palabra de experto
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Desde la ventana de un apartamento cualquiera de la costa levantina se puede ver el mar al fondo y, delante, una hilera interminable de sombrillas clavadas en la arena como si fueran parte de una postal. No es una imagen extraordinaria y podría parecer un detalle sin importancia, pero hay algo que resulta revelador. Esas sombrillas que, con suerte, hace unos años podían contarse con los dedos de una mano, hoy están por todas partes. Y con ellas, una nueva forma de entender el verano que se impone silenciosamente: protegerse del sol y de los efectos del bronceado excesivo ya no es algo inusual, sino puro sentido común. Las cremas del sol ya son parte de la rutina de belleza de todo el año para la mlayoria.
A partir de aquí surgen los recuerdos de una época (no tan lejana) donde se popularizó la costumbre de utilizar aceite de cuerpo sin protección en la playa y todo tipo de inventos inimaginables para conseguir un único objetivo: ser la más morena de todo el grupo. El fin era estar muy bronceada; el cómo era lo secundario. Entonces no existía el miedo a las manchas y, mucho menos, se tenía la información que relacionaba esta cuestionable tendencia con algo dañino para la piel. Tener un buen bronceado era sinónimo de éxito e incluso de salud.
No hace tanto de todo eso. Y, sin embargo, la situación ha cambiado por completo. Ahora, se cuestionan ideas que durante años parecieron verdades absolutas y se empieza a entender que el sol, aunque dé vida, también deja huella y daña la piel si no usamos protección solar. Para comprender qué hay detrás de este giro cultural, hablamos con varios expertos que analizan el cambio desde distintos ángulos.
Para la dermatóloga Cristina Eguren, directora médica de su clínica homónima, esta nueva perspectiva se nota cada día en su consulta. Hace unos años, la mayoría de sus pacientes acudían preocupadas únicamente por mejorar la textura o reducir arrugas. Hoy, cada vez son más quienes preguntan directamente qué pueden hacer para mantener la piel saludable y evitar el daño acumulado que provoca la exposición al sol. «El problema es que mucha gente cree que si no te quemas, no pasa nada», advierte Eguren. «Pero la exposición solar diaria va dejando huella igual. Se acumula poco a poco y acelera el envejecimiento de la piel».
Por eso insiste en que la fotoprotección no puede seguir entendiéndose como un gesto puntual que únicamente se produce durante el período de las vacaciones: «La piel tiene memoria. Cada verano suma. Hoy mucha gente joven ya lo tiene claro y empieza a protegerse antes de que aparezcan las primeras manchas o arrugas». Según Eguren, este viraje de mentalidad está cambiando incluso los códigos estéticos: «Antes el ideal era lucir un bronceado intenso. Ahora, muchas pacientes quieren una piel luminosa y uniforme, aunque sea más clara. La piel sana es el nuevo objetivo de belleza. Y eso, sinceramente, es una gran noticia».
La dermatóloga María Vitale, Medical Manager Dermatology de Cantabria Labs, coincide en que estamos ante un cambio de paradigma, aunque queda camino por recorrer. «Protegerse bien del sol no significa renunciar a disfrutarlo. Se trata de hacerlo con cabeza y de entender que el daño solar no siempre se ve en el momento», explica. Los datos del Observatorio Heliocare, una encuesta para conocer las conductas en relación al cuidado de la piel, muestran cómo la sociedad va cambiando poco a poco. En él podemos observar que más de la mitad de las personas ya asocian el bronceado con envejecimiento o daño, pero un 44% todavía lo sigue viendo como un símbolo de buena imagen y salud. A lo que la doctora recuerda: «El bronceado es, en realidad, una señal de que la piel se está defendiendo de una agresión».
En este nuevo escenario, la experta destaca la importancia de otro aliado contra el daño solar: la fotoprotección oral. Vitale explica que no es cuestión de elegir entre crema y cápsulas, sino de combinarlas: «No sustituye a la crema solar, pero es un aliado muy potente que refuerza la piel desde dentro. Ayuda a proteger frente al daño acumulado y a cubrir esa parte de radiación que siempre se escapa, incluso cuando creemos que estamos bien protegidos», comparte la dermatóloga.
Según la especialista, este enfoque más integral es especialmente importante en personas con piel muy clara o con patologías que empeoran con la radiación ultravioleta: «Cada vez más pacientes lo incluyen como un gesto de su rutina diaria, igual que aplicarse un sérum antioxidante. Y eso nos permite ser más preventivos que nunca».
La facialista Cristina Galmiche, directora de la clínica que lleva su nombre, corrobora este cambio de mentalidad, aunque reconoce que aún hay ideas equivocadas: «Las manchas son la consecuencia más frecuente que tratamos tras años de sol sin control. Pero también la piel que pierde luminosidad y elasticidad, y muchas veces la gente no sabe que se puede mejorar».
En su consulta, cada vez se demandan más tratamientos para reparar el daño solar acumulado: IPL, peelings, rituales de nutrición profunda y protocolos que devuelven la uniformidad a la piel. «El verdadero glow no es estar muy morena, sino tener la piel uniforme, hidratada y sana. La aspiración de muchas mujeres es poder salir sin maquillar y sentirse bien con su aspecto». La clave, asegura, está en la constancia: «Exfoliar, nutrir y proteger la piel todo el año. Igual que cuidas el rostro, hay que cuidar el cuerpo, porque las manchas no aparecen solo en la cara. Cuando la piel está preparada, hasta el bronceado es más uniforme y bonito».
Y añade un consejo que resume la nueva filosofía social: «Protegerte no es renunciar al sol. Es vivirlo con control, saber que la vitamina D es necesaria, pero también que tu piel debe acompañarte bien en los próximos años».
La socióloga Alejandra Nuño aporta una reflexión que va más allá de lo estético: «Durante muchos años, estar morena era un símbolo de estatus económico. Significaba tener tiempo libre, vacaciones y poder disfrutar de la vida. Hoy el verdadero lujo es cuidarse y priorizar la salud. Nadie quiere perder un día de descanso por una quemadura o pasarse semanas pelándose». Nuño apunta que este cambio cultural ha sido rápido si lo miramos con perspectiva histórica: «Si pensamos que hace apenas 40 o 50 años esto era impensable, el avance es enorme. Ahora hablamos de una sociedad intergeneracional donde los jóvenes son abanderados del autocuidado. Y eso se nota en algo tan cotidiano como aplicarse el fotoprotector como un gesto diario, no solo de verano». También señala que el exceso ya no es lo que se busca: «Una piel muy quemada o castigada se percibe como algo anticuado, incluso un poco forzado. La belleza de ahora tiene más que ver con estar bien contigo misma y con un cuidado responsable que con buscar un color determinado» explica.
Quizá no se llegue a los extremos de las culturas asiáticas, donde la piel clara es un símbolo de pureza largamente acariciado, pero, poco a poco, la idea de broncearse a cualquier precio está desapareciendo.