NO TE PIERDAS

Los hermanos Urdangarin marcan una línea roja a su padre, Iñaki: el miedo de Juan, Pablo, Miguel e Irene

ENTREVISTA

Paola Marzotto nos cuenta en exclusiva la fascinante historia de la abuela de Beatrice Borromeo: «La vida de mi madre fue muy sufrida y complicada»

Fotógrafa, periodista y activista, Paola Marzotto, madre de Beatrice Borromeo, acaba de lanzar el libro Narciso Perverso. Amore Fatale (Vallecchi Firenze).

Paola Marzotto estudió Psicología y Antropología en Roma y ha tenido una carrera muy polifacética. CORTESÍA

«La autora deja hablar a su sangre en un tono visceral, con latidos que alternan entre el drama helénico y la prosa surrealista, como sístole y diástole, sin filtro alguno». Con estas palabras define Birgit Hamer, experta en historia, filosofía y literatura, la primera aventura literaria de Paola Marzotto, la madre de Beatrice Borromeo, Narciso Perverso. Amore Fatale (Vallecchi Firenze).

Birgit Hamer, hermana de Dirk Hamer, en cuya muerte estuvo implicado Vittorio Emanuele de Saboya en 1978, es la mejor amiga de la madre de Beatrice Borromeo, quien dedicó a esta tragedia un celebrado documental de Netflix, El príncipe que nunca reinó, con el que la mujer de Pierre Casiraghi denunció la injusticia por la que el controvertido príncipe italiano quedó exonerado penalmente de este asunto.

Paola Marzotto nos atiende vía telefónica desde Milán. Su agenda es frenética, porque «no tengo asistente, ya que así tengo todo bajo control» y se encarga de cada detalle de la gestión del libro y la promoción. En un perfecto español, que oscila entre su acento italiano y la fuerza consonántica del uruguayo (vive gran parte del año en Punta del Este) es un torrente de ideas. Para el entrevistador resulta muy sencillo, la única labor consiste en, de vez en cuando, reconducir la conversación.

Empezamos la entrevista por los cimientos de este inclasificable libro, valiente y arriesgado, que defiende con convicción, porque poner negro sobre blanco esta obra ha requerido una gran introspección: «Venía de una relación complicada y había hecho mucho análisis. En este sentido había contado con un gran profesor, Gustavo Pietropolli Charmet, que fue muy importante para mí».

Paola Marzotto, muy implicada en el libro

Siempre que leemos una novela tendemos a buscar al autor detrás de los personajes, por eso, para evitar que caigamos en esa tentación, la consuegra de Carolina de Mónaco nos lo deja claro antes incluso de abordar las primeras preguntas: «Se me ocurren cosas de manera espontánea y visualicé un texto que era una historia en tres diferentes momentos. Fueron como flash-backs -el recurso cinematográfico y literario de echar la vista atrás en el transcurso de una historia- y, por supuesto, en el libro hay cosas personales, pero bajo un prisma de ficción». 

«Para que se entienda, te pondré un ejemplo. Irène Némirovsky, la gran escritora rusa, no es que me quiera comparar con ella, ni mucho menos, escribió El baile, un pequeño relato que cuenta la historia de una niña que odia a su madre porque es una mujer muy dura. Al final, perdón por los spoilers, la hija hace algo que no recuerdo muy bien, para que las invitaciones a una gran fiesta que están preparando no llegaran y fracasara el baile. La relación entre la escritora y su madre era pésima, pero el episodio no es real, es ficción pura y dura», añade.

Portada del libro de Paola Marzotto. CORTESÍA

«Recientemente organicé una reunión de amigos a finales de mayo para mi 70 cumpleaños. Quería juntar a mis amigos de toda la vida porque nunca lo hacemos. Era un grupo pequeño, pero considerable de personas, entre las que se encontraban tres exnovios míos. Con uno estuve doce años, otro fue como un segundo padre para mis hijos, porque estuvimos juntos siete años y me ayudó a criarlos, y tampoco faltó mi primer novio. Ninguno sale en el libro», concluye.

Aclarado que hay elementos biográficos, pero solo pinceladas, nos centramos en la figura de su madre, la emblemática Marta Marzotto, recordada, entre otras cuestiones, por las legendarias fiestas que daba en el salón de su casa de Roma con vistas a la Piazza di Spagna, por la que pasaban las grandes figuras de la intelectualidad y la alta sociedad italiana con las que nuestra protagonista convivió desde la temprana adolescencia.

La fascinante abuela de Beatrice Borromeo

«Seguramente mi madre tenía una personalidad narcisista y posiblemente estén presentes experiencias que viví en el libro, bajo el tamiz de la literatura. Yo era muy tímida y mi madre me mandó a su psicoanalista cuando tenía 12 años. Me llevó solo un par de sesiones, porque no entendía nada, nadie hablaba en la consulta. Nunca le pregunté por qué tomó esa decisión. Yo no era la persona que soy ahora, era una niña que vivía en un pueblo. Lo incluí en la introducción del libro, porque me parecía una situación divertida, ahora que echo la vista atrás», nos cuenta.

Nuestra conversación zigzaguea por los pliegues del tiempo y emerge la figura del celebrado pintor Renato Guttuso (1911-1987), casado con Maria Luisa Dotti, Mimise, modelo de algunos de sus mejores cuadros. Su historia extramatrimonial con Marta Marzotto tuvo un gran impacto, también intelectual, en su hija Paola: «No era mi padrastro, pero yo le consideraba como tal. Me daba para leer de todo cuando tenía 15 ó 16 años, entre otros, los volúmenes más sesudos de Freud».

Paola Marzotto es una activista contra el cambio climático muy concienciada con este asunto. CORTESÍA

Cuando Paola Marzotto conoció al pintor italiano, su bagaje personal procedía de sus años en el Palazzo Stucchi di Portogruaro, a 70 kilómetros de Venecia. A priori un escenario idílico, pero, en ciertos aspectos, como decía la copla, era una cárcel de oro, especialmente para su madre: «Yo era una niña que vivía en un palacio, en un mundo te diría que del siglo XIX. Había como 20 personas trabajando allí, era un poco como Downton Abbey, en una versión reducida -dice, entre risas-.En los años 70 todo se simplificó y pasamos a vivir en casas de un tamaño, digamos, más humano».

«El palacio donde vivíamos tenía diferentes alas y cerca de mi padre y de mi madre, había tres dormitorios, uno de la niñera y dos para los niños niños. Además, papá y mamá tenían dos dormitorios, uno el de la pareja y otro donde dormía él si tenía que levantarse temprano. En la parte de arriba había una sala de baile y otras dependencias, pero nosotros vivíamos en una zona restringida. Cuando cumplí cinco años me mandaron al otro ala. Yo dormía sola y mi hermana con una niñera, porque estaba enferma».

La experiencia de Paola Marzotto en un internado

Hubo un pequeño paréntesis que dejó una huella indeleble a Paola Marzotto e incluso es capaz de recordar detalles muy precisos de esa época que podría tener perfectamente ecos dickensianos: «Mis padres me mandaron a un internado en Piazza di Spagna, donde me quedé muy poco, porque no aguanté mucho tiempo. Lo que tenía que ser un premio se convirtió en un castigo. Las monjas eran un horror. Me acuerdo perfectamente porque la madre superiora era española, la madre Sangra del Sacro Cuore di Trinità dei Monti. Era durísima». 

Sin embargo, Roma volvería a ser escenario de su apasionante biografía más adelante, cuando Marta Marzotto se mudó a la ciudad eterna con sus dos hijas y dejó a los pequeños (Vittorio, Diamante y Matteo, cinco, seis y once años menor que Paola, respectivamente) al cuidado de su marido, Umberto Marzotto, en el bucúlico palazzo: «En esa época yo tenía 15 años. Los veía fundamentalmente en Navidad, pero, lógicamente, mi relación con ellos no era la misma que con mi hermana Annalisa. Ella era un poquito el puente con los otros hermanos porque era muy maternal y en ese momento yo nada, aunque a la vista está que más adelante cambió mi percepción sobre la maternidad. Para mí la vida entonces era el futuro, los amigos, la cultura, la curiosidad, el trabajo. Me proyectaba hacia esas cosas. Para mí el pueblo era muy angosto (en términos vitales)».

Paola Marzotto vive en Punta del Este, pero pasa temporadas en Milán. CORTESÍA

Para Marta Marzotto también era asfixiante el palacio, por lo que el traslado a Roma fue terapéutico para ella: «Mi madre llevaba las manos cargadas de anillos y en ocasiones me golpeaba cuando perdía la paciencia, era algo habitual en esos tiempos, porque este tipo de violencia se vivía de otra forma, era aceptada socialmente. Ella vivía muy ahogada en ese mundo provinciano. Se había casado muy bien, como se cree comúnmente, porque mi papá tenía una gran seguridad económica, pero no era la vida agradable que ella había soñado. Era muy claustrofóbica, le agotaba. Para ella era la muerte civil».

El tedio se apoderó de Marta Marzotto, que se ahogaba en un ambiente rural, convencional y provinciano: «Mi madre me venía a buscar al colegio y me llevaba al cine porque ella se aburría muchísimo. Había dos cines, pero había uno en el que íbamos a las dos y media o las cuatro de la tarde, unos horarios un tanto insólitos para una niña que iba a la escuela. Recuerdo la sala casi vacía. Me llevaba a ver películas con las que luego tenía pesadillas, historias mitológicas de Cinecittá, en las que siempre había alguien a quien tiraban a una sima llena de serpientes».

Renato Guttuso, un pintor muy carismático

No lo tuvo fácil Marta Marzotto pese a priori llevar una vida cargada de privilegios: «Pocas cosas podía hacer mi madre más allá de jugar a las cartas con las señoras del pueblo. En el Veneto de los años 50 y 60 no pasaba nada. Los chicos se quedaron viviendo con mi padre y mi madre volvía de vez en cuando, el fin de semana, porque tenía que ocuparse de todo, incluido su marido. Cuando estaba en Roma se veía con Renato Guttuso, que le abría a otros mundos. Mi hermana se tuvo que volver al palacio porque por sus necesidades médicas especiales estaba mejor cuidada en el palacio que en nuestra casa romana, que era mucho más pequeña».

Sin embargo, la mayor de sus preocupaciones era la muy delicada salud de su hija Annalisa, que murió a los 32 años en 1989: «La enfermedad de la fibrosis quística la había descubierto Guido Fanconi en Suiza y mi hermana recibió el diagnóstico a los ocho años.. En esa época fueron muchas las veces que temimos por su vida. En la casa había una atmósfera de luto y de lucha constante. Fue a esa edad cuando empezó a recibir un tratamiento con el que mejoró bastante, aunque siguió siendo difícil, porque no desaparecieron las situaciones de emergencia».

Paola Marzotto acaba de cumplir 70 años y está en un espléndio momento vital. CORTESÍA

Anteriormente, el equilibrio emocional de Marta Marzotto se había resentido y tuvo que tomar cartas en el asunto: »Mi madre había estado muy mal, internada en Suiza. Habían pasado cosas graves que ella me contaba. Era muy amiga de Giuseppe Berto, un gran escritor que había escrito Il male oscuro (El mal oscuro), una novela sobre la neurosis. Su relación era aún más estrecha con su mujer, Manuela Perroni, y yo era muy amiga de su hija, Antonia, con quien pasaba muchas vacaciones en Cortina», dice en alusión a la conocida localidad de los Alpes frecuentada por la jet internacional para practicar deportes de invierno.

Fue el escritor quien puso en contacto a Marta Marzotto con Emilio Servadio, en aquel entonces considerado una gran figura del psicoanalista: «No se sanó con el analista, lo dudo, pero me contaba en la época, cuando yo tenía 12 años, que hay que convivir con las propias neurosis y que él le había enseñado a hacerlo», nos relata la polifacética Paola Marzotto, periodista, fotógrafa y activista contra el cambio climático. que mantiene un gran vínculo con España a través de diversos amigos.

La vocación frustrada de Marta Marzotto

«Ella había sufrido un shock anafiláctico debido a la penicilina (una reacción explosiva del sistema inmune ante un agente externo) y a los seis meses se le empezó a repetir diariamente a nivel psicosomático. La experimentaba todos los días a la misma hora. La vida de mi madre fue muy sufrida, muy complicada. Era una mujer muy inteligente y una creativa frustrada sin salida. No hay nada peor. Quería ser actriz y la habían elegido para una película, pero su madre no le dejó dar ese salto, se lo reprochaba mucho. Hubiera sido fantástica porque tenía mucha capacidad de interpretación y era muy divertida. Tenía un don para eso», nos relata.

Cuando llegó la etapa romana para Marta Marzotto su vida mejoró exponencialmente: «Renato Guttuso la malcriaba en todos los sentidos, le escribía poesías, le regalaba la luna literalmente, alhajas, casas… Lo que quisiera. Sin embargo, estaba casado con una mujer de la alta sociedad que le había ayudado mucho en su carrera y era tía de Andrea Dotti, marido de Audrey Hepburn (un renombrado neurólogo y psiquiatra con el que la actriz estuvo casada entre 1969 y 1982). No era libre y, por lo tanto, se convirtió en el amante de mi madre».

Por supuesto, la vida también cambió para Paola Marzotto, que vivió una etapa insólita para una joven de su edad y de la que habla con cariño: «Mi madre salía conmigo todo el tiempo por la noche, y después íbamos a cenar, era una vida loquísima. Tenía 15 años y tenía que ir a la escuela a la mañana siguiente. Volvíamos a casa a las dos de la noche. No era lo más idóneo, fumar y beber, de hecho mi madre apenas lo hacía, pero fue divertidísimo».