La Comunidad Valenciana tiene un pueblo mágico en la montaña, abierto al mar y con un monasterio del siglo XIII

El encanto mediterráneo de la Comunidad Valencia puede manifestarse múltiples formas, ya sea en pueblos costeros de tradición marinera donde el color es su mayor seña de identidad o en localidades de interior que hacen alarde de un patrimonio riquísimo fruto de siglos de historia. Pero cuando el mar y la montaña se unen en un pueblo que no deja de lado su bagaje histórico y cultural, surgen joya como uno de los pueblos que se ubica en la comarca de Safor.

Concretamente, tenemos que viajar hasta la Valldigna, una región compuesta por cuatro pueblos entre los que destacamos Simat de Valldigna, la localidad rodeada de montañas y abierta al este al Mediterráneo donde la estampa natural se completa con los narajos valencianos que ponen la nota de color y un patrimonio histórico de gran valor. Existen signos de vida en la región desde la Prehistoria y la época romana, aunque su momento de máximo esplendor arranca con la invasión musulmana.

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Los musulmanes habitaron la zona del que hoy es el pueblo de Simat de Valldigna durante la Alta Edad Media hasta que en el siglo XIII cayó en manos cristianas tras la conquista del rey Jaime I de Aragón. Durante siglos, cristianos y musulmanes convivieron en este pueblo y juntos consiguieron crear un lugar con manifestaciones artísticas de gran importancia histórica que aún hoy se mantienen en pie y que han creado un legado precioso que todo aquel que se acerque a este municipio puede admirar con sus propios ojos.

El enclave más popular de Simat de Valldigna se encuentra a las afueras del pueblo, pero es una de esas paradas obligatorias en tu visita a este pueblo. Hablamos del Real Monasterio de Santa María de la Valldigna, fundado a finales del siglo XIII por el rey Jaime II. Este monasterio pertenecía a la orden del Císter, de quien era propiedad todo el valle por orden del rey, y estuvo habitado por monjes hasta que fue víctima de las desamortizaciones del S.XIX. Por suerte, fue finalmente rescatado y puesto en valor por su importancia histórica, artística y patrimonial.

El Real Monasterio de Santa María de la Valldigna se empezó a construir en estilo gótico cistercense, pero en su interior es posible apreciar reformas de estilo renacentista, barroco o neoclásico, fruto de la huella del paso del tiempo en él. Su interior se divide varias partes entre las que destacan la Sala Capitular y su bóveda estrellada, la iglesia de Santa María de la Valldigna o el Claustro del Abad, una joya del gótico valenciano.

En las inmediaciones del monasterio puedes visitar también edificios religiosos que no se quedan atrás en cuanto a valor histórico y artísitco. Uno de ellos es la Capilla de la Mare de Déu de Gràcia, un edificio de estilo barroco construido en el siglo XVIII que destaca por su preciosa puerta de mármol rosa y pertenece al conjunto arquitectónico del propio monasterio. Del siglo XV y vinculada al pasado musulmán del pueblo encontramos, también a las afueras, la mezquita de la Xara o ermita de Santa Anna, y que fue el lugar de oración destinado a esta religión durante los siglos de convivencia con los crisitanos.

Merece mención especial la iglesia patronal de Simat de Valldigna, dedicada a San Miguel Arcángel. Data del siglo XVII y fue construida en estilo barroco donde previamente se ubicaba una mezquita musulmana. Destaca por la austeridad de su fachada, que contrasta con la ornamentación interior de las capillas, bóvedas y paredes propias del barroco valenciano, con el patrón de la localidad presidiendo el altar principal.

En cuanto a edificio civiles, el más popular es, sin duda, la Font Grand. Se trata de una fuente natural que cuenta con caudal prácticamente todo el año. Esta fuente está rodeada por unos muros de paredes blancas que decoran la plaza homónima ubicada en el centro del pueblo y que tiene gran importancia tanto en las fiestas del pueblo (que se organizan entorno a ella) como en el riego, ya que su agua es derivada a los campos de La Valldigna.

Pero estos campos no son los únicos que se nutren del agua de la Font Grand, ya que ésta llega también al lavadero de la Font Grand, otro de los enclaves más importantes de este pueblo. Este lavadero se construyó en el siglo XX con el fin de mejorar la calidad de vida de los habitantes del pueblo. No solo servía para lavar la ropa, aquí también se reunían los vecinos para el remojo de la chufa y del altramuz, la matanza de animales o la limpieza del pescado. Actualmente, es solo su segundo tramo el que está abierto y el que aún cuenta con agua de la Font Gran que llega hasta los campos.

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