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Ella actriz como Grace Kelly y él, un príncipe italiano: todo sobre la difícil historia de amor de Emmanuel-Filiberto de Saboya y Clotilde Coureau, lejos del protocolo y las reglas de palacio

Emmanuel-Filiberto de Saboya y su esposa la francesa Clotilde Courau, viven una historia de amor como pareja real lejos de las convenciones. Se conocieron gracias a Alberto de Mónaco y al cantante Johnny Hallyday. Ella es actriz, él un príncipe italiano. Ambos se convirtieron en una pareja excepcional dentro del Gotha. Dieciocho años después de su boda perdura su historia de amor, lejos del protocolo.

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El príncipe más atractivo y la actriz francesa de carrera ascendente se casaron el 25 de septiembre de 2003, en una de las basílicas más bellas de Roma, Santa María degli Angeli, diseñada en el siglo XVI por Miguel Angel. Fue en este templo en el que también contrajo matrimonio el rey Victor Manuel II de Saboya con Elena Montenegro en 1896. Clotilde Coureau tuvo que pronunciar sus votos en italiano, porque la Iglesia no le permitió hacerlo en francés, su lengua materna, teniendo en cuenta que el novio, era un príncipe del Piamonte y de Venecia, nieto del último rey de Italia, Umberto II. La actriz ya rompió la tradición lo suficiente.

Se presentó ante el altar con un visible embarazo de seis meses. Entre los más de 1.300 invitados figuraban algunos pocos nobles, aunque no los más relevantes, y ningún representante de las casas reales europeas, pero también muchos artistas amigos de la actriz – Monica Bellucci, Jean Rochefort, Benoît Poelvoorde, Pierre Cardin–.

El maravilloso vestido de corte imperio de Clotilde, diseñado por Valentino no pretendía ocultar su vientre, solo hacerlo más discreto. Y en cuanto a la tiara nupcial sí cumplió la tradición. Portaba una impresionante pieza de topacios y diamantes que pertenece a la familia real italiana y que le «prestó» su suegro. Tras la ceremonia, se celebró un ágape en un céntrico hotel de Roma. La luna de miel fue escueta –una escapada a Florencia– por el embarazo de la novia.

La pareja había empezado la casa por el tejado y Emmanuel-Filiberto, de 30 años, tuvo que pelear para que su novia fuera aceptada por sus padres, que también habían celebrado un matrimonio morganático –la madre de Emmanuel-Filiberto es la esquiadora suiza Maria Doria–, que le valió a su padre, Victor Manuel, que una parte de la familia real no le considerase apto como aspirante al trono. Clotilde Courau, hija de un ingeniero y de una maestra de escuela, nacida en 1974, en un barrio de clase media de las afueras de París, es una gran estrella en Francia, aunque no tiene ni un solo ascendente aristocrático. «No tiene sangre azul, pero su alma es noble. Es el más grande de los títulos que puede llevar», respondió en una entrevista Emmanuel-Filiberto, cuando le preguntaron sobre el tema. El príncipe había pisado suelo italiano por primera vez en diciembre de 2002, tras la decisión del gobierno italiano de derogar la prohibición, de 1948, que impedía la entrada en el país de ningún varón heredero de la casa real italiana, por su colaboración con el régimen fascista de Mussolini.

Con el matrimonio, Clotilde Courau se convirtió en el nuevo icono de Italia. La prensa siguió todos los preparativos de la boda e incluso la ceremonia se retransmitió por televisión. Y presenciando el matrimonio estaba Alberto de Mónaco, como testigo del novio, así como Johnny Hallyday, sin el que esta historia de amor nunca habría sucedido. Fue durante una velada en Montecarlo, presidida por el príncipe Alberto, como se conocieron Clotilde Courau y Emmanuel-Filiberto de Saboya, tres años atrás. El tenía 27 años y ella 31 años. «Estábamos todos en la mesa, la noche que la vi por primera vez», relataba el príncipe a la revista especializada en realeza «Point de Vue». «Me senté a su lado y busqué la aprobación de Johnny con la mirada. El me guiñó un ojo».

Fue amor a primera vista, pero Clotilde dudó un tiempo antes de comprometerse. Acababa de dejar al actor francés Guillaume Depardieu, hijo del gran actor, con quien había vivido una historia tumultuosa. Pero también porque no sabía si realmente quería convertirse en princesa...

Pese a las dudas, Clotilde Courau acaba accediendo a casarse con Emmanuel-Filiberto de Saboya, pero con la condición de que su nuevo estado de Alteza Real no la obligue a abandonar su carrera como actriz. Después de su matrimonio, sigue actuando con los directores más prestigiosos, como Olivier Dahan, Philippe Garrel o, más recientemente, Paul Verhoeven. Su último trabajo es un thriller erótico de este último director, llamado «Benedetta», con el que compitió en el último festival de Cannes.

La actriz ha conservado su total independencia. Madre de dos hijas, Vittoria (2003), recientemente presentada en las redes sociales como la heredera al trono, y Luisa (2006), vive en París, mientras su marido navega entre Mónaco y Los Ángeles, donde están sus negocios. El amor, según la pareja, no es estar juntos todo el tiempo, sino pensar el uno en el otro cuando se está lejos y ser felices cuando se está juntos. Es un recetario amoroso valiente y poco común y no impide que, en la travesía, haya altibajos, como les sucede a todas las parejas. «Pero logramos encontrar la forma de escucharnos y tener un diálogo real entre nosotros», explicaba a la revista Gala el príncipe. «Hablamos con franqueza. Clotilde y yo nos contamos todo».

Dieciocho años después de su unión, el príncipe y la princesa de Venecia y del Piamonte continúan viviendo como ellos quieren, independientemente de lo que digan los demás. Se han rumoreado a menudo supuestas infidelidades de Emmanuel-Filiberto, pero todo ha quedado en nada. Los hechos son los hechos: siguen juntos y felices y acuden a eventos de la realeza, como el matrimonio de Alberto y Charlène de Mónaco y el de los grandes duques herederos de Luxemburgo, Guillermo y Estefanía.

Emmanuel Filiberto nació en el exilio, en Ginebra, en Suiza, en 1972, y ha trabajado como asesor de banca, lanzó una marca de camisetas, participó como cantante en el festival de San Remo y fue estrella de la televisión, protagonizando la versión italiana del «reality» «Mira quien baila». Hoy gestiona un negocio de «foodtrucks» en Estados Unidos.

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