El robo del siglo
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La ciudad de París ha lanzado una persecución a gran escala tras el audaz robo que unos ladrones llevaron a cabo a plena luz del día en el Louvre, donde se llevaron nueve de los tesoros más valiosos del museo, incluida una corona valorada en decenas de millones de euros que pertenecía a una emperatriz de origen español: Eugenia de Montijo. Y todo en tan solo siete minutos. Un plan ejecutado a la perfección que parece salido de la mente criminal del profesor Moriarty o de Arsenio Lupin.
La banda, formada por «varios delincuentes altamente organizados», según fuentes policiales galas, llegó al museo más visitado del mundo alrededor de las nueve y media de la mañana del domingo, mientras miles de turistas estaban ya en su interior. Enmascarados y armados con sierras radiales, los ladrones aparcaron sus scooters frente a la Galería de Apolo, donde se encuentran las joyas pertenecientes a Napoleón Bonaparte, su esposa Josefina y una serie de emperadores y emperatrices posteriores.
A continuación, cerraron la calle con conos de obra y extendieron con calma un montacargas, parecido a una escalera gigante, desde la parte trasera de un camión y lo apoyaron contra la pared de la galería, inaugurada por el rey Luis XIV en el siglo XVII. El ala del mueo del Louvre que fue objeto del robo, situada en el lado del río Sena, estaba en obras cuando la banda entró en acción. Los empleados ya habían protestado en junio por la falta de personal en el museo, que había sufrido un sustancial recorte en sus encargados de seguridad.
Tras subir rápidamente por la escalera, utilizaron una radial para perforar la ventana exterior del museo, antes de entrar en la sala de exposiciones 705. En una acción perfectamente ejecutada de solo siete minutos, forzaron dos vitrinas y se llevaron nueve valiosas piezas de joyería. A las 9.40 de la mañana ya habían salido del Louvre y desaparecieron en la mañana parisina montados en sus scooters justo cuando la policía comenzaba a llegar al lugar.
Entre los tesoros se encontraba la corona de Eugenia de Montijo, compuesta por 1.354 diamantes y 56 esmeraldas, que el emperador Napoleón III encargó para su esposa en 1855 al orfebre Alexandre-Gabriel Lemonnier. Lo más curioso es que esta pieza fue encontrada poco más tarde tirada debajo de una ventana del Louvre y con algunos daños en su estructura. La corona le sería devuelta a la española en el exilio y esta posteriormente se la legó a la princesa María Clotilde Napoleón.
Esta histórica corona se había vendido previamente en una subasta en 1988 por 13,5 millones de dólares, antes de ser donada al museo del Louvre cuatro años más tarde. Eugenia de Palafox Portocarrero y Kirkpatrick, nacida en Granada en 1826, se convirtió en emperatriz consorte de Francia al casarse con Napoléon III en 1853. Este, en su discurso ante el Senado, dijo de su esposa: «Dotada de todas las cualidades del alma, ella será el adorno del trono, ya que, en el día del peligro, se convertirá en una de sus valientes defensoras. Católica y piadosa, rezará al cielo las mismas oraciones que yo hago por la felicidad de Francia«.
Tras ser coronados emperador y emperatriz de Francia en 1804, Napoleón y Josefina acumularon una de las colecciones de joyas más impresionantes que se conocen, aunque muchas de las joyas de la Corona habían sido robadas a la realeza durante la Revolución Francesa. Curiosamente, el Louvre alberga también el Regente, considerado como uno de los diamantes más bellos del mundo, que no fue robado.
Entre las joyas que sí fueron sustraídas por los atracadores y que pueden alcanzar millones de euros en el mercado negro destacan otras valiosas piezas que también pertenecieron a la emperatriz Victoria Eugenia. Se trata de una diadema compuesta por 212 perlas y 1.998 diamantes, y del gran lazo del corpiño, que realizara para ella su joyero personal, François Kramer, en 1855.
El resto de piezas de valor incalculable que ahora se trata de recuperar incluyen también el collar y los pendientes de esmeraldas que Napoleón regaló a María Luisa de Austria con motivo de su matrimonio en 1810, la tiara de la reina María Amelia y la reina Hortensia o el famoso broche relicario. Compuesto por 94 diamantes, dos de ellos son especialmente simbólicos, ya que obsequiados al rey Luis XIV por su ministro principal, el cardenal Mazarino, en 1661.
HORÓSCOPO
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