Todo lo que podemos saber de la personalidad de la infanta Elena a través de sus sombreros: desmontamos su afición a los borsalino

La hemos visto contentísima y estilosísima, sobre todo, en las plazas de toros. La infanta Elena ha perfeccionado el estilo de madurez en una dirección que, francamente, no nos sorprende nada. La primogénita de los reyes eméritos Juan Carlos y Sofía, lejos de aquellos alardes de alta costura parisina, se ha instalado en los clásicos castellanos de toda la vida. Su armario es ejemplar porque dibuja, sin enmascaramientos, su lugar en el mundo. No su personalidad, mucho más dicharachera de lo que dice su ropa.

Donde sí podemos ver más de su personalidad es en los accesorios, complementos en los que la infanta Elena se viene arriba en lo que a su estilo se refiere. Una serie de piezas clave añaden carácter y alegría a sus características blazers y pantalones. Una constante en sus solapas son los broches y, en ocasiones, una serie de colgantes, collares, anillos y pulseras, que testimonian que ha heredado el gusto por la acumulación de joyas que caracteriza a la reina Sofía.

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Sin embargo, dos son los accesorios absolutamente característicos del estilo de la infanta Elena, hasta el punto de que pueden ser considerados seña de identidad de sus looks, pues ella es prácticamente la única 'royal' que los usa y con bastante asiduidad. Uno de ellos es el broche XXL con forma de flor que ha lucido recientemente tanto en rojo como en azul o marrón. Subrayamos lo de XXL: el tamaño es maxi.

La infanta Elena implementa inteligentemente un truco de estilismo conocido: desviar la atención hacia grandes complementos cuando el look que elegimos es eminentemente clásico y cómodo. No solo permiten añadir cierta sofisticación, sino que atraen miradas allí donde más nos interesa. A partir de una edad, las grandes damas de la alta sociedad de los siglos XVIII y XIX buscaban que admiraran sus joyas y no tanto sus facciones.

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Pero no nos interesan los broches de la infanta Elena, sino sus sombreros, probablemente la pieza más característica de sus looks más informales, cuando se permite disfrutar de su ocio y compartir con sus amistades. Los luce, por ejemplo, cuando acude a los toros, cosa frecuente en cuanto comienzan las grandes ferias. Los ha convertido en tal marca de estilo, que ninguna de sus íntimas compite apuntándose al sombrero. Ni siquiera la recién llegada Laurence Debray, biógrafa del rey emérito Juan Carlos y, quién sabe, quizá en un futuro de la misma infanta.

Es bastante lo que podemos saber de la infanta Elena a través del análisis del sombrero que más usa: un diseño masculino de ala corta, en el que siempre encontramos una cinta en color que contraste. La silueta es la del clásico fedora, pero con el ala algo más pequeña: un borsalino. Su nombre homenajea a su creador, Giuseppe Borsalino, quien lo inventó en 1857 y cuya marca continúa facturando algunos de los diseños más bellos del mercado.

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Los sombreros de la infanta Elena son, en primer lugar, un símbolo de distinción y estatus, ya que los sombreros dejaron de poblar las calles con la relajación de los códigos del vestir y la aparición de la producción industrial de la ropa (el prêt à porter) en los años 60. Sin embargo, no se puede decir que la hermana del rey Felipe los use exactamente para subrayar su posición, sino más bien como cualquier joven utiliza hoy una gorra de béisbol: porque es un accesorio que añade interés al look.

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Existe, además, un factor de coquetería importante en el uso que la infanta Elena hace de sus sombreros. Por un lado, le permite ocultar gran parte de su melena, algo importante pues el pelo es uno de sus quebraderos de cabeza. Es bastante fosco y no logra domeñarlo por sí misma, con lo que el sombrero remedia ese plus de estilo que no le puede dar. Pero, además, deja en la sombra la parte superior de su rostro y, especialmente, su mirada.

Digamos, por último, que el estilo masculino del borsalino encaja especialmente con la personalidad de la infanta Elena, tan aficionada a los deportes y con un espíritu más bien práctico. El sombrero le permite poner un contrapunto aventurero, deportivo incluso travieso que evoca un mundo de acción, no de contemplación. Podría ser el toque de estilo en el que Elena de Borbón declara al mundo que su espíritu sigue siendo, ante y pese a todo, el de una amazona.

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