Adiós al príncipe Michael de Kent y su mujer la baronesa Marie-Christine von Reibnitz: los primos más polémicos, racistas, infieles y escandalosos de la reina Isabel II

El escandaloso príncipe Michael de Kent y su esposa se retiran de la vida pública tras 40 años de escándalos, infidelidades y declaraciones racistas.

El príncipe Michael de Kent y su esposa, los más polémicos de los Windsor. / getty images

Silvia Vivas
SILVIA VIVAS

El príncipe Michael de Kent cumplirá 80 años el próximo mes de julio y ha decidido que él y su mujer, la siempre polémica baronesa Marie-Christine von Reibnitz, se retiran de la vida pública. Una decisión que hará suspirar de alivio a la reina Isabel II y en la que seguramente ha pesado más su incapacidad para no encadenar escándalos que el hecho de que sean ya mayorcitos para meterse en jardines un día sí y otro también.

Aunque ahora que la pareja lleva años desterrada del balcón de los Windsor parezca difícil de creer, durante mucho tiempo Michael de Kent fue uno de los primos hermanos favoritos de la reina. Hoy se le esconde como se hace con otros royals caídos en desgracia por sus actos, como el príncipe Andrés, que curiosamente también gozó del favor de su madre durante demasiado tiempo.

Michael de Kent nació en plena Segunda Guerra Mundial y nunca conoció a su padre que murió en el conflicto bélico siete semanas después de que él llegara al mundo. Su presentación al mundo con seis años haciendo de paje en la boda de su prima Isabel con Felipe de Edimburgo poco hacía prever que ese querubín se convertiría en una pesadilla para los Windsor.

Marie-Christine von Reibnitz, la peor elección para el príncipe

Entró en la polémica por la puerta grande al escoger a su esposa, una baronesa cuya familia estuvo relacionada con el gobierno nazi (su padre era comandante de las SS recomendado por el criminal de guerra Hermann Göring) y que, para más inri, estaba divorciada y era católica: Marie-Christine von Reibnitz.

Marie-Christine von Reibnitz, que también nació durante la guerra, se defendió afirmando que desconocía el pasado familiar: tras la guerra se crió en Australia (y después en Viena y Londres) mientras su padre trabajaba en Mozambique. Aunque algo sí debió de intuir porque mintió sobre el origen de su apellido y su mentira hizo que los periódicos investigaran y descubrieran sus raíces alemanas.

Además de un pasado familiar complicado que los Windsor supieron asumir (al fin y al cabo Eduardo VIII era filonazi), los titulares de 1978 se llenaron de grandes letras describiendo lo inaudito de que el primo de la reina escogiera una mujer separada y católica como esposa.

La boda civil finalmente se celebró en Viena ante escasa representación monárquica ( Lord Mountbatten y la princesa Ana fueron los únicos que acompañaron a la pareja) y hasta 1983 no confirmaron sus votos en una ceremonia católica a pesar de que la anulación del matrimonio anterior de a baronesa llegó dos semanas antes de la boda setentera.

Desde el mismo momento en el que la pareja se unió el príncipe Michael de Kent tuvo que renunciar al trono inglés por casarse con una católica. El disgusto, de tenerlo, le duraría hasta en 2013, momento en el que la ley cambió y recuperó un tibio 53 puesto en la línea sucesoria.

Eso sí, los príncipes Michael de Kent tuvieron la precaución de bautizar como anglicanos a sus dos hijos, Lord Frederick Windsor y Lady Gabriela Windsor, para que ellos sí formaran parte de ese listado al trono británico desde su nacimiento. Un detalle que sirve de ejemplo de la actitud vital de esta pareja que tan malos ratos ha hecho pasar a Isabel II a pesar de ser tratados con infinita generosidad por parte de la reina.

Los turbios negocios de los príncipes Michael de Kent

Para empezar los príncipes residen en los mismos lujosos apartamentos del palacio de Kensington en los que vivió la princesa Margarita, pero sin pagar las facturas. En 2002 se filtró a la prensa que sólo pagaban el agua y la luz y unas 49 libras a la semana de alquiler de la vivienda. De aquella les salvó la reina Isabel II pagando de su bolsillo los 150.000 euros anuales que implican vivir y mantener un palacio.

Además, a pesar de no formar parte del listado de miembros de la familia real que trabajan (motivo por el cual no reciben un «sueldo» de la corona), los príncipes Michael de Kent sí han usado su posición en la familia para actuar en nombre de la reina en unos 200 actos al año y, lo que es peor, en beneficio propio.

En 2019 la prensa se hizo eco de que una de las empresas de la pareja había facturado más de un millón de libras, pero no había pagado impuestos por ello. Algo especialmente llamativo porque la propia María Cristina von Reibnitz se había metido en un atolladero en el pasado al afirmar públicamente que los animales no tenían derechos porque no pagaban impuestos (lo que le valió que Ricky Gervais le contestara en Twitter «Los animales no pagan impuestos pero trabajan más que esta inútil»).

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Además, la princesa Michael de Kent se vio envuelta en un escándalo de plagio en 2014 cuando intentó forjar una carrera como novelista. A su marido no le fue mucho mejor: le «pillaron» cobrando comisiones no justificadas de un oligarca ruso y se filtró una cuenta secreta que la pareja mantenía en Suiza.

Hace apenas un año el periódico The Sunday Times y el canal de televisión Channel 4 se hicieron pasar por una empresa surcoreana que deseaba hacer negocios en la tierra de Putin y Michael de Kent aseguró en una videollamada que por una jugosa comisión podría presentarles a figuras clave del gobierno ruso. Sus más cercanos aseguraban que el príncipe actuaba como el «embajador no oficial de su majestad ante Moscú».

Racismo y amantes: los escándalos de los príncipes Michael de Kent

Pero sin duda la polémica de las polémicas de la pareja se produjo en la comida de Navidad de 2017, en la que la princesa Michael de Kent, la misma mujer que definió a Diana de Gales como «desagradable», se presentó a Meghan Markle llevando un detalle de mal gusto prendido de la solapa del abrigo: un broche blackamoor que representaba el busto de una persona negra prendido de la solapa del abrigo.

La disculpa de la princesa sobre este incidente fue tan tibia («he usado ese broche antes y nadie se ha ofendido») como las que dio cuando se descubrió que tenía dos ovejas (negras) en su jardín a las que llamaba Venus y Serena, cuando afirmó en público que la esclavitud no era tan mala o como cuando en Nueva York mandó a los comensales negros de una cena que «volvieran a las colonias».

A las manifestaciones racistas hay que añadir que la pareja ha cumplido más de 40 años de matrimonio con múltiples rumores de infidelidad. En 2006 pillaron a Marie-Christine von Reibnitz en una góndola veneciana besándose con un magnate ruso 21 años menor que ella. No era la primera vez, en los 80 las cámaras la captaron saliendo de casa de un magnate tejano disfrazada con una peluca.

El príncipe Michael de Kent no se queda atrás. Cuando saltó el escándalo de la góndola la prensa rebuscó en la vida privada del primo de la reina hasta que descubrió a una socialité estadounidense llamada Lucy Weber. La mujer, que no era la primera de las amantes del príncipe, pero sí la más reciente, acabó compartiendo con el Daily mail los detalles de sus ocho años de relación con Michael y otorgando a su mujer un nuevo mote: princesa Pushy. Sin duda que estos dos se despidan de la vida pública es un alivio para los Windsor.

21 de marzo-19 de abril

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