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Opositoras, ¿una carrera de fondo con final feliz?

Durante años se sacrifican sin garantía de éxito. El suyo es un esfuerzo al que se han visto abocadas muchas mujeres durante la crisis. ¿Su objetivo? Ser funcionarias para siempre... Ellas, al menos, lo están intentando

Gema García, 30 años. Opositora / álex rivera

Beatriz González
BEATRIZ GONZÁLEZ

El horario que Gema se ha confeccionado ella misma echaría para atrás a muchos: entre las 8.30 y las 15.00 de la tarde, las cuatro paredes de su habitación y el temario que tiene encima de la mesa componen todo su horizonte. La operación se reanuda después de comer y concluye cuando empieza a ponerse el sol, una rutina que se repite durante seis días a la semana. No caben vacaciones o fiestas de guardar. ¿El objetivo? Aprobar unos exámenes para los que ya lleva años preparándose.

Nada garantiza el éxito pero, como ella, cientos de miles de españoles estudian para obtener una de las 13.427 plazas de empleo público ofertadas durante el año pasado. Y otros tantos se preparan para las que cada Comunidad Autónoma convoca. Superar semejante carrera de obstáculos merece la pena si el esfuerzo se materializa en un puesto de trabajo fijo (y, con ello, escapar a la temporalidad, los horarios sin horarios de los autónomos, los ajustes de plantilla y el desempleo). Sin embargo, no cualquiera es un buen candidato.

Dicen quienes preparan a los opositores, que para superar las pruebas son imprescindibles -además de inteligencia y constancia-, tener una capacidad de sacrificio no apta para todos los públicos. Entre otras cosas, porque la preparación de los exámenes exige un retiro poco compatible con la vida social y no todo el mundo está dispuesto a que los libros sean su vida. La media de años de estudio para obtener una plaza varía en función de cada persona y del tipo de oposición, pero en el mejor de los casos aprobar una oposición del grupo A (para licenciados y graduados) no suele llevar menos de tres o cuatro años, mientras que para las del grupo B el tiempo puede reducirse algo más.

Gema García, 30 años

Gema García / álex rivera

"Estudio cada día de 8:30 a 20:30, y pase lo que pase, no me arrepiento"

Licenciada en Derecho. Desde 2012, oposita para ser subinspectora laboral. "Cuando terminé Derecho, estuve en China con una beca y, al regresar a España, lo último en lo que pensaba era en opositar. Pero mi vuelta fue en plena crisis, en 2012, y después de echar muchos currículums me pareció que no me quedaban más opciones. Así que, después de mirar qué oposiciones encajaban más con lo que me gustaba, me decidí por las de subinspector de empleo. Desde entonces, mi rutina diaria consiste en empezar a estudiar cada mañana sobre las 8.30 y seguir hasta las 20.30 más o menos".

"¿Si merece la pena? Creo que sí... si lo sacas. Aunque si no, tampoco es tiempo perdido. Adquieres formación y constancia, y eso en teoría puede servirte para el trabajo. Pero como en este tiempo obtienes cero ingresos, tienes que contar con apoyo. En mi caso, mi familia ha sido fundamental. Por eso hay que saber cuándo parar, llegado el caso, si no lo consigues. Y aunque tu vida social no se paraliza por completo, sí tienes muy poco tiempo para ocio y tu círculo de amigos se limita mucho más. Es quizá lo más difícil, que tu tiempo vale mucho y no puedes dedicarlo a otras cosas. Pero a día de hoy, no me arrepiento de haber escogido esta opción".

Carmen Porres, 41 años

Carmen Porres / álex rivera

"Cuando volví de mi baja maternal, me echaron y no vi otra salida"

Profesora interina, oposita desde hace ocho años para conseguir plaza fija como profesera de Biología y Geología. "Al incorporarme tras la baja maternal de mi primer hijo, pedí jornada reducida en la empresa de construcción en la que trabajaba... y me quedé sin trabajo. Fue lo que me decidió a opositar para profesora. Buscaba estabilidad laboral y facilidad para conciliar el trabajo y la familia. La primera vez que me presenté, aprobé, pero no conseguí la plaza. Solo en 2010, dos años después de aprobar, hice mi primera sustitución".

"Nunca he dejado de estudiar ni de presentarme cada vez que convocan la oposición. Si estoy haciendo suplencias, aprovecho las horas libres, y los sábados por la mañana mi marido se encarga de los niños para que yo pueda ir a la biblioteca. Eso sí, creo que hay tomárselo con filosofía: nadie te asegura que estudiando 10 horas al día logres la plaza. Así que no se trata de perderte todo lo que puede pasar en tu vida por estudiar".

Aída Ramos, 31 años

Aída Ramos / álex rivera

"Hago tartas para tratar de ganar algo de dinero mientras estudio"

Estudió Pedagogía sabiendo que tendría que opositar. "Quería trabajar como orientadora educativa, así que cuando empecé Pedagogía fue sabiendo que tendría que opositar. De lo que no tenía ni idea era que, por la crisis, iban a tardar casi cinco años en convocar las plazas. Así que cuando lo hicieron, en 2014, me lo planteé como un trabajo: estudiar cuatro horas por la mañana y cuatro por la tarde de lunes a sábado. Vivo con mis padres y no tengo hijos, pero creo que ha de ser muy duro para quienes tienen una familia".

"Te tienes que plantear un límite, una fecha tope. Ahora estoy en el paro, aunque de vez en cuando hago tartas personalizadas para obtener algún ingreso, pero lo ideal sería un trabajo compatible con la oposición. De todas formas, si finalmente no aprobara, tampoco lo vería como tiempo perdido. Tengo mucha menos vida social que antes, además de cero ingresos, pero sigo aprendiendo, y como me gusta muchísimo lo que estudio no lo veo como un sacrificio. El estado de ánimo es muy importante en una oposición".

Laura Ramos, 29 años

Laura Ramos / álex rivera

"Mi rutina ha cambiado por completo, jamás había tenido una vida tan ordenada"

Tras hacer Psicología y dos másteres, ha vuelto a la casa de sus padres y oposita a la Guardia civil. "Estudié la carrera de Psicología y dos másteres. No sé cuántos currículums envié, pero no recibí ni siquiera una llamada para hacer una entrevista. Veía un panorama negro. Entonces, una amiga empezó a opositar para la Guardia Civil, estuve leyendo las condiciones y pensé que, si me sacaba la oposición y después conseguía entrar en la Jefatura de Personal a través de la promoción interna, podría trabajar como psicóloga. Desde que empecé a estudiar, sigo relacionándome con la gente y saliendo, pero mi rutina ha cambiado por completo".

"Ahora me paso el día en la biblioteca, hago ejercicio porque también tenemos pruebas físicas... Jamás había tenido una vida tan ordenada. He tenido mucha suerte porque mis amigos son conscientes de que ahora lo principal para mí es sacar la plaza y mi novio también lo entiende. Mis padres me han ayudado mucho, ya que cuando decidí opositar volví a casa y ellos valoran el esfuerzo que estoy haciendo. Estudio desde legislación hasta topografía, pasando por un montón de cosas que antes me horrorizaban y ahora me gustan".

Tiempo límite

Ese medio o largo plazo es uno de los factores que no acaban de convencer a los indecisos. Especialmente, porque la mayor parte de los opositores se encuentra en una etapa en que se inicia un ciclo vital: mientras ellos pasan años intentando ser los mejores -una batalla que no siempre se gana-, en su círculo de amigos se independizarán, darán la entrada para una vivienda o estrenarán paternidad.

Hay quienes acaban por tirar la toalla porque se ponen un límite de tiempo y nunca llegan a aprobar. Ocurrió, sobre todo, durante los años más agónicos de la crisis, ya que las oposiciones se convocaban con cuentagotas. Frente a las más de 13.000 nuevas plazas de empleo público estatal que se convocaron en 2016 o las cerca de 8.000 del año anterior, en 2013 no llegaron a las 1.000, contando con las ofertadas por Policía y Guardia Civil. La buena noticia es que recientemente, el Gobierno y las comunidades autónomas han llegado a un acuerdo para suprimir la tasa de reposición en las ofertas de empleo público en sanidad, educación y servicios sociales, por lo que se prevé que en 2017 se ofrezcan muchas más plazas.

Los funcionarios, en cifras

  • Además de las plazas convocadas por cada Comunidad Autónoma, el Boletín Oficial del Estado publicó en 2016 que se aprobaban 13.427 nuevas plazas de empleo público. Una cantidad dividida en 6.057 plazas para la Administración General del Estado (AGE), 250 para funcionarios de la Administración Local con habilitación de carácter nacional, 1.820 para Justicia, 2.740 para el Cuerpo Nacional de Policía, 1.799 plazas para la Guardia Civil y 761 para las Fuerzas Armadas. Según el Boletín Estadístico del Personal de las Administraciones Públicas, la plantilla de las administraciones españolas está compuesta por 2.542.787 empleados de los que más de la mitad trabaja para las comunidades autónomas (50,5%), mientras que el 22,7% lo hace para entidades locales, un 20,9% para la Administración Pública Estatal y el 5,9% trabaja para las universidades. Del total de empleados públicos, el 61,44% tiene plaza de funcionario y casi una cuarta parte (24,39%) es personal laboral.

Cuello de botella

Quienes decidieron resistir en los años más duros, continuaron memorizando textos y enfrentándose a simulacros de examen. Unas tareas que les ocupan a diario algo más de una jornada laboral, pero por las que no cobran a final de mes.

Hace unos meses, 45.400 personas competían para conseguir una de las 376 plazas del Cuerpo de Tramitación Procesal, los antiguos auxiliares de Justicia, sabiendo que solo uno de cada 120 obtendría el puesto. Y un año antes, cuando comenzaban las pruebas para ingresar en la Escuela Nacional de Policía, eran cerca de 60.000 los aspirantes para las 1.299 plazas convocadas. En la convocatoria del año anterior, la competencia fue aún más dura: se presentaron la mitad (28.383), pero el número de plazas era mucho menor (254).

Ya lo dice la RAE: la oposición es la acción y efecto de oponer u oponerse, y cuantos más numerosos sean y más preparados estén los contrincantes, más se complica el objetivo perseguido. La recompensa es un trabajo fijo con un salario que dependerá del grupo al que pertenezca su oposición y al nivel dentro de cada grupo. Puede ir desde los 1.200 euros mensuales de un auxiliar administrativo hasta los cerca de 8.000 euros que puede cobrar un magistrado del Tribunal Supremo (una pequeña minoría).

La mayoría de los magistrados no alcanzarán esas cifras en su nómina -su salario está entre los 2.700 y los 4.000 euros, dependiendo de su antigüedad y trayectoria-, y entre unos y otros se encuentran los salarios de un largo listado de funcionarios: profesores, conservadores de museos, técnicos de auditoría y contabilidad, técnicos de Hacienda... Pero en un mundo laboral eminentemente precarizado e inestable, poder disfrutar de plaza en propiedad, vitalicia y sin posibilidad de despido -aunque en Italia se pone en la calle desde 2009 a los que tengan más de tres faltas sin justificar- es el auténtico sueño.

Ellas a la cabeza

Son muchas las mujeres que buscan esa estabilidad: ellas suponen el 54,54% de los 2.519.280 empleados públicos que hay en España. Es decir, superan en nueve puntos a los hombres. La razón es que las mujeres suelen obtener mejores resultados en los concursos de méritos. Pero también pesa otro factor, y es que buscan espacios donde se facilite la conciliación, y el empleo público garantiza los derechos y pone menos obstáculos que la mayoría de las empresas privadas. Sin embargo, no todas encuentran en esa realidad el aliciente necesario. La competencia es feroz y las renuncias, muchas. ¿Merece la pena? Cuatro opositoras nos cuentan cómo es su vida tras los libros.

21 de marzo-19 de abril

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Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiear. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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