El misterio de la desaparición de las tiaras perdidas que no podrá llevar la reina Letizia: de la de Cartier de Victoria Eugenia a la de la reina Federica de Grecia

Las tiaras son el símbolo del poder real en las mujeres. Están reservadas a princesas, duquesas y reinas. Pero, a menudo, estas deslumbrantes piezas «desaparecen» del ojo público. Algunas no han vuelto a aparecer, otras permanecen en los joyeros privados de la realeza a la espera del momento oportuno.

La reina Victoria Eugenia fue la primera propietaria de la tiara Cartier. /GTRES

La reina Victoria Eugenia fue la primera propietaria de la tiara Cartier. / GTRES

Elena Castelló
ELENA CASTELLÓ

La tiara Cartier –diseñada en 1920– es una de las favoritas de doña Letizia, aunque no forma parte de las joyas «de pasar». Su primera propietaria fue la reina Victoria Eugenia. De estilo Art Déco, está realizada en platino con diamantes y perlas incrustadas en el centro de las ondas que la forman. Pero no siempre fue así. La Reina Victoria Eugenia decidió modificarla a principios de los años veinte sustituyendo las perlas por un juego de esmeraldas que heredó de la Emperatriz Eugenia de Montijo, su madrina, y que habían pertenecido a la tiara Fontenay de la Emperatriz.

Existen fotografías de la reina con la tiara y un impresionante aderezo de collar y pendientes –que también incluía pulsera, anillo y broche, que se montaron con el mismo juego de esmeraldas– hasta los años sesenta. Pero las esmeraldas de la tiara fueron revendidas a Cartier. La reina repuso las perlas, pero sin la central superior, la más grande.

Fue el sha de Persia, Mohammad Reza Pahlevi, el que compró más tarde las esmeraldas para regalárselas a su prometida, Farah Diba, que las lució en numerosos viajes oficiales, aunque no el día de su boda, y parece que hoy están guardadas en el Banco Nacional de Teherán. La tiara Cartier, con sus perlas, la heredó la infanta María Cristina de Borbón y Battemberg, tía del rey emérito, que la compró años más tarde para que la luciera doña Sofía.

Vídeo. Las 8 tiaras más impactantes de la realeza y su historia.

El misterio de la desaparición de la perla Peregrina, la joya que perteneció a la familia real española

Una de las joyas reales desaparecidas más famosas es la perla Peregrina, y también tiene que ver con la familia real española. Es una de las más bellas del mundo por su gran tamaño, muy inusual, y su forma, como una lágrima perfecta. Se dice que fue descubierta en Panamá a mediados del siglo XVI y fue Felipe II quien la incorporó al joyero de la familia real española, cuando la compró en 1597.

Fue una de las joyas que se llevó José Bonaparte, con todo el joyero real español, tras la invasión napoleónica. Éste se la dejó a su sobrino, Napoleón III, esposo de Eugenia de Montijo, que la vendió al marqués de Abercorn. A pesar de todo, la Casa Real Española siempre afirmó que la conservaba en su joyero.

Sin embargo, la perla que poseía la Reina fue un regaló de Alfonso XIII, pero no era la mítica Peregrina. Parece que la verdadera Peregrina la compró por más de 30.000 dólares Richard Burton, para regalársela a Elizabeth Taylor. La española se conoce como La Peregrina II, según cuenta en su libro «La leyenda de la Peregrina» la escritora Carmen Posadas, y la han lucido la reina Sofía y la reina Letizia en multitud de ocasiones en un broche o en un collar. La perla de Elizabeth Burton fue subastada en 2011 por nueve millones de euros tras la muerte de la actriz y hoy se desconoce su paradero.

La desaparición de la tiara Portland

Otro gran misterio es el de la tiara Portland, una de las más espectaculares de Gran Bretaña y considerada un tesoro nacional. Fue realizada en oro y plata con incrustaciones de diamantes, en 1902, por la joyería Cartier, para la duquesa de Portland, como regalo de su esposo, William Cavendish-Bentinck, el sexto Duque de Portland.

Tiene forma de círculos de los que cuelgan unos diamantes como lágrimas de gran tamaño, de talla «briolette», que, se dice, fueron comprados en La India. En el anillo central se colocó el espectacular diamante Portland que pertenecía a la familia desde hacía un siglo. El duque la encargó expresamente para que la duquesa la luciera en la coronación de Eduardo VII y su esposa Alejandra, bisabuelos de la reina Isabel II.

La duquesa era una de las damas que debían sujetar el palio que cubría a la futura reina durante la ceremonia. Poco después, se utilizaron parte de sus diamantes para realizar unos broches. La tiara y los broches «desaparecieron» en noviembre de 2018, de la exposición de la Portland Collection, que se exhibía desde 2016 en una galería de arte de Welbeck Estate, en Nottinghamshire. Pertenecía al joyero privado de la familia. Los ladrones consiguieron forzar el cristal blindado. Su valor se calcula en torno a los tres millones y medio de libras (unos cuatro millones de euros). Se llegó a ofrecer una recompensa de 100.000 libras y se detuvo a 13 personas, pero la tiara no ha aparecido.

Marie-Chantal Miller rescató la tiara griega que se creía perdida

La tiara que sí «apareció», aunque se creía perdida desde hacía cincuenta años, fue la «griega», que pertenecía a la reina Federica de Grecia. Marie-Chantal Miller, esposa de Pablo de Grecia, el heredero al trono griego, y nieto de Federica, apareció con ella en la celebración de los 40 años en el trono de la reina Margarita de Dinamarca, en el palacio de Christiansborg, en 2012.

Parece que la joya pertenecía al joyero privado de la Reina Federica, madre de la reina Sofía y del ex rey Constantino, y la utilizó muy a menudo. Se daba por seguro que la tiara había sido vendida cuando la familia real griega partió al exilio en 1967, y quizá desmontada posteriormente. La última vez que la reina la lució en público fue en 1960, en la boda de su hijo Constantino con Ana María de Grecia.

La tiara estaba en la familia desde la boda del príncipe Constantino de Grecia con Sofía de Prusia, hermana del emperador Guillermo II, que se convirtieron en reyes de Grecia en 1913. Fue un regalo del príncipe Pablo a Federica, por su boda. La joya, de platino y diamantes, rematada en puntas, es una de las más espectaculares de la realeza europea.

21 de marzo-19 de abril

Aries

Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiera. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

¿Qué me deparan los astros?