MATRIMONIO DESDICHADO
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El príncipe Rainiero y la princesa Grace ofrecieron un baile para la princesa Carolina y Philippe Junot en el Palacio de Mónaco, en Montecarlo. La pareja había contraído matrimonio civil por la mañana de ese 28 de junio de 1978 y la ceremonia religiosa tendría lugar al día siguiente. La princesa Carolina había elegido para sellar el contrato civil, en palacio, un vestido en azul pálido con casquete estilo «pill-box».
Esa noche, Gracia de Mónaco llevó su tiara de diamantes de Van Cleef & Arpels y Carolina una diadema que pertenecía a su madre y estaba formada por 200 diamantes engastados en platino. Escogió un delicado y juvenil vestido blanco de encaje con finos tirantes, coordinado con un ligero chal sobre los hombros y unos largos guantes blancos.
Entre los más de 500 invitados, estaban la reina Ana de Rumanía, el Aga Khan IV y la begum Salimah Aga Khan, el barón Guy de Rothschild y la baronesa Marie-Hélène de Rothschild, los duques de Cádiz y el duque de Huéscar, el exrey Humberto de Italia, los condes de París o los condes de Barcelona, junto a estrellas de Hollywood como Ava Gardner, Cary Grant y Frank Sinatra.
Las damas lucieron sus zafiros, esmeraldas y diamantes. Fue entonces cuando, supuestamente, el príncipe Rainiero le dijo a uno de sus invitados: «No me des la enhorabuena, dame el pésame». Carolina de Mónaco confesaría, años después, que aquellos no habían sido los mejores días de su vida, a pesar de su aparente cara de felicidad. De hecho, mostró un semblante muy serio en la ceremonia civil.
Los novios se adueñaron de la pista
Carolina tenía 21 años y el novio, 39. Se habían conocido en una discoteca de París, lo cual no era nada raro dado que Junot había convertido las fiestas de la alta sociedad en su forma de vida, aunque entonces se dijera de él que era «un hombre de negocios» o que «trabajaba en banca». Sólo se permitieron fotógrafos en la ceremonia civil, pero varios videos que todavía circulan por Internet muestran a los novios, en aquella velada, bailando con estilo ochentero al ritmo de la música. Carolina está frente a la cámara y se agita y se muerde los labios. El menú de la fiesta corrió a cargo del chef del Hotel de París, el más prestigioso del Principado, que también se encargó del banquete de boda.
Al día siguiente, tras la celebración del baile, que duró hasta la madrugada, la pareja se casó en una ceremonia religiosa celebrada en el patio del Palacio del Príncipe. Carolina lució un romántico diseño de Marc Bohan para Christian Dior. Se dice que el diseño tuvo que ser modificado, en el último minuto, tras filtrarse detalles del vestido a la prensa.
La princesa no llevó tiara, sino un tocado floral que simulaba el peinado tradicional provenzal. Al terminar la ceremonia, los novios caminaron por las estrechas calles del antiguo Montecarlo hasta llegar a la Capilla de la Misericordia, del siglo XVII, donde Carolina colocó su ramo de stephanotis, en el Altar de la Virgen.
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Un divorcio abrupto
La princesa Carolina y Philippe Junot se divorciaron dos años después, el 9 de octubre de 1980. No tuvieron hijos, y en 1992, la Iglesia Católica le concedió a la princesa la anulación del matrimonio, después de años de polémicas. Ella se casó con Stefano Casiraghi, deportista y heredero de una prestigiosa familia italiana, en 1983, y tuvieron tres hijos: Andrea, Charlotte y Pierre Casiraghi. Stefano murió en un accidente naval, en 1990, y la Princesa Carolina se casó por tercera vez en 1999, con el Príncipe Ernesto Augusto de Hanover, Duque de Brunswick. Tienen una hija juntos, la princesa Alexandra de Hannover.
La pareja hace vidas separadas desde hace más de una década.Por su parte, Philippe Junot decidió sentar cabeza con la modelo danesa Nina Wendelboe-Larsen, con la que tuvo tres hijos – Victoria, Isabelle and Alexis–. Se separaron 10 años después. Junot tuvo otra hija, en 2005 con la modelo sueca Hendel Wendel.
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Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.