Así fue la blindada boda de Beatrice Borromeo y Pierre Casiraghi: un duelo Charlène versus Carolina de Mónaco que nadie vio, momentos Titanic y un coche enano

Se cumplen siete años del enlace por la iglesia del tercer hijo de Carolina de Mónaco con Beatrice Borromeo: la mejor boda de 2015 de la que no hay fotos oficiales pero sí mucho anecdotario.

Beatrice Borromeo y Pierre Casiraghi el día de su boda getty images
Así fue la boda de Beatrice Borromeo y Pierre Casiraghi: blindada, sin fotos y con un duelo Charlène versus Carolina de Mónaco
Silvia Vivas

En Italia las revistas de cotilleo consideraron este enlace la boda del año allá por agosto de 2015 y el resto de medios europeos les dieron la razón a pesar de que no hay una sola foto decente del evento. Entonces era demasiado sencillo enamorarse de cualquier cosa que incluyera a Carolina de Mónaco, una novia como Beatrice Borromeo y varias islas privadas.

En un alarde de entusiasmo aristocrático hasta la revista Oggi no dudó en rebautizar tras el enlace a Pierre Casiraghi y Beatrice Borromeo como «la pareja más hermosa de todos los reinos»,

Y lo consiguieron únicamente con el paseíllo post enlace que protagonizaron cogidos de la mano y vestidos de Armani. Un resultado, eso sí, que quedó un tanto deslucido al comprobar que para poder hacerse esa única foto la novia necesitó la ayuda de dos marineros, su propio esposo y otros dos asistentes.

Nadie dijo que la alta costura fuera fácil y Alexandra de Hannover también lo comprobó cuando fue literalmente remolcada en brazos por otros dos marineros para poder salir de la lancha que la acercó a la fiesta final de la Borromeo.

Pero no adelantemos acontecimientos. Recordemos que todo comenzó con una inusual lista de bodas que incluía cascanueces con forma de caracol de más de 500 euros y una amplia colección de libros eróticos.

Tras la confirmación de la fecha del enlace llegó la «íntima» ceremonia civil celebrada en la misma sala del palacio monegasco en la que Carolina de Mónaco ya había dicho tres veces «sí quiero».

Y cinco días después, el paso por la iglesia. Nadie sabía qué esperar del este segundo evento nupcial de la pareja, que había sido retrasado por la propia novia en al menos una ocasión para poder cubrir las elecciones y que las abuelas de los novios esperaban con ansia desde hacía meses.

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Pero por fin, el 1 de agosto, le tocó el turno a los ricos Borromeo-Marzotto de tirar la casa por la ventana. Y lo hicieron. La boda religiosa de Beatrice y Pierre se celebró en la isla privada de San Giovanni ubicada en el corazón del archipiélago que lleva el apellido de la familia de la novia situado en el lago Maggiore.

Pero antes de acudir a la pequeña isla de San Giovanni los novios ofrecieron una pre boda el día anterior: un cóctel de bienvenida en otra isla del archipiélago Borromeo, Isola Bella, el momento ibicenco y floral del enlace.

Tras la ceremonia religiosa que fue tan blindada que nadie vio a la novia hasta que Armani no la sacó en su cuenta de Instagram, todo el mundo que quiso se cambió de ropa, se enjugó las lágrimas y fue despachado a la recepción oficial en una tercera ubicación borromea, la fortaleza medieval Rocca de Angera, donde la fiesta se alargaría hasta la madrugada.

La ceremonia religiosa tuvo lugar a mediodía y contó con dos testigos de lujo, Marta Marzotto, abuela de la novia, envuelta en una de sus célebres túnicas marroquíes y dispuesta a darlo todo llorando en primera fila, y Andrea Casiraghi, hermano del novio.

Para evitar a los paparazzis Carolina de Mónaco ya estaba en la isla de la boda antes que nadie y con pamela, la única invitada que se presentó de esta guisa, porque ella lo vale. No se sabe si lloró, pero sí que ayudó a su ex suegra, la madre de Stefano Casiraghi, Fernanda Biffi.

Con todos ya emocionados y contentos por la feliz pareja llegó la escena digna del festival de cine de Venecia, con los invitados haciendo las veces de celebrities y embarcando en el «Piamonte», una embarcación de principios del siglo XX perteneciente a la flota Navigazione Lago Maggiore que se encargó de llevar a todo el mundo hasta la Rocca di Angera.

Entre los asistentes se podía ver a celebridades del panorama mediático italiano (no en vano la novia era reportera hasta ese momento), figuras políticas (con especial entusiasmo del alcalde de Angera, Alessandro Paladini Molgora, que saludaba desde el embarcadero felicísimo como si fuera su hija quien se casaba) y todos los royals que interesan a las revistas del corazón.

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Por supuesto estaba Carolina de Mónaco y su tropa de hijos y nietos, una Carlota Casiraghi pelada de frío (se envolvió en un chal durante la primera parte del día y casi ni se le vio el vestido amarillo que llevaba) y otros personajes ilustres como Lapo y John Elkann (marido de la hermana de Beatrice, Lavinia Borromeo), Haakon y Mette-Marit de Noruega y Christian de Hannover y Sassa de Osma.

De su etapa como modelo Beatrice también rescató a sus amigas más impresionantes, como las modelos Eva Herzigova, Alena Seredova y Bianca Brandolini d'Adda, que además de disfrutar de la fiesta y el zapato plano coincidió con su ex, Lapo, al que era imposible no ver entre otras cosas porque se paseó por el lugar embutido en un diminuto Fiat 500 vintage con asientos de mimbre.

Pero el chisme de la velada no fue la coincidencia en el mismo espacio-tiempo de estos dos ex, ni si vendría o no a la fiesta el primer novio pseudo oficial de Pauline Ducruet, que en aquellas fechas se rumoreaba que estaba saliendo con un actor 10 años mayor que ella llamado Gaspard Uiliel (cosas de los Grimaldi).

El gossip royal del día versó acerca de dónde estaban Charlène de Mónaco y su esposo (y tío del novio) el príncipe Alberto. Charlène había escapado milagrosamente del duelo de estilo con Carolina de Mónaco en la ceremonia civil que unió a Beatrice y Pierre en Mónaco.

Mientras su marido hacía de maestro de ceremonias durante aquella jornada, porque para algo Pierre es su sobrino favorito, la princesa Charlène permaneció en paradero desconocido (o preparándose para la cena de gala de la Cruz Roja que tenía lugar esa misma noche).

Para la ausencia del 1 de agosto en Italia no trascendió ninguna excusa ni oficial ni extraoficial. Y aunque hay medios que aseguran que Charlène y Carolina sí coincidieron en el archipiélago Borromeo no existe ni un solo documento gráfico que así lo demuestre.

No sería, ni mucho menos, la primera vez que los Grimaldi demuestran cómo andan las relaciones internas de la familia mediante una ausencia en un acto como este. Echando la vista atrás, la ausencia de Estefanía de Mónaco de la última boda de su hermana Carolina también da bastantes pistas sobre qué tipo de relación tienen ambas hermanas.

Mientras ya en 2015 todo el mundo se preguntaba «¿dónde está Charlène?», Beatrice Borromeo se encargó de protagonizar tres momentazos fashion con tres vestidos a cada cual mejor.

El primero, de Alberta Ferreti y estilo boho chic muy al estilo de Tatiana Santo Domingo lo usó con coronita de flores para recibir a sus invitados. A su lado estaba un Pierre a diez segundos de convertirse en su alter ego ibicenco por obra y gracia de una camisa blanca impoluta, blanca y desabotonada.

El vestido de Beatrice de la ceremonia religiosa, el primer modelo de Armani que llevaría ese día, era correcto, romántico y de manga larga (hacía 18 grados y Carlota Casiraghi acudió al tour isleño Borromeo embutida en un plumas mientras que Tatiana Santo Domingo prefirió robarle la chaqueta a Andrea Casiraghi).

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Pero sería el segundo vestido de Armani el que haría que todo el mundo votara a Beatrice Borromeo como la nuera que necesitaba Carolina de Mónaco en su vida.

Un vaporoso modelo de Armani Privé diseñado a su medida la convirtió en la heredera del glamour de Grace Kelly. Beatrice estaba sonriente, feliz e impresionante, tanto que todo el mundo dejó de buscar a Charlène y Carolina entre un público.

Y, por cierto, al día siguiente los paparazzis pillaron a Pauline Ducruet siendo consolada por su madre la princesa Estefanía, lo que explicaba por qué no se vio a ningún actor 10 años mayor que ella por los muelles Borromeos.

HORÓSCOPO

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Sagitario

Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.