las mejores
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Soy de las que piensan que tu perfume te identifica, que es tu mejor carta de presentación al mundo, y la manera más directa que tienes de lanzar un mensaje sobre quién eres y lo más importante, sobre quién quieres ser. Así que, intento que el mío me identifique y tras mucho buscar, he encontrado uno que llevo usando casi tres años.
Antes era de las que usaba un aroma para cada ocasión, pero mi amiga Eva me descubrió un perfume de alma francesa e historia de autor que, desde el primer minuto, hizo que me replanteara ciertas cosas. Ahora no permito que comparta momentos con ningún otro. Se ha convertido en la guinda del pastel de cualquiera de mis looks y esa arma secreta que hace que todo el mundo me pregunte qué fragancia llevo esté en Madrid, París o en Tombuctú.
Me puse a investigar sobre su historia y leyenda, y descubrí que tenía mucho que ver sobre lo bien que quedaba. Y a pesar de que a cada una nos queda de una manera por nuestro pH, yo tengo la sospecha de que este perfume me ha elegido a mí y no yo a él. Veamos por qué.
Si me conoces un poco, es probable que ya sepas cuál es mi as bajo la manga. Tilia, un perfume que no pretende deslumbrar, pero lo hace. Esa es precisamente su magia, la sencillez. Personalmente, me gusta porque es fresca sin ser cítrica, cálida sin ser pesada y floral sin resultar empalagosa. Además, logra un equilibrio extraño que hace que todo el mundo se acerque. Y lo mejor es que cuanto más se calienta con la piel, más crece esa sensación de luz, de piel limpia, y de lujo.
Creada por Marc-Antoine Barrois y el maestro perfumista Quentin Bisch, Tilia se inspira en la idea de una felicidad tranquila, sin prisas ni excesos. La flor de tilo, poco habitual en perfumería, aporta un verdor suave y una dulzura ligera que no empalaga. Las notas de miel, polen y heliotropo le dan un punto cremoso que abraza la piel, mientras que el jazmín sambac aporta un toque aterciopelado que la hace más sofisticada.
Es fresca sin ser cítrica, cálida sin ser pesada y floral sin resultar empalagosa. Otro aspecto que juega a su favor es que su estela es suave pero muy duradera. Tanto que es increíble comprobar cómo dura desde primera hora de la mañana hasta la última de la noche. De hecho, la uso todo el año, por las mañanas, las noches; si hace frío o si hace calor. Y al ser un perfume de autor, siempre la compro en Isolée.
Eau de Do Son de Diptyque no es solo tuberosa, es un recuerdo. Su creador, Yves Coueslant, destila aquí los veranos de su infancia en Do Son, en la bahía de Ha-Long, donde el aire cálido y húmedo transportaba el aroma envolvente de las flores blancas. La tuberosa aparece intensa, luminosa y ligeramente especiada, acompañada de jazmín y ylang-ylang, como las grandes ofrendas florales que se venden en el mercado de Hai Phong, envueltas en hojas de canna. En el eau de parfum, esta tuberosa gana aún más profundidad. Es más cremosa y más persistente.
Lo especial de este perfume de Diptyque es que evita el exceso típico de la tuberosa. No es densa ni opulenta. Es sensual, sí, pero con una ligereza que recuerda al viento del mar entrando en una pagoda de madera. Hay un equilibrio precioso entre frescor y calidez, entre luz y sombra. Esa dualidad lo hace muy fácil de llevar incluso para quienes suelen huir de las flores blancas. En invierno, en verano y en cualquier momento del día.
Eau de Toilette Matin d'Orage de Goutal captura ese instante efímero en el que la tormenta se disipa y el jardín vuelve a respirar. Es una fragancia fresca, húmeda y luminosa que gira en torno a la gardenia japonesa, no en su versión cremosa y opulenta, sino en la más pura y delicada, como si aún estuviera empapada por la lluvia. Las notas verdes y ligeramente picantes del jengibre le dan un impulso vibrante, casi chispeante, mientras que el ylang-ylang aporta suavidad sin restarle transparencia. El resultado es un perfume limpio, radiante y sereno, con esa elegancia natural tan característica de Goutal.