelen ir a más. Por si fuera poco, siete de cada 10 padecen nomofobia o miedo a quedarse sin teléfono móvil. Tampoco llevamos bien lo de perdernos algún plan, ya sea virtual o presencial. El FOMO (Fear of Missing Out, o temor a perderse algo) está considerado por algunos expertos un síndrome a tratar.

Ante tal panorama, el verano o, mejor dicho, las vacaciones, parecen el momento perfecto para desconectar. Sin embargo, nos resistimos a ello. La principal motivación estival es socializar y disfrutar, muy por delante de relajarnos. Nadie va a decir aquí que esté mal pasarlo bien, organizar cenas, salidas o viajes. El problema es que no hay tiempo para parar. «No solo en verano. Bastaría con hacer ese paréntesis un ratito cada día: dejar al cerebro un descanso cognitivo de solo un minuto es realmente nutritivo», asegura Antonio Valenzuela. Divulgador, fisioterapeuta y autor de Estimula tu nervio vago (Alienta), insiste en que ir siempre acelerado no significa avanzar más rápido. «Aunque, en nuestra sociedad, la vida contemplativa y la ociosidad están muy demonizadas, esos momentos pueden ser muy interesantes porque te ponen cara a cara con todo lo que llevas dentro: lo bueno y lo malo».

La delgada línea del aburrimiento

Por sencillo que parezca, iniciarse en el niksen no es nada fácil. Simón Bianco reconoce que se puede aprender, pero él juega en otra liga. Descubrió el budismo con 16 años, fue monje budista en la Escuela del Dalai Lama entre 2002 y 2007 y es una eminencia en temas de meditación. En sus palabras, el hecho de saber no hacer nada y de llevar un día a día sencillo le ha proporcionado «una vida más plena, más feliz, más profunda». Pero no todos estamos preparados para ello.

La investigadora Josefa Ros, especialista en Estudios del Aburrimiento, advierte que hay muchas personas que tienen una necesidad real de estímulos, «necesitan más hacer que estar». Probablemente, sea la mayoría. «Está bien no hacer nada para descansar o reponerte, pero, tarde o temprano, sentirás una necesidad de ocupar el tiempo», apunta. Es entonces cuando sobrevuela el fantasma del aburrimiento. Para Ros, un enemigo que puede aparecer tanto por exceso de actividad como por defecto. «Aburrirse nos provoca malestar», sostiene. Entonces, ¿no es la puerta de entrada a la creatividad? «Hemos resignificado la palabra aburrimiento y la asociamos con descansar, con el relax. Pero no es así. Aburrirse es incompatible con sentir placer», subraya. Y lo cierto es que abandonarse, sin horarios, sin listas que tachar, sin compromisos, puede ser, además de antiestresante, realmente placentero.

Una oda al paseo

Para comprobarlo, Valenzuela invita por empezar con un paseo. Algo que, por cierto, aumenta la creatividad hasta un 50%. Eso sí, hay que dejarse en casa los airpods, el smartphone y hasta el reloj. Se trata de convertirse en un flaneur, ese paseante, sin más rumbo fijo que su curiosidad, que fue elevado a la categoría de arte por los franceses del siglo XVI. «Si algo resulta urgente en la vida moderna es volver a convertirnos en exploradores natos, empaparnos del camino sin importar el cuándo, el cómo ni el porqué. Convertir el pasear sin rumbo en un estilo de vida». La experiencia suma puntos si se realiza en plena naturaleza.

Al más puro estilo de los baños de bosque, o Shinrin-yoku, que en Japón se recetan en la consulta del médico con la misma facilidad que aquí los ansiolíticos (cabe recordar que España es el país del mundo con mayor consumo de benzodiacepinas). Más ideas para iniciarse en el dolce far niente: sentarse en el balcón o a mirar por la ventana durante unos minutos, recostarse durante la siesta hasta caer dormido… Antonio Valenzuela también incluye los momentos de relax en familia o con amigos. «Sin forzar una conversación, solo compartiendo el rato o una comida y, por supuesto, sin mirar el móvil».

Versiones extremas: 12 días en silencio

¿Y meditar? Estrictamente, si bien el niksen se acerca al mindfulness, no tiene que ver con ello. Pero la meditación sí que puede ser un buen camino para acercarse a esos momentos de nadear. La versión más radical serían los retiros de silencio o vipassana. La entrenadora personal Paula Butragueño (conocida en redes como @pau_inspirafit) estuvo en uno en 2019. Fue la guinda a su formación como coach de mindfulness: 12 días en Sri Lanka, sin una comodidad, sin una palabra, durmiendo en un catre y comiendo de rancho. «Lo más difícil no es el silencio, sino estar ese tiempo sin tus rutinas, sin tu móvil, ni tu música, ni tu café…», recuerda.

En su caso, le fue especialmente complicado no practicar ejercicio. «Solamente estás contigo mismo y meditas. Te enfrentas a ti, a tus miedos e inquietudes, algo de lo que hoy día estamos muy alejados ya que vivimos con constantes distracciones y dosis de dopamina». Durante la meditación de los tres primeros días únicamente tenían que atender a la respiración centrándose en el hueco entre las fosas nasales y el labio superior. «Al tercer día sientes ahí una energía increíble», asegura. Después llegaría la claridad mental, el control de las molestias o dolores corporales y la felicidad. «Sin duda, ha sido la experiencia de mayor aprendizaje de mi vida». Al terminar siguió recorriendo el país con una amiga. «Pensé que iba a desmadrarme, pero tardamos dos días en tomarnos una sola cerveza. No queríamos romper ese estado de paz y tranquilidad que habíamos vivido».

Aunque ella volvería sin dudarlo –planea hacerlo a uno más corto y cercano–, hay que reconocer que enfrentarse a esa vivencia está al alcance solo de unos pocos elegidos. Como la protagonista y narradora de Mi año de descanso y relajación (Alfaguara), la novela de Otessa Moshfegh. Una joven de 26 años que decide encerrarse casi por completo en su apartamento del Upper East Side neoyorquino –antes del 11 M– durante un año. Para sobrevivir a esa hibernación elegida voluntariamente, que ella pasa entre películas de Whoopi Goldberg o Harrison Ford y muchas horas de sueño, necesita un cóctel de 12 psicofármacos al día. «Ese era el encanto. Que me desconectaba de la realidad y la recordaba tan por casualidad como un sueño», confiesa el personaje.

Otra persona que ha sido capaz de vivir sin hacer nada es Valentina Vilches, una psicóloga chilena que reside desde 2023 en Corea del Sur, uno de los países con mayor tasa de insomnio, ansiedad y suicidios. Hace unos meses ganó el concurso Space Out que consiste, ni más ni menos, que en no hacer nada durante 90 minutos. Se premia a quien mejor mantenga la calma, la estabilidad emocional y cardíaca en ese tiempo. Cuando le escribimos, nos llega un mensaje automático: «¡Lo siento! Me encuentro de vacaciones. A mi regreso intentaré contestarte». Valentina sabe lo que es el niksen. ¿Seremos capaces de emularla?

HORÓSCOPO

HORÓSCOPO

Sagitario

Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.