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IN MEMORIAM

Quince años de la muerte de Duarte Pinto Coelho, decorador de la aristocracia: «Por su casa pasaban las personas más selectas»

Hablamos sobre Duarte Pinto Coelho, en el 15º aniversario de su fallecimiento, con Hubertus de Hohenlohe, Pilar González de Gregorio y un conocido arquitecto que trabajó con él, pero quiere preservar su anonimato.

Duarte Pinto Coelho, en su casa de Madrid. Archivo ABC

Este viernes, 4 de julio, se cumplen 15 años de la muerte de Duarte Pinto Coelho, decorador portugués, que falleció en su casa de Trujillo, donde pasaba gran parte de su tiempo, en el emblemático edificio Chaves Mendoza, originario del siglo XVII y que en su día albergó el antiguo hospital de la Concepción. Fue una figura irrepetible que tuvo grandes amigas en la alta sociedad española, entre otras, Caritina Fernández de Liencres, madre de Cari Lapique, o Carmen Martínez-Bordiú.

Nacido en Cascais, su vida fue apasionante y gran parte de esa leyenda se escribió en España, aunque sus primeras y grandes oportunidades le surgieron en Francia. Recaló en Madrid en 1955 y se le abrieron las puertas de las principales figuras de la aristocracia y el mundo del espectáculo. Entre la realeza, contaba con el afecto y la confianza de la infanta Pilar y la reina Sofía.

Una de las personas que le conoció en las distancias cortas en nuestro país fue Pilar González de Gregorio, quien fuera presidenta de Christie's Ibérica: «De hecho, fueron Piru Urquijo, abuela de Teresa Urquijo, y él dos de las personas que me recomendaron para este trabajo», nos cuenta en conversación telefónica.

Como había dejado estipulado, en el momento de su muerte quería que se vendieran sus inmuebles, algo de lo que se encargó Aguirre Newman, y sus colecciones artísticas. Deseaba que lo resultante de estas operaciones fuera a parar a la pareja que cuidó de él durante décadas. La subasta de Sotheby's superó todas las expectativas. Se recaudaron casi 3,5 millones de euros y la pieza más cara fue el cuadro 'Mujer pintada' de Antonio López, que fue adquirido por 110.476 euros.

Una pasión que nació en la infancia

Inquieto por naturaleza, desde niño cambiaba de sitio los muebles de casa a sus padres, un indicio muy significativo de cuáles eran sus inquietudes, admiraba mansiones como la de Oscar de la Renta en Punta Cana, o la de la icónica Babe Paley en Nueva York y supo empaparse de los usos y costumbres de quienes le rodeaban.

Más allá de nombres propios, lo que sí tenía muy claro es el principio básico que aplicaba a cada uno de sus proyectos: «La mayor preocupación debería ser crear comodidad y confort. Sólo así se puede ayudar a hacer felices a las personas y contribuir a que nuestros hogares sean más bellos, tanto para los que vivimos en ellos como para quienes nos visitan y conviven con nosotros».

Pinto Coelho vivió los felices años de la reconstrucción parisina después de la Segunda Guerra Mundial y allí se codeó con leyendas de la moda como Coco Chanel y Elsa Schiaparelli, María Callas, ahora revisitada en el biopic que ha protagonizado Angelina Jolie a las órdenes del chileno Pablo Larraín, Salvador Dalí o Wallis Simpson. Una época que fue crucial para su formación, pues conoció a los decoradores más punteros y tuvo acceso a mansiones de personalidades tan destacadas como Alexis de Redé o el barón de Rothschild.

Su gran amistad con Aline Griffith, viuda de Romanones

«Tenía una de las mejores agendas de España y del extranjero, porque se movía como pez en el agua en Estados Unidos, en el Reino Unido, incluso era conocido en París, en Bélgica. Los decoradores siempre acaban siendo un poco gurús de otras cosas. Duarte fue muy motor de la vida social española en una determinada época. Por ejemplo, puso de moda Trujillo, un cierto estilo de vida de la mano de Aline Romanones. Impuso un cierto glamour a la española con un toque internacional», nos cuenta la que fuera duquesa de Fernandina, hija de la recordada duquesa roja, Luisa Isabel Álvarez de Toledo.

Cuando Duarte Pinto Coelho llegó a la capital de España se estrenó como anticuario, pero sus servicios comenzaron a ser cada vez más requeridos, pues como él mismo reconocía en una entrevista publicada por 'Caras' poco antes de morir, en nuestro país escaseaba la figura del decorador.

Su gran obra, sin embargo, sería su propia casa en el Madrid de los Austrias, que inicialmente había sido un palacio, después un colegio y más tarde un laboratorio de Kodak. A su muerte y después de estar alquilada durante unos años fue adquirida por Ira von Fürstenberg y ahora la ha heredado su hijo, Hubertus de Hohenlohe, fruto de su matrimonio con Alfonso de Hohenlohe.

Piru Urquijo, gran amiga del decorador y anticuario portugués. gtres

A propósito de la historia de esta propiedad, Pilar González de Gregorio nos aporta algunos datos de enorme relevancia: «Esa casa fue en su día de mi famlia, era el palacio del marqués de Villafranca del Bierzo y ese título lo lleva mi hermano mayor. Mi familia lo vendió en el siglo XIX. En 1961 lo compraron los Pinohermoso. Allí había ido muy frecuentemente la duquesa de Alba porque era mujer del marqués (se refiere a María Teresa de Silva Álvarez de Toledo y a su marido, José Álvarez de Toledo y Gonzaga, XI marqués de Villafranca del Bierzo), y ese ambiente lo recreó de alguna manera Duarte».

Hablamos con un arquitecto que trabajó con él

«Fue un personaje en unas condiciones especiales en un momento muy especial, en una España que se estaba reconstruyendo. Era una ardilla, si se me permite este término coloquial para definir su actitud ante la vida. Supo adaptarse a todas las circunstancias y era, más allá de un buen decorador, un excelente negociante. Yo trabajé con él y siempre sabía encontrar cómo colocar las antigüedades que tenía en stock para los proyectos arquitectónicos en los que se involucraba», nos dice una persona que le conoció muy de cerca, pero prefiere mantenerse alejado de la vida pública.

«Cuando se contrataba a Duarte, no solo se estaban contratando sus servicios, se estaba abriendo la puerta a su círculo social. Fue el equivalente masculino a la mítica Mona Jiménez y sus lentejas. A su mesa se sentaban las personalidades más relevantes. Sus fiestas eran espectaculares y por su casa de la calle don Pedro pasaban las personas más selectas. Como veía la oportunidad de hacer negocio en todo momento, podría considerarse que su casa era una especie de showroom, porque podías comprarte algunas de las antigüedades que la decoraban».

Las memorias que nos hubiera encantado leer

«Una de las mejores cualidades de Duarte era su enorme discreción. Conocedor de muchísimas cosas, sabía guardar secretos. Su sentido de la lealtad era inquebrantable. Otra de sus virtudes era saber reunirse de un gran equipo. Supo elegir a los mejores. Le admiro mucho porque supo sobrevivir a circunstancias difíciles y fue generoso con quienes le cuidaron. Dejó su herencia a su mayordomo y su mujer, que fueron muy leales con él hasta el último momento», nos cuenta.

Hubiera sido fascinante leer sus memorias, que estuvo a punto de escribir Pilar González de Gregorio, pero el tiempo no jugó a su favor en este sentido: «Me llegó la propuesta de escribir una pequeña biografía sobre él. Una buena amiga de Duarte, Piru Urquijo, consideró que era una buena idea que escribiera un libro de memorias para que estuviera entretenido en la etapa final de su vida, ayudado por alguien. Le propuso que fuera yo porque ya había escrito una novela. A él le pareció bien, pero no llegó a cuajar porque murió poco después».

Pilar González de Gregorio compartió vivencias con Duarte y fue crucial en la subasta de sus colecciones en Sotheby's. GTRES

«Era una persona que tenía mucha alegría, con mucha actividad, le interesaba todo. Era también irónico y muy buen conservador. Le gustaba crear cosas a su alrededor. No solo era un decorador de interiores sino también de la gente que habitaba esos interiores. Le encantaba establecer lazos, era un hombre inquieto, siempre ojo avizor. Era profundamente sociable, le interesaba mucho la gente y lo que pasaba a su alrededor», añade.

«Era un hombre ecléctico. Me informé mucho sobre él cuando deshicimos su casa y tuve que escribir sobre él en el catálogo de Christie's. Fue un soplo de aire fresco. En su casa lo mismo celebraba la boda de Marujita Díaz que iba el rey Juan Carlos cuando era príncipe… Mezclaba, cosa que no era habitual en Madrid. Era como una ventana a España para quienes estaban de paso. Fue un gran dinamizador social y un impulsor de ciertos intercambios internacionales», concluye.

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