Era una niña reservada, pero no tan tímida como su hermana mayor, la infanta Elena. La infanta Cristina era la hermana de un futuro rey, pero también la hermana mediana. Quizá por eso, aprendió a ser independiente y tenaz y desarrolló un gran sentido de la intimidad y una personalidad muy resistente, como se ha visto en numerosos episodios de su vida de adulta.
María Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia vino al mundo con rapidez. Aquel 13 de junio, la reina Sofía –entonces princesa, un título inventado por Franco– ingresó en la Clínica del Loreto, de Madrid, donde ya había dado a luz a su primera hija, y, a las pocas horas, alumbró a la segunda. Una y otra se llevaban un año y medio.
Con doña Sofía estaban su madre, la reina Federica, y su hermana, la princesa Irene, que entonces vivían en La India. Las primeras fotos de la nueva infanta de España se publicaron en la revista francesa Point de Vue, especializada en la realeza y la aristocracia europeas. Doña Cristina llevaba en las fotos un faldón que le había regalado su abuela materna, la reina Federica. Fue bautizada en el palacio de La Zarzuela por el arzobispo de Madrid, el 21 de junio de 1965 y sus padrinos fueron su primo segundo Alfonso de Borbón y Dampierre, duque de Cádiz, y la infanta María Cristina de Borbón y Battenberg, condesa de Marone, y su tía abuela.
La familia estaba feliz, pero aquel nacimiento no era todavía el del ansiado heredero, que tardaría en llegar todavía tres años, el 30 de enero de 1968. No es de extrañar que tanto la infanta Cristina como su hermana mayor, sintieran desde el comienzo que no eran las protagonistas de la familia. Desde el nacimiento del heredero, el centro de atención fue (y sería siempre) su hermano Felipe, que aseguraba el futuro de la dinastía. Para la reina Sofía aquel nacimiento supuso un gran alivio.
Los años anteriores había sentido una gran presión para quedarse embarazada y que fuera varón. A partir de entonces, volcó toda su energía y atención en su hijo pequeño y Elena y Cristina forjaron una alianza que hoy dura todavía. Las llevaban vestidas iguales, con los mismos zapatos y los mismos calcetines. Era difícil que no hicieran equipo. Eso sí, Cristina hizo la Primera Comunión con el sencillo vestido heredado de su hermana mayor. Era parte de un tándem, pero también era la pequeña dentro de ese tándem.
A las dos infantas las educaba una «nanny» inglesa, Miss Christine People, que les imponía disciplina. Ya de adulta, la infanta Cristina sostuvo una amistad con ella. Cristina era una niña tranquila, más decidida que su hermana –profundamente tímida–y con una gran capacidad para protegerse y crear un mundo propio. Se convirtió en una gran deportista, algo que, eso sí, les inculcaron sus padres por igual a los tres hermanos.
Elena optó por la hípica, Cristina por la vela y el «squash». Pero, las dos infantas siempre supieron que iban detrás de su hermano. Para empezar, su madre no se ocupaba, por ejemplo, de que sus amigas las invitaran a sus cumpleaños, como sí hacía doña Sofía con Felipe, para que no se sintiera solo. Además, recibieron una educación académica mucho menos exigente que la de su hermano.
Ambas fueron al colegio Santa María del Camino, un centro religioso solo para niñas, donde recibieron, sobre todo, formación moral, mientras el heredero acudía al Santa María de los Rosales, un centro de ideario católico, pero laico y mixto, fundado en los años cincuenta por varios aristócratas y con un nivel educativo adaptado a los nuevos valores que se iban afianzando en la sociedad española.
En casa, también se notaba esa diferencia con su hermano. Quizá no sea justo reprochar a doña Sofía su atención al heredero. La suya no era una familia normal. Su matrimonio, tampoco. Don Juan Carlos estaba totalmente centrado en una monarquía que tenía que consolidarse y, ya entonces era infiel a su esposa, que era plenamente consciente de la situación. Aquella frialdad afectaba, sobre todo, a las niñas, menos protegidas.
Doña Cristina aparece siempre, desde pequeña, en las fotos más segura de sí misma y no es difícil imaginar que aprendió pronto a protegerse de esta soledad. Fue la primera en abandonar el nido familiar, el primer miembro de la familia real española en obtener una licenciatura universitaria y en compartir piso lejos de La Zarzuela. Esto la convirtió en una persona culturalmente más inquieta y más cercana con la sociedad española. Era la infanta «moderna» y demostró una gran fortaleza en los momentos tan complicados que ha atravesado.
¿Hubo descuido? Quizá, simplemente, es que eran Infantas, y eran mujeres, llamadas a hacer un papel de apoyo, y ser siempre secundarias. Eran niñas y aquella era la tradición en la que habían nacido. Las infantas Pilar y Margarita siempre han hecho ese papel, y han reconocido que su formación fue también más débil: algo de cultura general e idiomas, aunque luego ellas optaran por la enfermería y la puericultura, aún en contra del parecer de su padre, el conde de Barcelona, de mostrando su empuje.
Elena y Cristina sí tuvieron, sin embargo, una gran presencia en las fotografías familiares, que aparecían cada poco tiempo en la prensa del corazón. Hoy es impensable, pero allí estaban ellas desde muy pequeñas, durante el baño de su hermano, en cumpleaños, en Navidad o incluso en actos oficiales. No es de extrañar que doña Cristina haya desarrollado un agudo sentido de la intimidad. Nadie pensó que aquello era una intrusión, como tampoco nadie estuvo pendiente de evitar que Elena y Cristina se sintieran singulares aterrizando en un «Mystère» en el aeropuerto de Asturias para unirse a una excursión escolar.
Doña Cristina estudió Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid. Poco después, al terminar la carrera en 1989, en la Universidad Complutense de Madrid, realizó un máster en Relaciones Internacionales en la Universidad de Nueva York y, a partir de 1991, emprendió un período de prácticas en la sede de la Unesco en París.
Su padre le entregó el diploma de licenciatura y es de suponer que con mucho orgullo. Y esa tenacidad que ya mostraba de niña la llevó a estudiar, a trabajar y tratar de llevar una vida más anónima y libre. Otra cosa es que no escogiera adecuadamente a su compañero de viaje.