Estas son las joyas que Letizia no va a poder lucir en sus próximas cenas de gala: todas las piezas que han desaparecido del joyero real (aunque algunas tiaras han vuelto)

Isabel II, María Cristina y Victoria Eugenia llegaron a poseer colecciones de joyas imponentes. Por desgracia, los apuros económicos propios del exilio y una política de herencia errática las desperdigó.

Pincha en la foto para ver todos los looks de la Reina Letizia en los Premios Princesa de Asturias y su evolución de estilo a lo largo de los años, en fotos. /gtres

Pincha en la foto para ver todos los looks de la Reina Letizia en los Premios Princesa de Asturias y su evolución de estilo a lo largo de los años, en fotos. / gtres

Elena de los Ríos
ELENA DE LOS RÍOS

La medida del poder de una monarquía no la da únicamente la extensión de sus territorios o la adhesión de los ciudadanos. Una manera de pesar su trascendencia en la historia pasa por valorar su riqueza y propiedades, sobre todo el peso, calidad y variedad del joyero real: las tiaras, gargantillas, collares, broches, pulseras, pendientes y otros adornos preciosos que lucen las reinas. La Corona española, en un tiempo el imperio donde no se ponía el sol, llegó a atesorar uno de los conjuntos de joyas más impresionantes de Europa. De hecho, Isabel II de Borbón (1830-1904) no sabía decir que no ante la tentación de una buena alhaja. Tanto ella como María Cristina de Habsburgo-Lorena (1806-1879), esposa de Alfonso XII, como Victoria Eugenia de Battenberg (1887-1969), esposa de Alfonso XIII, aumentaron profusamente el joyero real. Sin embargo, hasta que Ena (así llamaban en familia a la británica) decidió crear el lote de 'joyas de pasar' vinculadas a la Corona, todas las joyas eran de propiedad privada y, por tanto, podían ser vendidas o legadas a discreción. Eso supuso la pérdida de piezas memorables que la reina Letizia no va a poder lucir.

Las tiaras perdidas (y las recuperadas)

Aunque la casa real española solo posea hoy siete tiaras, la reina Victoria Eugenia llegó a acumular una envidiable colección, equiparable a la de la Familia Real Británica. Lamentablemente esa colección se disgregó tras su muerte debido a que solo decidió incluir entre las 'joyas de pasar' la tiara de la flor de lis. El resto fueron heredadas por sus dos hijas, la infanta Beatriz y la infanta María Cristina, aunque fue esta última la que recibió las más valiosas: la tiara Cartier y la tiara Chaumet. El rey Juan Carlos decidió comprárselas a su tía para así devolverlas al joyero real y evitar que fueran subastadas, pero finalmente solo reclamó la tiara Cartier.

Gracias de nuevo al rey emérito, también volvió al joyero real la tiara rusa, otra propiedad de la reina María Cristina que terminó en manos de la Condesa de Barcelona y, después, en las de la infanta Pilar. Juan Carlos se la compró a su hermana mayor y quiso hacer lo mismo con otra de las tiaras de Victoria Eugenia que poseen Sandra y Olimpia Torlonia. En 2012 hizo una oferta, pero las hermanas no quisieron deshacerse de su tiara de aguamarinas.

Las subastas, ventas y préstamos de Victoria Eugenia

La reina Victoria Eugenia tuvo que subastar y vender muchas de las alhajas de su colección para poder sufragar los gastos de su exilio en Lausana (Suiza), a partir de la proclamación de la Segunda República en 1931. Su único ingreso oficial era la pensión de 250.000 pesetas (que luego ascenderían a 700.000) que el gobierno español le pagaba anualmente. Más tarde tuvo que vender algunas piezas más, para pagar los gastos de la boda de su nieto Juan Carlos con la entonces princesa griega, Sofía. En concreto, las joyas que la emperatriz Eugenia de Montijo, su madrina, le dejó en herencia. Aquella venta superó el medio millón de euros y algunas fuentes afirman que acabaron en el cuello de Fara Diba.

De Victoria Eugenia también hay que destacar la subasta de un 'corsage' (joya para la muñeca) Art Decó que heredó el infante Don Jaime, duque de Segovia, aunque la alhaja de la reina exiliada que batió todos los récords fue su pulsera de inspiración tutti frutti creada por Cartier. Con unas perlas rosadas que procedían de un diseño anterior, montó un brazalete único que acabó siendo heredado por Gonzalo Borbón Dampierre y que en subasta superó los 2.700.000 euros.

Las joyas de la reina María Cristina

Algunas de las joyas de la reina María Cristina también han saneado las cuentas corrientes de sus herederos: la familia Torlonia vendió en 2013 en Christie's uno de sus broches: un zafiro cabujón rodeado de dos filas de diamantes, por más de 120.000 euros. Aunque la venta más espectacular fue la del 'stomacher' (adorno de corpiño) heredado por un hijo de la infanta María Teresa y que en los años 80 el barón Thyssen adquirió para Carmen Cervera. Hace unos años salió a la venta por 576.000 euros pero no se llegó a adjudicar.

La infanta Pilar heredó un juego compuesto por un collar de 25 perlas con un cierre de brillantes y unos pendientes a juego. Según algunas fuentes el collar formaba parte del joyero de la emperatriz María Teresa de Austria, tatarabuela de la reina María Cristina. La Condesa de Barcelona lo recibió como regalo de bodas y lo lució en infinidad de ocasiones a lo largo de los años siguientes. Llegó incluso a dejárselo varias veces la infanta Pilar, quien finalmente acabó heredándolo. La ya desaparecida duquesa de Badajoz, a diferencia de su madre, prefirió siempre reservar el collar de perlas exclusivamente para eventos familiares importantes, como la abdicación del Rey Juan Carlos en 2014. En esta ocasión, añadió al collar de perlas un zafiro que, curiosamente, también había pertenecido a la reina María Cristina.

Lo que quedó del joyero real tras el exilio de Isabel II

Isabel II tuvo que exiliarse a París en 1868 y, para lograr liquidez, se vio obligada a vender muchas joyas de su magnífica colección particular, una de las más espectaculares de Europa. De hecho, tras su subasta en París la mayoría de si joyero se desperdigó y son escasas las alhajas de Isabel II que hoy pueden reconocerse. Una de ellas sí está en manos de Letizia: el collar de perlas de más de un kilo y medio que logró comprar María Cristina antes de que saliese a subasta. Otro es un broche de diamantes en cuyo centro hay una esmeralda de considerable tamaño y tallada en forma rectangular. También fue salvada de ser subastada por la reina María Cristina pero, a diferencia de las perlas, no permaneció vinculado a la Corona: Alfonso XIII se lo regaló a la Condesa de Barcelona en 1938 con motivo del nacimiento del futuro rey Juan Carlos y ésta a su vez se la deja en herencia a su hija, la Infanta Pilar. Muchos los expertos que consideran que debería volver al joyero de la familia real, puesto que de lo contrario correría el riesgo de acabar siendo subastada y llegar a manos privadas.

La perla Peregrina: una mentira y Elizabeth Taylor

Pero, sin duda, la pieza perdida más famosa del joyero real español es la perla Peregrina, cuyo origen se remonta al siglo XVI y que durante años lucieron prácticamente todas las reinas de la Casa de Austria. Felipe II la convirtió en un broche con el que Felipe III llegó a posar en su famoso retrato ecuestre pintado por Velázquez. En 1808, José Bonaparte saqueó el tesoro real y la perla desapareció, hasta salir a subasta en 1914 en Inglaterra. De hecho, se vendió y compró varias veces hasta que la adquirió, en 1969, el actor Richard Burton. Por 37.000 dólares, le hizo el regalo más espectacular a su entonces esposa, Elizabeth Taylor.

Lo curioso del caso es que, en aquella subasta en Londres, Alfonso XIII tuvo la oportunidad de recuperar la joya para el tesoro español, pero le pareció demasiado cara. En su lugar, adquirió una similar pero mucho más barata para hacerla pasar por la original y regalársela a su esposa. De ahí que, cuando en 1969 los medios se hicieron eco de la nueva pieza en el joyero de Elizabeth Taylor, la reina Victoria Eugenia defendiese la autenticidad de la perla que ella poseía y afirmara que la de la actriz era falsa.

21 de marzo-19 de abril

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