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La noticia de la semana, que Ana Obregón ha sido madre por gestación subrogada a los 68 años, tiene a las redes sociales en una batalla campal. Los que defienden a la actriz hablan principalmente de dos temas: que solo se la critica por su edad y que es su manera personal de superar el duelo de la pérdida de su hijo Aless Lecquio, un proceso durísimo de atravesar, como defienden los psicólogos.
El anuncio ha sido la tormenta perfecta. Se ha evidenciado una indignación total, a pesar de que hay otros famosos que han tenido hijos por vientre de alquiler. (Y no han recibido tantas reacciones por parte de políticos y famosos). Pero el caso de la presentadora también despierta empatía.
Ella, feliz con la llegada de su nueva hija, ha compartido en Instagram las fotografías de la revista Hola y ha desvelado su alegría. «Ya nunca volveré a estar sola», reza el texto que acompaña a la foto.
Mientras, la revista Icon compartía una entrevista realizada 17 días antes de recibir a su hija. «No se me han secado las lágrimas por Aless», rezaba el titular. También admitía su momento favorito del día: «Cuando me duermo y pierdo el conocimiento durante unas horas».
Esa ausencia es, para los especialistas en salud mental, un acontecimiento irreversible, y no existe una forma única de vivirlo. La psicóloga especialista en Psicooncología y Duelo, Belén Tarrat Fierros, explica que la relación entre el afectado y la persona fallecida marca mucho el proceso. Factores como el tipo de muerte, la historia personal o la personalidad son definitivos a la hora de afrontarlo.
Pero la tragedia que atraviesa a todas es la muerte de un hijo. «Es antinatural, uno de los duelos más dolorosos. El camino pierde sentido», apunta la cofundadora del proyecto Vida y pérdida (un espacio de acogida para personas que atraviesan la muerte de un ser querido). Precisamente coincide con las palabras que Ana Obregón ha transmitido durante los últimos años.
Al ser un drama de tales magnitudes, el entorno no sabe ni cómo acompañar. ¿Cuáles son las frases exactas que puedan sostener tanto sufrimiento? «Los padres no tienen un espacio de desahogo y compresión en la sociedad que nos rodea», admite Tarrat.
La soledad y el desconsuelo pueden aislarles y también estancarles en algunas de las fases del proceso de sanación. La psicoterapeuta María Ibáñez y el psicólogo Jesús Jiménez, fundadores del Centro de Psicología e Introspección, defienden que lo peor es quedarse en el primer escalón, el de la incredulidad.
«Hay personas que siguen hablando de sus seres queridos en presente, hablan con ellos en su mente a diario, lo cual provoca un deterioro del estado de ánimo (aunque se crea lo contrario) y puede llegar a la distorsión de la realidad», sostienen.
Uno de los sentimientos más frecuentes, según los expertos, es la culpa. También es el más dañino, como secunda Joaquín Julia Salmerón, psicólogo de OKmental. Es el momento de afrontar la frustración por todo lo que quedó por vivir, y la manera de sortearla varía según la persona. «Hay quienes no se expresan, otros exteriorizan, algunos se aíslan…», enumera. En cambio, lo más sano es «vivir las emociones que brotan sin negarlas y poder salir adelante».
Ana Obregón y otras personas en su situación se enfrentan a un tremendo vacío imposible de esquivar, que se recarga con preguntas de difícil respuesta como «¿por qué? ¿Qué se hace con ese amor? ¿Dónde se coloca?». Y la solución fácil, según Tarrat, sería «superar», pero a muchos padres les horroriza la palabra: «No quieren pasar página, quieren aprender a revivir los recuerdos sin tanto sufrimiento».
El proceso es lento y hay que atravesarlo con paciencia, y cuidarlo. Por eso, la psicóloga desaconseja tener un hijo solo para superar al fallecido. «Al contrario, se vive la ilusión del nuevo hijo en un momento en el que existe un dolor muy grande. Son emociones contradictorias y hacen el proceso muy difícil».
Después del duro golpe de la pérdida, es frecuente tener otro hijo para seguir adelante. Aunque también puede ocurrir lo contrario, según Ibáñez y Jiménez: «No querer tener más hijos para no volver a pasar por la misma experiencia y no sufrir el mismo dolor».
En el primer caso, la llegada de un bebé con la función de reparar acaba por perjudicar a todos. «Es frecuente que se proyecte en el nuevo hijo la sombra del fallecido, pudiendo este llegar a percibirse como un sustituto o un instrumento, con las dificultades que eso va a conllevar», sentencian.
Por eso, hay que afrontar, porque «todo lo demás serán parches o paliativos que no van a funcionar a medio ni a largo plazo», como apunta Tarrat. Su consejo es tomar la decisión de traer a alguien al mundo cuando uno esté totalmente preparado, sin dudas. «No cuando nos sintamos desvalidos ni azotados por la angustia».
Primero hay que sanar, porque «un hijo genera sentimiento de amor y protección». Y nadie puede sustituir a otra persona, como insiste la psicóloga: «Cuando uno se siente preparado para dar el paso de tener un nuevo hijo, es una nueva esperanza, pero que hay que darse tiempo».
Han pasado tres años desde el fallecimiento de Aless Lequio. Un camino que ha sido muy complicado para Ana Obregón. Como explicaba Belén Tarrat, un nuevo nacimiento puede ser también una nueva ilusión, siempre que una esté preparada. Y Ana parece encontrarse finalmente lista para este nuevo capítulo en su vida.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.