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La reina de las 10.000 fiestas

Quién fue Elsa Maxwell, la poderosa periodista que le declaró la guerra a Rainiero de Mónaco y Grace Kelly

Pequeña, fea y malévola, como ella misma se definía, la afilada pluma de Elsa Maxwell disfrutaba despellejando en sus columnas de cotilleo en el Times a los más ricos y famosos. Pero con Mónaco y sus príncipes se dio un festín.

La princesa Grace Kelly junto a Rainiero de Mónaco. GTRES

A Elsa Maxwell se la conocía como la reina de las 10.000 fiestas, tal era el ritmo de eventos a los que acudía esta organizadora de eventos metida a periodista bajita, regordeta y con mirada de lince. Elsa disfrutaba organizando cenas, banquetes y galas de postín para luego filtrar al mundo en sus columnas lo que sus privilegiados ojos veían. Ni reyes, ni reinas ni, por supuesto, los padres de Carolina de Mónaco, el príncipe Rainiero y Grace Kelly, escaparon de sus afiladas crónicas.

No en vano sus víctimas favoritas, siempre fueron los más ricos, aunque se cebaba especialmente con los privilegiados caídos en desgracia. Para fortuna de Elsa Maxwell, en la época en la que vivió, plagada de guerras y linajes reales a punto de desaparecer, el mundo estaba repleto de estos personajes.

Reyes sin corona y princesas sin dote vagaban por salones lujosos y fiestas que la propia Elsa organizaba intentando cazar un buen partido multimillonario y mantener un nivel de vida que ya no se podían permitir. Pero también estaba la contrapartida, hijas de financieros que querían comprar vía marital un apellido compuesto de renombre. Para todos ellos Elsa tenía un comentario mordaz preparado y listo para ser publicado.

Sus víctimas fueron numerosas, el rey Faruk de Egipto, por ejemplo, acabó presentando una demanda en los tribunales franceses contra ella porque en su autobiografía «Me casé con el mundo» Elsa Maxwell contaba cómo rechazó una invitación a una fiesta del monarca porque no frecuentaba «a payasos, simios, depravados ni malhechores».

Faruk reclamó una indemnización de cinco millones de dólares por esa única línea. Elsa Maxwell aprovechó la citación al juicio para organizar en París una velada con 400 invitados en la que cantó la mismísima Maria Callas.

La relación entre Elsa Maxwell y Mónaco

Como tenía para dar y repartir no es extraño que Elsa Maxwell acabara también arremetiendo contra una de las parejas doradas de la época: la formada por la actriz Grace Kelly y el príncipe Rainiero de Mónaco.

El matrimonio que parecía un cuento de hadas entre la más bella (y rica) y el príncipe europeo no fue del gusto de todos y, desde luego, no fue del gusto de Elsa Maxwell. Ni un año de misericordia concedió desde la fecha de la boda antes de escribir en el Times su opinión sobre ellos: «Lamento la boda de Grace con un hombre que no tiene espíritu ni personalidad».

Elsa sabía bien de lo que hablaba al definir así al gobernante de Mónaco porque era una vieja conocida del principado de Rainiero. En la década de 1920, la Monte-Carlo Société des Bains de Mer la había contratado para colocar Mónaco en el radar de los sitios a los que las grandes fortunas debían acudir en verano.

La periodista Elsa Maxwell. GTRES

Para conseguirlo el 16 de julio de 1928 Elsa Maxwell orquestó la gran inauguración del Monte Carlo Beach Club, un complejo de ocio con hotel a orillas del mar, que posteriormente se convertiría en el Monte Carlo Beach Hotel. Enclavado en un pinar, el alojamiento estaba pensado para que los vips gozaran de toda la privacidad que pudieran desear, con su propia playa y una vistosa piscina olímpica de agua salada incluidas.

Demostrar a su público objetivo que lo que pasaba en el Beach Club se quedaba en el Beach Club fue sencillo: la propia Elsa organizó una fiesta escandalosa cuya extravagancia ha pasado a la historia aunque los detalles más morbosos no. Los asistentes relataron posteriormente que desde primera hora de la mañana de aquel célebre día se acercaban barcos a la playa privada desde Cannes, Juan-les-Pins, Cap Ferrat, Beaulieu, Cap Martin y Menton.

Los yates estaban decorados con estandartes medievales, como si fueran casas flotantes en ellos descansaban las jóvenes más bellas tendidas lánguidamente sobre gruesos cojines. Para completar el conjunto, lanchas motoras surcaban el mar en la playa privada portando a jóvenes atletas disfrazados de gladiadores que se deslizaban por las olas montados en esquís acuáticos.

Por supuesto los invitados a la fiesta también podían disfrazarse y escogían sus atuendos entre los de la escenografía del ballet ruso… Eso los que querían ir vestidos, porque hubo alguno que se limitó a pintar su piel de colores.

La ruptura y reconciliación

La fiesta del desmadre fue un éxito apoteósico y colocó a Mónaco en el mapa. Pero veinte años después de aquel evento el idilio económico entre el príncipe y la periodista se había roto. Puede ser porque las relaciones entre el príncipe de Mónaco y Aristóteles Onassis ya se estaban resquebrajando y Elsa era uña y carne con Maria Callas, la amante del naviero griego.

O puede ser porque, simplemente, el príncipe monegasco ya sabía cómo monetizar por su cuenta la fama que Elsa había ayudado a construir sobre el principado. Cuando Elsa Maxwell escribió en el Times que «Rainiero se ha dedicado últimamente a acrecentar la pompa y el fasto de su pequeño principado», en realidad estaba echando en cara a un alumno aventajado que usara las mismas armas que Elsa empleaba para enriquecerse… pero sin contar con ella.

De hecho, desde septiembre de 1956 Mónaco había contratado a la agencia publicitaria norteamericana Arthur P. Jacobs para orquestar una campaña mundial de publicidad a cambio de una cantidad de dinero sin definir, pero que la prensa de la época intuía astronómica. Adiós a las fiestas con gladiadores de Elsa.

Rainiero de Mónaco y Grace Kelly fueron objetivo de Elsa Maxwell. GTRES

Para cuando nació en 1957 la primera hija de la pareja, la ruptura Mónaco-Elsa Maxwell parecía más evidente que nunca. El nacimiento fue amortizado hasta el último céntimo, desde su concepción, cuando el casino de Montecarlo admitía altísimas apuestas sobre si la pareja iba a tener un niño o una niña a las primeras fotografías de Carolina que se confiaron a Howell Conant, amigo de Grace Kelly, imágenes que valdrían cientos de miles de dólares.

Ver correr el dinero y las oportunidades por Mónaco, pero no formar parte de ello, hizo que Elsa Maxwell comenzara a escribir en términos muy poco elogiosos sobre los príncipes de Mónaco. Eso abrió la veda para que el resto de cronistas norteamericanos hicieran lo mismo. El objetivo no era otro más que arruinar el matrimonio de la actriz y el príncipe como lograron hacer fracasar el de Rita Hayworth y el Aga Khan. Pero con los de Mónaco, Elsa Maxwell, fracasó.