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'Got Talent': un negocio para adultos

Cada programa nos sorprenden nuevos concursantes y nuevas batallitas entre Jorge Javier y Risto Mejide...

El jurado de 'Got Talent' / d. r.

Elena de los Ríos
ELENA DE LOS RÍOS

'Got Talent' tiene algo, tiene un don, pero este no reside en las trifulcas guionizadas entre Risto Mejide y Jorge Javier: basta. No son nada creíbles. Uno le llama al otro “señora mayor” como si ser una señora y mayor fuera lo peor; el otro se hace el dolido, pero sin dolor. Tampoco coló demasiado Lalo, el imitador peruano de Sinatra que se inventó la letra de 'New York New York': si no es un actor cómico profesional, podría serlo.

Lo mejor de 'Got Talent' es que podemos pasar de la vergüenza a la maravilla en cero coma. Y ahí, en el lugar de la maravilla, encontramos a Samuel, un chaval con cara de 'nerd' y novia amante del baile flamenco, que dejó a quien le vio sin habla. Descoyuntado y eléctrico, su coreografía con sintonía televisiva fue increíble, de otro mundo, digna de brillar en el cuerpo de baile de la más cara estrella estadounidense (pongamos Beyoncé) o, mejor, de FKA Twigs, la novia de Robert Pattinson. No hubo duda: los cuatro del jurado vieron en su futuro un jet privado.

Salieron unas chicas llamadas 'Flow Up' uniformadas con la chaqueta de Zara color mostaza de infausto recuerdo, pero bailaron tan bien, que pasaron por unanimidad. Y un faquir o tragasables con tres décadas de carrera en el circo que pocos pudieron mirar de tanto metal que se tragó y se clavó. Sigue dando un poco de pena la cantidad de niños y niñas chiquitines que salen al escenario a ser juzgados en un negocio tan de adultos. ¿Por qué? Menos niños y más jubilados discotequeros como Fran Jubileta. Qué valor. Qué ritmo. Qué risa.

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