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Por qué Lydia Lozano se ha convertido en el personaje televisivo favorito de los millennial (que hacen que sea trending topic todos los días)

Aunque el streaming de series se ha comido el consumo de televisión millennial, aún quedan en televisión personajes que, gracias a su autenticidad, logran conectar con los nuevos y exigentes públicos. El más inesperado de ellos es Lydia Lozano, la estrella más alegre y brillante del planeta 'Sálvame'.

Pincha en la foto para ver cómo han cambiado los colaboradores y presentadores de 'Sálvame', incluida Lydia Lozano./GETTY IMAGES

Pincha en la foto para ver cómo han cambiado los colaboradores y presentadores de 'Sálvame', incluida Lydia Lozano. / GETTY IMAGES

Elena de los Ríos
ELENA DE LOS RÍOS

La brecha generacional es, en televisión, una auténtica guadaña. Muy pocos espacios televisivos logran atraer la atención de los nuevos públicos, jóvenes millennials y centennials que saben demasiado bien cómo funciona el audiovisual, pues son ellos mismos productores de sus propios contenidos. Como resultado, la audiencia de la tele envejece a marchas forzadas, mientras que el streaming de series engorda sin parar. Solo en la ficción, en las redes y en ciertos contenidos de YouTube encuentra la audiencia joven personajes con los que conectar, verdaderos famosos para menores de 30 de los que la audiencia adulta no sabe absolutamente nada (ni de su existencia). Las redes sociales, especialmente el 'trending topic' de Twitter, ha desvelado sin embargo una excepción: Lydia Lozano. Probablemente el personaje televisivo más cercano a un dibujo animado que podemos ver ahora mismo en pantalla, especialmente por los experimentos que lleva a cabo la factoría de Jorge Javier Vázquez, jefe de todos los ' Sálvame', con su estado emocional. Ahora mismo, nadie reacciona (a lo bueno o a lo malo) con tanta verdad como Lydia Lozano, y esa autenticidad ha ganado a quienes la buscan como al oro.

La metamorfosis de Lydia Lozano en heroína irónica y pop tiene todo que ver con las burlas y hasta la mala leche que muchas veces recibe por parte de sus propios compañeros, portavoces de una serie de críticas a la colaboradora que no hacen mella en la audiencia. Cuando más se la vilipendia, más enfervorecida es la defensa de sus fans en Twitter, en un efecto de inversión que han puesto en práctica muchos de los ganadores de los 'realities' de la casa: las víctimas casi siempre se llevan el maletín a casa. Lo cierto es que Lydia Lozano, acusada de hacer casi de todo por salir en televisión, tiene la lágrima fácil y difícilmente puede ocultar sus emociones, que además son levísimas: lo mismo llora desconsoladamente que se lanza a bailar o a gritar o a reír. Su naturalidad sin filtros la convierte en el juguete favorito de colegas y jefes, y en un recurso siempre a mano cuando decae el ritmo emocional de cualquier programa.

La reciente resurrección en 'Sálvame' de su gravísimo episodio a propósito de la desaparición de Ylenia Carrisi (hija de Albano y Romina Power) en 1994 trajo consigo algunas escenas rayanas en la crueldad, que fueron contestadas fieramente en las redes. "Basta ya", clamaban sus fans, impotentes ante una Lydia desconsolada pero, incomprensiblemente, aferrada a su silla. Cuando al fin acertó a marcharse espoleada por los mensajes de su propia familia y amigos, nos dejó uno de los vídeos llamados a convertirse en un clásico de la televisión del siglo XXI en el que clama su sentir: "¡Somos números! ¡Sí, hoy soy un número!". Efectivamente: el juego de marionetas de la factoría Vázquez es cada vez más crudo, y hace mella en una audiencia que reacciona con asombro, compasivamente o, en el caso de los más curtidos por Telecinco, desde la ironía.

El talento infinito de Lydia Lozano para encajar todo tipo de golpes y críticas la ha convertido en el personaje más querido y brillante del cada vez más oscuro universo 'Sálvame', probablemente porque la dureza del contexto contrasta con su leve y chispeante saber estar. En el planeta Lozano, risa y llanto son equivalentes, instantes intercambiables en un carrusel constante de emociones absolutamente verdaderas y, a la vez, totalmente intrascendentes. Su alegría y desvergüenza absoluta depara sonrisas sin parar: basta con que se lance a bailar su mítico 'chuminero', una versión perfeccionada del torpe baile sexy que las señoras podemos desplegar en cualquier noche de fiesta. Jorge Javier Vázquez, gran vampiro de estos gestos de gran sentido del humor, supo convertir este baile en seña de identidad de la colaboradora (algo que luego ha copiado María Patiño con su "No dejes de soñar"). Es la guinda de la conversión de estos profesionales de la información en personajes de una realidad paralela o, mejor dicho, de una irrealidad que ellos viven con más verdad que la vida misma.

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